Sabido es por todos que nuestro último futuro conocido es la muerte... Esta mañana no sería como todas, no sería la aberrante rutina diaria de un joven que acaba de entrar en la Universidad, sin embargo habría algo que ocurriría y ese día no sería el mismo.
Al llegar a la facultad sentí la frialdad y poca humanidad de las miradas de la gente, ya en el autobus percibí algo similar, eso unido a un aire frío que recorría mi cuerpo, autobus que me haría llegar tarde a la primera clase. Cuando llegué tras subir la enésima escalera y recorrer aquel frío pasillo debido a que alguien se había dedicado a abrir todas las ventanas, llegué al aula 21, teniendo que sentarme al final de la misma, ya que el profesor había comenzado su pedante charla matutina y le molestaba muchísimo la impuntulidad. Cuidadosamente me senté y me puse a observar a la gente que me rodeaba, todo el mundo estaba concentrado, siguiendo la explicación de aquel arrugado y aburrido profesor, pero yo decidí no atender, ya que había perdido el hilo del tema, entonces me puse a divagar toda la hora, era lo que siempre hacía cuando me perdía en una clase, no se como ni porque comencé recordando aquellos momentos idílicos e irrepetibles con mis amigos, momentos de euforia, momentos más agridulces, recordé mis viajes solos y con mi familia, mi paso por el colegio, el instituto, dejando a un montón amigos y gente que me ha enseñado cosas que nunca olvidaré, recordé aquellos amores imposibles, frustrados que me habían ayudado a ver las cosas de otra manera, me habían ayudado a aceptar derrotas, a aprender de mis errores, alcé la vista y unas filas más adelante observé a aquella preciosa chica que me había cautivado, y que hasta el momento había sido incapaz de decirle tan siquiera algo.
Me encontraba confuso, no se porque había comenzado a pensar en aquellas cosas, solo sabía que me encontraba ausente, como si la clase no fuera conmigo, debido en gran parte a que había llegado tarde.
Al finalizar la hora, cuando toda la gente se disponía a levantarse y gozar de unos minutos de descanso hasta volver a afrontar la siguiente hora con otro de esos profesores, apareció un joven por la puerta, su cara me era familiar, pero no recordaba su nombre, estaba temblando y muy nervioso, entonces entre lágrimas y balbuceos gritó en voz alta que Germán había muerto anoche, que había sido asesinado a sangre fría por un puñado de desalmados...
El silencio se adueñó de la situación tras las palabras de aquel joven, invadiendo toda el aula, entonces alcé la voz desesperado diciendo que me encontraba allí, nadie me oyó, entonces pasó toda mi vida por delante, como un haz de luz, fue el tiempo que tardé en comprender que estaba muerto, una lágrima recorrió suavemente mi mejilla, ahora comprendía todo lo que ocurría, sentía frías mis manos, un escalofrío se adueñó de mi cuerpo a la vez que me veía rodeado de una tenue luz, acto seguido comencé a desvanecerme, al sentir una profunda paz, sosiego y tranquilidad...