Tocaron a la puerta. Una joven abrió. Ante ella un señor de baja estatura, barba blanca y una sonrisa. Sobre su espalda llevaba un saco con los años y en una caja unos frasquitos de sentimientos.
Le dijo a la joven que si compraba 2 frasquitos, le regalarìa uno, pero todo dependía de su elección. La joven escogiò el amor y el interès. El anciano, tras pensarlo unos segundos sacò otro pomo. A pesar de ser un pomo oscuro podìa verse su contenido y estando cerrado podìa olerse.
Qué sentimiento más extraño dijo la joven. El anciano se lo entregó, no sin antes advertirle de que era un sentimiento peligroso y bajo ningùn concepto debìa mezclarse con otros sentimientos.
El anciano prometiò volver dentro de algún tiempo. Le dijo que si era capaz, de guardar este sentimiento lejos de los otros dos frascos, y no consumirlo, le regalarìa a su regreso: La felicidad.
El tiempo pasò y como era una promesa el anciano volviò. Tocó a la puerta. La joven ya no era tan joven. Sus ojos habìan perdido el brillo y su cara denotaba tristeza. El anciano preguntò por el tercer frasco. La joven habìa hecho lo que el anciano había pedido. Probó el amor era un sentimiento dulce, pero no era suficiente. Probò entonces a interés. Interés era sabroso, pero se atoraba en su garganta, cada vez que lo comìa. Ante esta situación el olor del tercer frasco, le desesperaba. Si sólo probara un poco no le haría daño. Y un sentimiento de tal olor y color, no podía ser dañino. Pero al probarlo sintiò tantas reacciones que al inicio se asustò, pero su paladar pedía más. Comió entonces insaciablemente, hasta que un sabor amargo apareciò en su boca. Pero aùn asì necesitaba màs de ese sentimiento y debìa saber su nombre. El anciano fue incapaz de complacer a la joven. Era su único frasco, había tocado muchas puertas y sin embargo en el fondo de la caja tenía muchos pomos de felicidad.

MGA(Mayley Gonzàlez Alcover)