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Yo quiero a mi bandera

~¿En la playa de estacionamiento? Sí, yo empecé en julio del ‘96’, 3 de julio del ‘96’, me acuerdo porque el 2 es el cumpleaños de mi vieja y ese día había venido a casa un tío que es transportista y va y me dice que estaban buscando gente, que me presentara de parte suya y yo fui y me tomaron. ¡Banderillero, sí, acomodador de autos!

Un chico sanísimo, afectuoso con la familia, buen cristiano, nunca en cosas raras. “Oh, Señor, protégelo, tú que eres el mejor de los padres”. Siempre fuimos gente humilde, pero tanto el difunto como yo tratamos de inculcarle el amor por el prójimo y la entrega a Cristo Rey.

Cuando entré hice todo el circuito, primero mandadero, le cebaba mate al encargado, manguereaba el playón, los domingos tenia que hacer el fuego, limpiar la parrilla, asar los chorizos. Bastante después empecé a acomodar los autos. Las banderas me gustaron siempre. Si voy para atrás, vio, esos recuerdos que a uno le quedan de chico, puedo verme con una banderita argentina en el patio de la escuela Malvinas Argentinas. Después, con el viejo y mi tío Héctor camino a la cancha de Villa Dálmine. Yo era chico y me acuerdo que les insistía para que me llevaran, quería subir a la tribuna para agarrarme de la bandera de la hinchada.

El conflicto estalla a principios del ‘94’. Marzo del ‘94’, para ser más precisos. No fue una presión para conseguir beneficios, ni un manejo a nivel de cúpulas, como se dijo. Nosotros desde la Secretaría General del Gremio vimos el problema desde un principio y lo planteamos como una reivindicación justa.

De pura casualidad, un día un acomodador hace un mal movimiento y se recalca el hombro. El encargado entonces va y me dice: ¡Tomá, pibe!, y me da la bandera. Yo no lo podía creer, había quedado atontado, sin reacción, vio, como si me estuvieran tocando la Marcha de San Lorenzo adentro de la cabeza...

“Dejad al hombre, no sabe lo que hace”, como dice el Pastor Antúnez. ¡Lo que le hicieron, pobre hijito, no tiene perdón! La maldad, el egoísmo, la violencia, la codicia humana no tienen límites. Es el imperio del mal que trata de ganar la batalla y contra el que las almas puras debemos luchar.

¡Mire en ésta! ¿Ve? Acá estoy estacionando un Valiant modelo 65. ¡Un recuerdo imborrable! El dueño era viajante de Arcor, un tipo macanudo, terminamos haciéndonos amigos. Acá estoy con la Pick Up. Al de la Pick Up le gustaba mi movimiento de bandera, me lo dijo desde un principio, llevaba la camioneta sólo en mi turno. Cómo le explico: yo lo disfrutaba, yo con este trabajo era feliz.

No confrontamos, nosotros agotamos todas las instancias de diálogo, le puedo mostrar las actas firmadas. Desde el Gremio planteamos: nosotros estamos acá en representación de los compañeros, no venimos a patotear, ni queremos nada por la fuerza. Ustedes, como patronal, tienen que proponer una salida digna, una solución que –por sobre todas las cosas- salvaguarde la salud y los derechos del trabajador.

Un día se aparece en la playa, yo estaba cumpliendo el turno y me dice: ¡Pibe, soy el Secretario General del Sindicato, avisale a todos que vamos a convocar a una asamblea! Yo la verdad que de política no entiendo, y a este tipo era la primera vez que lo veía. Los compañeros de la playa decían que era un ‘grosso’, que había estado en la cárcel, que era primo hermano de Lorenzo Miguel, no sé cuántas cosas dijeron. A mí cuando habló me pareció sincero. El conflicto parece que era por el tema este del brazo.

Por el brazo.

Por el bracito, sí.

Yo no tenía ni idea, pero parece que en la playa, al trabajar con la bandera se te desarrolla un sólo brazo, que es con el que movés la bandera, en mi caso éste, ve; y el otro que no trabajás no se te desarrolla. Al principio yo no lo había notado, pero después me empecé a dar cuenta de que lo tenía distinto y a la noche me dolía.

“Trabajar los dos brazos, ya”, fue la consigna y el primer punto del petitorio. A ver si se entiende: se estaba violando un derecho inalienable del trabajador. ¿Por qué un agente de tránsito, un limpiavidrios, un policía, un simple malabarista de circo, te trabaja los dos brazos y el banderillero no? Había una clara injusticia, una desigualdad ante la ley.

Según la OIT, en América Latina, África Meridional y Sudeste Asiático, son numerosos los ejemplos de condiciones laborales que ponen en riesgo la integridad psicofísica del trabajador. En este caso puntual, el fenotipo se conoce como “brazo de banderillero”. En términos clínicos consiste en una “macrotia álgida crónica de la extremidad, con implicancia en el sistema muscular del antebrazo, vasos y tendones cruzados”. El trabajo intensivo durante tiempo extendido, con brazo elevado y movimiento repetitivo, sobrealimentan de lactosa los músculos implicados agravando el cuadro. Pero las consecuencias deben evaluarse sobre todo en el campo psicológico.

“Madre de Dios, consoladora de los que sufren, intercede ante tu hijo divino”. Él siempre fue muy pudoroso y al principio yo no lo había notado. Cuando llegaba a la noche, lo primero que hacía era pegarse una ducha, pero siempre salía tapándose con dos toallones. Evidentemente algo le pasaba en ese bracito, pero yo no le noté ningún cambio de carácter hasta mucho después.

Y sí, algunas burlas había. No sé, los pibes que pasaban por ahí nos gastaban. Decían: ¡Eeeeeeh Guillermo Vilas...Guillermo Vilas...eeeeeeh! Cosas inofensivas. Había que tomárselo con soda, ¿no?, qué le íbamos a hacer.

Muchos compañeros trabajadores se sintieron humillados, se negaban a asistir a las reuniones de la Confederal porque eran tomados de punto. Nunca faltaba algún gracioso que gritaba: ¡Ahí vienen los brazo-deformado! Y como los ánimos estaban caldeados, se imaginará que eso daba pie para cualquier cosa. En muchos casos las reuniones se transformaron en verdaderas batallas campales. Para que vea la gravedad del asunto: hubo trabajadores que directamente me plantearon en privado que en esas condiciones no tenía sentido seguir viviendo.

Una gran desvalorización en cuanto a la capacidad de socialización, escasa receptividad, la personalidad afectada se vuelve hosca, poco comunicativa, se sumerge en un pozo de vacío y autoflagelación. En suma una patología difícil y con un tratamiento de largo aliento.

¿Año 1996? Déjeme ubicarme. Yo en ese momento estaba asociado con inversores inmobiliarios, teníamos varios edificios de propiedad horizontal y algunas playas de estacionamiento en el Microcentro. ¡Sí, sí, lo recuerdo perfectamente! Lo que sucedió en esa playa fue una especie de caso testigo, porque a los pocos días fue imitado por todos los playones de la ciudad. Tuvimos que responder con firmeza en salvaguarda de nuestro intereses, porque no seamos ingenuos: como siempre sucede, las intenciones del Sindicato iban mucho más allá del conflicto puntual, el planteo del brazo era algo justo, de acuerdo, pero esto era, como decirle, sólo la punta del iceberg.

Yo quería trabajar, que me dejaran trabajar, vio. Ese trabajo me gustaba, yo lo disfrutaba mucho, me hacía feliz.

“A ti te llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspirando, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas, vuelve a nosotros, esos, tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús”…

La patronal no quiso escuchar, se puso inflexible. El asunto era sencillo, yo acá le puedo mostrar este gráfico. Fíjese: esta es la playa, este el área donde el trabajador banderillero cumple su función, la calle tiene sentido hacia el sur, por lo tanto, el banderillero enfrenta el tránsito automotor aquí y mueve la bandera en este sentido. Es el brazo izquierdo, por lo tanto, el que soporta la carga laboral y el que termina afectado. Esto mismo explicábamos en la reunión con la patronal, cuando uno de los empresarios (luego supimos que era el dueño de la playa en conflicto) se para y de muy mal modo dice: ¿y qué pretenden, que el Gobierno de la Ciudad cambie la dirección del tránsito una vez cada quince días? ¿O para que los señores banderilleros puedan trabajar los dos brazos que estacionen los autos en la vereda de enfrente? Precisamente, respondí yo, lo habíamos analizado y nos parecía una salida absolutamente racional: qué cada playa constara de dos sectores, uno a cada lado de la arteria vehicular, de forma tal que implementando un sencillo sistema de turnos rotativos los banderilleros pudieran solucionar su problema. La cosa se resolvía con más inversión.

¿Más inversión? ¡Un completo disparate! Imagínese usted el costo que una cosa así podía sobrellevar. Ni nucleándonos todos los dueños de playa de estacionamiento, ni asociándonos con capitales externos se podía lograr algo así. No hay que olvidar la presión que soportaba el sector empresarial en ese momento con el 1 a 1, la apertura indiscriminada a la importación, la ausencia de créditos blandos…

No sé, como le dije, yo de política no entiendo, parece que el dueño no quiso saber nada, la gente esta del gremio se puso dura y bueno, sucedió lo que sucedió: trajeron a esos muñecos de Taiwán a batería, con la cara de Menem, de De la Rúa, esos del piloto amarillo con capucha, ¿los ubica? Y nos empezaron a reemplazar.

“Dios te salve, reina y madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Ruega por nosotros para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo”…

¡La tecnificación, mi Dios! La solución que surgió de esos cráneos fue traer aquellos cachivaches, pagar una indemnización de hambre y dejar en la calle a los 6500 compañeros del sector.

La línea WK27 trabaja con una batería de 324 hp, su sistema de módulo individual permite la incorporación de sensores de presencia y proximidad consiguiendo 215 horas de funcionamiento autónomo. El sistema de programación es superior al de la línea XK10, utilizando sistemas de referencia de base, especificación de posiciones y comando en tiempo real.

Le digo, con los muñecos esos que trajeron yo nunca tuve ningún problema. Es más, me hice muy amigo de uno, lo esperaba hasta el cambio de turno y nos íbamos a tomar unas cervezas por ahí. Qué se yo, me decía: bien o mal somos todos laburantes, para qué embromarnos entre nosotros, ¿no?

Sí, llegaban a eso de las siete y cuarto, siete y media, se sentaban en aquella mesa. Muy callados, pedían una cerveza de litro con una picada, dividían la cuenta. Serios, tranquilos, recuerdo que el muñeco no probaba las aceitunas. No sé, por acá pasa todo tipo de gente, a mi me parecían buenos clientes.

“San Lazaro adorado, que tu espíritu sea mi fe y todo el que a mi lado estuviere, encuentre la fuerza que necesita mi materia para poder llevar las pruebas del planeta en que habitamos”…

En el mes de octubre, recuerdo, la gremial hace una reunión a la que los empresarios no somos convocados. Van a una votación viciada por el resentimiento y la violencia y triunfa el sector encabezado por Carmelo Funes. Ahí deciden los sabotajes, tenemos pruebas fehacientes que en su momento fueron remitidas a la Justicia. Actualmente hay abiertas tres causas en el fuero Penal, en dos de ellas el Sindicato fue encontrado responsable prima facie.

¡No hubo sabotajes!

¿Sabotajes? Sí, escuché a algunos de los muchachos de la playa que lo comentaban, parece que agarraban a los muñecos y les ponían líquido de frenos en las baterías.

¡Fue una catástrofe! Los módulos de golpe empezaron a estacionar los automóviles en cualquier parte, se subían a los capots de los autos, manoseaban a las clientas, se ponían a temblar y les salía un líquido azul por la boca. Nos llovieron los juicios, tuvimos que contratar servicios de seguridad que igualmente eran burlados. Finalmente las playas fueron atacadas por patotas a sueldo y tomó intervención la Gendarmería. ¡En mis años de empresario viví algo así!

“San Genaro, defiéndenos en la lucha, que Dios manifieste sobre ti su poder, es nuestra humilde súplica”.

Entiéndame, en la lucha por los derechos del trabajador hay métodos y métodos, yo no estoy a favor ni en contra de ninguno. Lo que sí le puedo decir es que la negociación tiene un límite. Durante los meses de mayo y junio hubo choques, es verdad y como siempre que sucede algo así, algún inocente termina pagando el pato.

Estuve inconsciente una semana, en terapia intensiva. Tuve fractura de cráneo, un hematoma sangrante en el vaso, 6 costillas rotas, desprendimiento de retina y una quebradura de tibia y peroné en la pierna izquierda.

“Santa María Madre de Dios”. Me lo destrozaron, pobrecito. ¿Por qué? ¿Qué daño pudo haber hecho un chico como él para ser maltratado de esa forma, apaleado como un perro? Es un mártir, pobre santo, la víctima expiatoria de los pecados del mundo…

El problema fue que el pibe se había hecho amigo de uno de los muñecos, los veían juntos, salían a tomar algo. Ese fue el tema. Yo sabía que no pasaba nada, que era inofensivo. Pero, bueno, a algunos de los compañeros se les cruzó entre ceja y ceja, y en uno de los enfrentamientos le dieron para que tenga.

Primero me le deforman el bracito, después lo golpean casi hasta matarlo. “Nuestro hijo, Señor, es también tuyo, y tu paternidad nos consuela”. El Pastor Antúnez por suerte nos brindó todo su apoyo, en la parroquia hicimos una cadena de oración, mi hijito querido iba saliendo, cuando tras cartón llega ese telegrama.

Una cosa rara, después de los choques casi el 80 por ciento de los banderilleros se plegaron a la huelga, él fue uno de los pocos que se mantuvo en su puesto de trabajo y fue al único que echaron.

“Por agitador y violento” prescindían de mis servicios, decía el telegrama. No sé, vio, lo que le puedo decir es que en esa playa yo viví momentos felices, hacia lo que me gustaba, además tenía mis amigos. Y bueno, un día la vida te golpea y te quedas sin nada, es la verdad. Yo después de eso no estuve bien.

Pasó tanto tiempo, la verdad que no recuerdo puntualmente, pero sin dudas el chico ese era uno de los líderes, tenía antecedentes penales, incluso se rumoreaba una cosa un poco enfermiza entre él y uno de nuestros prototipos. Nosotros en ese momento contábamos con información de primera línea que nos proveía la Policía Federal. Ese despido, claramente, funcionó como medida ejemplificadora.

Se alejó de Dios. Por primera vez en sus 25 añitos empezó a beber. “Has clavado, Señor, tu cruz sobre mi alma”. Todo el día metido en la cama, tapado con dos frazadas. Blasfemaba. No sé, pedía por un muñeco. Fue a verlo el Pastor Antúnez y aconsejó un exorcismo.

Cuando un evento traumático desborda la capacidad de objetivación del Ser, sobreviene la crisis. El afecto, el contacto con el Otro, convocan a través de su praxis a un encuentro primario con el Yo. Ser, Cuerpo Objeto y Sensorialidad, entonces actúan como vehículo logrando el compromiso y reconociendo al Otro como puente hacia lo sensitivo.

Yo necesitaba, qué sé yo, contactarme. Yo había hecho una amistad. ¿No sé si me entiende? En los momentos desesperados, cuando uno por ahí está pensando en cometer la peor de las locuras, necesita la palabra de un amigo. Bueno en este caso no la palabra, porque el muñeco no habla.

En la medida de sus posibilidades, el Sindicato lo ayudó. Nos contactamos con la familia, recuerdo a la madre, una mujer medio trastornada, la casa llena de velas. Estaban pasando por necesidades económicas, les llevamos una vianda. El pibe estaba mal, había intentado suicidarse tomando kerosene. La mujer nos contó que pedía por el muñeco de la playa de estacionamiento. Nos pusimos en campaña, nos costó encontrarlo porque tras el conflicto él también había renunciado. Finalmente, lo ubicamos en la feria de San Telmo trabajando de hombre estatua.

¿Bronca? No, yo no tengo bronca. Sé que fue una injusticia, nada más. Por suerte me reencontré con el muñeco, volvimos a charlar de nuestras cosas (en realidad, charlaba yo) Y así, hablando de una cosa y de otra, de golpe surgió la idea.

“Gloria a ti, Señor, en los cielos, y paz para nosotros. Mientras te damos gracias, te consagramos también a nuestro retoño, tú nos lo has dado, lo custodiaremos como tuyo, ayúdanos a recibirlo y educarlo como hijo de bendición”...

Banderas y banderines. Nos pusimos independientes. Empezamos en la cancha de Villa Dálmine y nos fue bien. En poco tiempo nos extendimos y ahora cubrimos toda la Primera B y torneos de ascenso. Incorporamos 10 vendedores, pedimos un crédito para pymes y armamos una pequeña empresa. El muñeco se encarga de la parte comercial y atención de proveedores, mi vieja atiende los pedidos y, aunque no lo necesitamos, yo sigo vendiendo: lo disfruto, vio. El otro día a la salida de Nueva Chicago-Lanus me encontré con un ex cliente de la playa, fue una alegría, dijo que me reconoció por la forma de mover la banderita. ¿Un sueño? No sé, yo soy un tipo tranquilo, que quiere vivir en paz. ¿Le digo, así, lo primero que se me ocurre? A ver... Me gustaría hacer la largada de un Gran Premio de Formula 1, qué sé yo, escuchar el ruido de los motores, de golpe agitar la bandera, que todos arranquen a la vez y ver a la gente con la boca abierta de la emoción. Siempre tuve esa fantasía.

Datos del Cuento
  • Categoría: Cómicos
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