La inmensidad del universo.
De pronto un punto gris irrumpe, girando, en medio de la nada.
Se acerca y ya se puede ver con claridad.
Es una roca gris en forma de ladrillo.
Gira mientras se acerca a la órbita solar.
Tiene un raro símbolo grabado en cada una de sus caras. Parece un ojo humano con dos comillas superpuestas al centro.
Al entrar de lleno en contacto con la orbita del sol, provoca en éste una gran explosión que arrasa todo lo que encuentra a su paso.
La detonación es registrada en los sistemas solares más apartados de la galaxia, e incluso en algunas de las galaxias circunvecinas.
El espacio luce ahora un color dorado rojizo, que hace brillar, como si fuese polvo de oro, a cada una de las estrellas.
El nombre de Dios nuevamente ha sido pronunciado.
La energía del cosmos una vez más se estremece y la creación toma un giro del que habrán de nacer treinta y dos billones de especies distintas.
La roca ha sido liberada.
Pasa rozando la superficie terrosa de un planeta gris, y, bajo su influencia, brota hierba y los mares se multiplican; miríadas de peces surgen de los abismos.
La bipolaridad oscura atrae el rumbo de la roca.
Ors, Celtis y Fortum se disponen a tomarla con sus manos de hielo.
La roca escapa, impulsada por los anillos de Atlante.
La última fase del vuelo tuvo lugar en el lado ígneo de la comba celeste.
Hacia allá viajó la roca en su necesidad de abrir nuevos lugares, nuevos hitos para replantar la vida.
Sólo entonces silencio.
La nada, de regreso.
No recordaba ya este texto. Lo escribí hace mucho. Gracias los que se han dado el tiempo de leerlo.