Hacía mucho viento... mucho, mucho viento, me quedé dormida abrazada a mi almohada, sin pensamientos, sin deseos, tan solo dormida.
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Quiero imaginar... que ni la distancia ni el tiempo se han enrredado en tus ojos para no poder olvidar antiguos temores. Quiero imaginar que hace tiempo comprendiste que no eres el centro de este universo ni el sol del mismo, que no todo gira en torno a ti, que no todo se crea ni se destruye sin poder olvidarte. Quiero imaginar que afianzaste en tu corazón el sentido de lo humano, de lo justo, de lo eternamente intransferible porque no se sustenta de rumores sino de hechos, de puras y simples verdades que no se pueden discutir, de ese día a día que no es propiedad de nadie, que no lleva etiqueta de insondable ni categoría de indiscutible, ese día a día que simplemente no es un cuento... sino un diario.

Quiero imaginar que no prosigues en el empeño de educarle al viento de mi corazón por dónde ha de conducirse. Quiero, realmente quiero imaginar que hace ya millones de instantes que traspasaste las letras vacías y las sensaciones desbordadas en palabras extendidas, para quedarte con la esencia más pura, con la limpieza de mi corazón, un corazón que siempre te defendió, que siempre te respetó, que nunca traicionó ninguno ni de tus sentimientos, que jamás te ofendió ni de palabra ni tan siquiera, aunque suene extremo decirlo... ni siquiera te traicionó de pensamiento, que sencillamente te amó y puso como garantía de su profundo respeto hacia tu voluntad de no amarme, no una rabia, no una dolor, no un motivo, no un engaño, tan solo una sentida distancia, un esperanzado hasta pronto que se volvió doloroso adios.

Quiero imaginar que a pesar de las palabras no dichas o de las palabras dichas de forma equivocada, tienes esa certeza de mi y nada ni nadie te confunde con su victimismo, sus justificaciones ni sus paranoias personales. Realmente quiero imaginarte maduro, responsable, leyendo entre líneas... los afectos de pensamiento que te he regalado en tantos días escritos, porque tan escritos están mis sentimientos como lo están tus verdades... sin yo conocerlas de ninguna boca.

Yo quiero imaginar que no te sientes mentira, que no te sientes silencio, que no necesitas de ninguna verdad para levantarte día a día con la certeza de lo que tienes, de lo que has elegido en tu vida. Quiero imaginar que mis escritos ya no te alcanzan el orgullo ni la vanidad sino el puro sentimiento de venir escritos desde mi corazón hacia muchas personas que habitan en mi vida, que no llevan tu nombre, ni tu imagen, ni tu sentir pero que arriban en mi pensamiento tal vez con parecidas circunstancias o sensaciones, que brotan como apariencias pero que son realidades, casualidades y extrañas maneras que tú jamás creiste que pudieran darse en mi vida, pero que se dieron, que aún se dan, tal vez porque la vida quiso poner a prueba en donde se hallaban tus convicciones, tu creencia en los sentimientos puros, en las personas auténticas.

Quiero imaginar que cada vez que estrechas una mano amiga sabes qué color pinta en tu vida y cada beso que das y cada abrazo que regalas y cada letra que escribes o cada sonrisa que envías, llevan un sentido honesto y decoroso de ser ciertos, de ser luchables, de ser defendibles, incorruptibles de cariño y amistad pese a quien pese.

Quiero imaginar que ya no sientes miedo ni sigues el paso marcado por nadie sino que cumples tus promesas dadas y señalas con pie firme tu propio camino y te orientas y te instruyes y creces y sueñas y vives... siendo tú mismo.

Quiero imaginar que el tiempo te dio el reposo y la consciencia para ponerle nombre sabio a todo lo que sucedió en un tiempo de tu vida.

Y todo eso quiero imaginarlo de ti y así lo haré, en tu ausencia, hasta el resto de mis días.
Porque si no te imaginara sano, entero, dueño de tus emociones, entusiasmado con una sonrisa y defensor de las injusticias, si no te imaginara como cuando te conocí, como cuando en un tiempo de cielos yo te amé... sería infeliz.

Por eso quiero imaginar que eres feliz... para yo poder serlo... un poquito más.

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Y entonces tras la última palabra... ¡desperté!

Y me incorporé en la cama, y con mano firme y actitud serena tomando un lápiz y un papel de mi mesita de noche, escribí en letras grandes... YO QUIERO IMAGINAR.

Luego doble el papel varias veces. lo até con un hilo de seda y le puse esta sencilla nota de entrega:

Entregar a su destino, frágil, por favor, no dar la vuelta.

Abrí la balconada, lo solté al viento en la oscuridad de mis suspiros y lo ví por un instante muy breve ascender al cielo, luego desapareció.