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Villafrutilla

Villafrutilla era un pequeño pueblo precioso, lleno de árboles frutales y con muchas huertas a su alrededor. Las frutas y las verduras de Villafrutilla eran las mejores de todo el mundo. Pero sus habitantes no querían compartirlas con nadie, y se lo quedaban todo para ellos. Y lo que sobraba, lo tiraban a la basura. 

La gente de los pueblos de al lado no entendían por qué los de Villafrutilla hacían eso. "Ni pagado ni regalado, de aquí no sale nada que aquí se haya cultivado", decían los habitantes de este lugar. El motivo por el que se comportaban así era que creían que sus vegetales tenían poderes especiales, y por eso no querían compartirlos con nadie.

Un día, Villafrutilla amaneció sin un solo árbol ni una sola planta en sus huertos. Las verduras y las frutas habían desaparecido. Era un verdadero misterio. Nadie sabía qué había pasado. 

Los habitantes de Villafrutilla recorrieron todos los pueblos de alrededor, esperando encontrar sus plantas y sus árboles. Pero no encontraron ni rastro. De modo que se organizaron en grupos para ir mucho más lejos. Cogieron las frutas y verduras que les quedaban en sus casas y emprendieron el viaje.

Durante meses, los diferentes grupos viajaron por el mundo sin encontrar sus plantas, comiendo las frutas y verduras que llevaban encima, dejando el pueblo desierto.

Pero pronto se les acabaron. Y entonces, necesitaban a alguien que les vendiera algo que comer.

- “Ni pagado ni regalado, de aquí no sale nada que aquí se haya cultivado”- les contestaba la gente. Exactamente lo mismo que ellos solían responder. Y lo curioso, es que a todos los grupos y en todos los sitios les contestaban siempre lo mismo. Así que se tuvieron que conformar con comer bayas silvestres y hierbas del campo.

Desesperados, todos volvieron a Villafrutilla. Cuando llegaron, descubrieron que los árboles y las plantas estaban de nuevo en su sitio y también cogiendo la verdura y la fruta.

- ¿Qué hacéis aquí? ¡Fuera de nuestro pueblo! -gritaron todos a la vez.

Todos se fueron, y los árboles y las plantas volvieron a desaparecer al día siguiente.
La gente de Villafrutilla no entendía nada. Pero el más anciano del pueblo tuvo una idea y llamó a la gente que se había marchado.

- ¡Volved a nuestros campos! -les gritó-. Aquí hay alimentos para todos
- ¿Pero qué haces? ¿Estás loco? -le dijo la gente.
- Esperad y observad lo que ocurre -dijo el anciano.
- Cuando la gente regresó a los campos, los árboles brotaron de nuevo, y las plantas también.

Realmente, nuestros campos son mágicos -dijo el anciano-. Siempre estuvieron ahí para dar de comer a todo el mundo, pero nosotros con nuestra avaricia fuimos incapaces de comprenderlo.

Desde ese día, la gente Villafrutilla empezó a compartir con sus vecinos lo que les daban sus campos. Y cuando más compartían, más tenían. Pues esa era la magia de los campos de Villafrutilla.

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