Son las tres de la mañana y después de haber tomado 6 cafes y 5 cocacolas empieza a cogerme el sueño. Pero no, no me puedo quedar dormido, a las ocho tengo examen y no he estudiado nada. Mis ojos empiezan protestar, estoy muerto y todavía me queda medio texto por leer. No puedo más, mis ojos han ganado y se disponen a cerrarse.
Empiezan a aparecer libros y más libros, se levantan como muros que no me dejan respirar me asfixian. No puedo huir por más que lo intento, y como en toda pesadilla, corro como en camara lenta, mientras que los libros avanzan como volidos en pos de mí. No puedo más y me rindo ante ellos, y justo cuando me van a devorar, siento una mano en mi hombro que me saca de allí. Era mi mamá que avisaba que era hora de ir a la universidad. Me había quedado dormido encima de los apuntes y los había babeado por completo. Tomé mis cuadernos y llegué a la universidad con la seguridad de que iba a perder el examen, no habia estudiado nada, si tan solo no hubiera salido a bailar el lunes, a jugar billar el martes, a celebrar el cumpleaños de un amigo el miercoles y a cine con mi novia el jueves, hoy viernes no tuviera que estar rezando como loco para no tirarme ese examen. Es hora de entrar, llegó el fin. Camino rumbo al salón de clase como un condenado a muerte, pidiendo a Dios, a Ala, a Buda, a alguno de ellos que me ayude y le guardaré fidelidad eterna. Entro y ahí esta el enanito Suarez, con su mirada inquisidora, amenazante. Me siento en mi puesto, como siempre el que da a la ventana del salón y espero el disparo que ponga fin a mi vida académica.
-Les había prometido un examen para hoy- dice irónicamente, como percibiendo nuestro miedo.
-Lastimosamente no lo voy a poder realizar, porque tengo que irme al médico-.
Tanto estudio ¿para qué?, para que no preguntara nada, no joda, uno lo hubiera sabido no se pone a estudiar y matarse la cabeza por esta estupidez.