BIOGRAFÍA RESUMIDA DE JUAN JOSÉ CASCARRIAS
Juan josé Cascarrias tenía problemas.
Era un tipo con verdaderos problemas.
La hipoteca de su piso le vencía todos los meses terminados en 30, 31, 28 y 29.
Su esposa lo había abandonado y por lo visto no sabía volver.
Se fumaba do o tres mil cigarrillos diarios cada día. Además mojando el filtro en anís, con lo que eso perjudica.
Era adicto al juego de forma bastante ludópata. El hombre intentaba contenerse, pero en momentos de bajón, recaía de nuevo y otra vez se iba como un demente a por sus masters del universo, sus geypermans y sus peluches.
Problemas, cielo santo, eso son problemas.
Cascarrias caminaba por la calle como un espectro. La gente del barrio cuchicheaba al verlo.
"Míralo, qué asco de tío. -decían- Una tarde quedamos y lo molemos a patadones, ¿vale?.
Nadie lo quiso nunca. Cuando estuvo internado en el psiquiátrico, varios de sus médicos se largaron al Tíbet en busca de paz y uno que estaba en prácticas, se hundió en el sórdido mundo de las drogas.
Quizás el gérmen de todos los problemas se pudiera encontrar en que Cascarrias tenía desdoblamiento de personalidad, no una ni dos, sino una montonera.
Estaba habitado por más personajes que una novela de Ágata Cristi. Entonces, claro, uno le aconsejaba una cosa, otro le mandaba otra, discutían todos y le provocaban un bolo en el cráneo interno de tal magnitud que incluso en alguna ocasión temió volverse loco.
Los doctores antes de huir desestimaron el transplante de cabeza, primero por miedo a un rechazo, y segundo porque no fuera a ser que lo que hubiese dentro se les pudiera pegar a ellos.
No lo quería ni Dios.
Nuestro Señor se avergonzaba.
El Todopoderoso pudo soportar que intentando construir un paraíso, le salieran la Antártida o el Sahara. También se sobrepuso cuando por no estar concentrado en la faena, los océanos le quedaron pasaditos de sal y por eso no hay quien se los beba. Igualmente llegó a admitir que Adán le nombrase la madre cuando le arrancó una costilla, sin anestesiar ni nada.
Dios en su plenipotencia, es sabedor de que una mala tarde la tiene cualquiera, pero lo de Cascarrias fue algo que no logró superar.
Estaba muy mal hecho, mal ensamblado, mal diseñado y mal parido.
La esperanza es lo último que se pierde. Antes se pierden las gafas, las llaves o los nervios.
(Cuando vemos a una persona en un yacusi, con sus pompitas, sus sales de baño, su gel hidratante, con los ojillos entornados, etcétera, etcétera, está clarísimo que ha perdido los nervios y por eso se encuentra tan relajado.)
Cascarrias no se relajaba ni aun así.
Intentaba evadirse de sus males componiendo poesías. Las rimaba en la primera palabra de cada estrofa. Luego no sonaban bien y le asaltaba el desánimo.
Quería morirse, matarse, flagelarse, insultarse, darse bocados en la riñonada, mirarse málamente, hacerse gestos obscenos y apuñalarse la nuca.
Una noche se desfogó a puñetazos con su almohada de plumóm hasta sangrar.
Nada en su vida había salido medianamente bien. Toda ella marcada por la mala suerte y los problemas.
Cuando era niño, un profesor pretendió que le dijera cuántas vueltas debería dar una rueda de bicicleta para recorrer seis coma doce kilómetros, si tenía en cuenta que el diámetro de la rueda era mucho menor que la carretera por la que se desplazaba.
Entonces supo por primera vez que en la vida todo iban a ser problemas.
Y no se equivocó, pues en cuanto mató al maestro, le llovieron muchos más.
Que si eso está muy feo, niño. Que si ya verás tu padre cuando se entere de eso y de que fumas a escondidas. Que si sólo matan los niños maleducados. Que si podrían expulsarte del colegio. Que si tal, que si cual. Que huy huy huy. Etc, etc. Sería eterno y es mejor dejarlo aquí.
Que si ahora no te querrán las niñas. Que si un asesino está mal considerado en la sociedad. Que si la mujer y los hijos del muerto te retirarán el saludo. Que si ya te has lavado las manos. Que al menos podías haber ocultado las pruebas. Que si de dónde has sacado tú, tan pequeño, las fuerzas para tirarle el yunque. Que si Nuestro Señor te castigará aun más. Que si tienes suerte y te toca un juez benigno, te condenará a permanecer en prisión hasta que huyas. Que si te toca uno severo te ahorcará él mismo.....
Cascarrias, abrumado a tan corta edad por tantas y tantas interrogantes, no es de extrañar que desarrollara desdoblamientos de personalidad múltiples, porque de esa manera siempre podía repartir sus problemas o echarle la culpa a otro.
Juan José Cascarrias todavía está en la cárcel. Lleva tantos años que dentro del penal ya es como un símbolo. Le concedieron hace poco el privilegio de dormir en una celda particular, eso sí, con diez literas.
Yo de vez en cuando le escribo cartas, pero lo que nunca sé es quien de ellos me las contesta.
Me gustó mucho... muy bueno el final... pero lo dejaría en otra categoría... porque... "¿cómico?"... tragicómico, quizás...