Andando y andando, encontré el desierto...
Tan arenoso, solitario y callado a la vez.
Yo estaba cansado, sin aire sediento..
Después de haber corrido todo este trecho.
Lo único que quería en ese momento era recostarme sobre la arena ardiente y no recordar la tristeza reflejada en el rostro de mi madre al verme partir así este 9 de febrero.
Me recosté sobre el caliente polvillo de color crema y miré el cielo.....
Estaba cubierto por esa lona de color negro y adornada con esos nuditos de colores......colores que me recordaron una figura maternal....
Colores que me recordaron el azul cristalino de sus lágrimas, el rosado de su hermoso rostro,
El rojo de su amor, el blanco agudo de su perdón......
Ante tales recuerdos, cerré fuertemente los ojos, me hice daño, retiré mi cabeza a un costado. Me sentía culpable, triste y miserable....¿Por qué le hacía esto?, me preguntaba mientras inevitablemente empezaban a revivir las lágrimas muertas después de aquella discusión.....
Cuando la ví allí!!!, sobresaliendo de entre lo semejante, erguida ante sabana, intacta y perfecta, perseverante y misteriosa, una ROSA ROJA.
UNA ROSA ROJA!!!!
Un milagro por decirlo así.
Sin dudarlo, me acerqué a ella, y a pesar de que sus agudas espinas atravesaban mi piel rosada, logré agarrarla. Y con las manos ensangrentadas, camufladas entre los rojos pétalos, mis lágrimas sepultadas y la frente en alto, emprendí mi regreso a CASA......