Qué será de mí, soy un tonto. La locura se desborda, y como enanitos y querubines me arrastran a su infierno alimentándose de mí. Soy su mas preciado bocado, aun así lo admito, estoico.
El Dios me dio un cuerpo, el mundo lo vistió de dogmas y el diablo le tapó los ojos... Por eso, no puedo ver el Paraíso. Lo palpo, lo huelo... Pero no lo siento.
En aquellas controversias, se pasa mi vida, sabiendo que en cada esquina todo es igual.
Como muchos aún tengo fe en la esperanza. Y digo, y repito que soy tonto, porque eso es lo que hago...tonterías...
Soy muy trabajador y gano muy bien, pero se que sólo sobrevivo. Como muchos, soy pretencioso. Saludo con formalidad, doy los buenos días y las buenas noches, ceno, veo televisión y duermo; antes cepillo mis dientes y me río ante lo que veo en el espejo. Cuando duermo, las preocupaciones - que nunca faltan - me asedian como zancudos de media noche, impidiéndome descansar a plenitud.
Al día siguiente, lo mismo ; muy de cuando en vez alguna sorpresa, en verdad...nada.
Hoy fue diferente. Leí en los diarios que el Hombre había viajado a Marte, y dos países estaban al borde de la Guerra. La gente parecían nerviosas y preocupadas, hablaban como viejas asustadas. Por un momento sentí que todo era diferente, y que los cambios estaban a la vuelta de la esquina.
Los dejé que todos siguieran en sus mundos y decidí alejarme. Cogí un auto y dejé la Ciudad. Fui a buscar a un pariente que vivía en el campo. Después de viajar días y noches , llegué. Cuando lo vi, me sorprendí... Mi pariente era como un espanta-pájaros, sus hijos eran tan altos y flacos como los árboles y sus ramas, y su mujer mugía como una vaca lechera.
Los abrasé efusivamente y ellos se quedaron sorprendidos por mi insólita llegada. Les pedí quedarme a vivir con ellos, explicándoles que mi vida estaba muy mal. Me escucharon a la luz de un candelabro, sentí que las sombras parecían atentas, todo era tan pacifico...tan calmo. Después, me preguntaron si estaba trastornado, pues les parecía una locura, pero...si así lo deseaba...Ellos, me contaron que su vida eran buena, pero aburrida...Sentían que vegetaban, y un cambio era su salida. Pensaban vivir en la Ciudad, donde el movimiento exista, el entretenimiento invada sus vidas, ver a su pariente... Yo.
Les dije que si gustaban podrían vivir en mi hogar. Se miraron unos a otros pensando si estaba cuerdo. Cuando les di las llaves de mi casa y del auto, y les vacié toda mi billetera... Sus rostros se iluminaron como el Sol, y su alegría despertó todos los rincones de su granja...Hasta los perros saltaban de felicidad.
Al día siguiente los despedí. Me dejaron una vaca, dos caballos, un perro, las ratas, una granja y dos indios a mi servicio. Pasaron los días, meses, años...Y me acostumbré tanto a su silencio, sus ruidos aislados y continuos, sus aromas terrosos y verdosos, sus auroras... Que comencé a extrañar la Ciudad, su locura, su tonta proyección, mi antigua vida....
Un día mi pariente volvió; pero llegó con otra mujer. Me contó que tuvieron demasiados cambios, que la guerra estallo y vendía armas. Su ex mujer había muerto y sus hijos estaban peleando, y él... estaba muy solo, con una mujer...pero solo; y regresaba por nostalgia, quería recordar la tranquilidad de la Naturaleza... Le dije que extrañaba la Ciudad. Después de ponernos de acuerdo, volví y él se quedó.
Cuando llegué a la Ciudad, las calles estaban llenas de basura, las casas sucias y destruidas; las mujeres parecían murciélagos o vampiras. Encontré mi casa diferente, sucia, vacía, triste ; la barrí de lado a lado, luego no encontré nada para comer, tuve que salir a la calle...Pero sólo encontré miseria y desolación.
Vi como los hombres cogían a un perro, lo mataban y se lo llevaban como un botín, ante la alegría de su grupo; me asusté y entendí en donde me hallaba. El hambre me llamaba con angustia; busqué una bodega y en ella sólo encontré que vendían armas y objetos, pastillas para sobrevivir...pero nada de comida.
Salí triste a la calle e hice lo mismo que todos...Era lo normal... Con un palo busqué algo que comer en medio de los basurales. Me concentré y me escondí...vi que era una rata.... le di un buen golpe y la maté; la comí, no estaba tan mal...
Un día se me acercó un grupo de hombres y me dijeron si tenía algo que comer, que se morían de hambre. "Habrá que comerse unos a otros"; les dije sonriente, como una idea tonta... Ellos se miraron y luego, me miraron ...
Y hoy estoy aquí sancochándome, girando en una especie de rosticero, pelado, sudando y sufriendo los dolores del infierno...Y todo por decir algo tonto...
La verdad que te atrapa, creo que es el mejor relato que he leído acá en bastante tiempo. Me gusta como te expresás y el final está bueno, te hace pensar un poco, en como vamos retrocediendo a la barbarie... en lugar de avanzar hacia un futuro mejor, aunque no da muchos ánimos je. Felicitaciones