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Una tarde de esquí

Carlos tenía un miedo aterrador a la nieve, pero era su secreto y no se atrevía a contárselo a nadie. Cuando iba a las montañas con sus padres y sus primos solía decir que no le apetecía esquiar porque lo que más le apasionaba era hacer fotos. Sus primos le insistían y él nunca accedía. Una vez que llegaban a la estación de esquí se sentía muy triste porque le daba pena no deslizarse por la nieve, no sentir el viento con los esquís bajo los pies o hacer competiciones como los demás con su padre. Su mayor miedo era poner los esquís, caer y romperse una pierna, o resbalar delante de tanta gente y que se rieran de él o perderse entre las montañas. Las visiones que le venían a la cabeza eran terribles. 

Un domingo muy soleado de febrero Carlos se quedó nuevamente sacando fotos entre los caminos de las pistas, las cabañas, los árboles y la luz del sol entre la montaña. Su madre le había insistido mucho en que la acompañara y que intentarían poner los esquís ellos solos, pero él no quería que nadie le viera empezar a gritar de miedo aunque fueran desconocidos. 

Mientras se sentaba en el peldaño de una tienda de alquiler de esquís, levantando su magnífica cámara de fotos, una niña con una gran sonrisa y una cara llena de pecas y le dijo:

-¡Qué cámara tan bonita! Me encantaría tener una igual.

-¿Te gusta? Si quieres te enseño las fotos que he hecho esta mañana -dijo Carlos, pensando que podía ser una buena oportunidad para tener una amiga y no estar solo.

-Genial.

Estuvieron viendo las fotos divirtiéndose hasta que la niña que se llamaba Aurora le dijo:

-Bueno Carlos voy a coger mis esquís ¿Dónde tienes los tuyos?

-Hoy no voy a esquiar +dijo Carlos en voz bajita pues no sabía que decir.

-¿Por qué no? ¿No te gusta? -dijo Aurora animada.

-No, la verdad que prefiero hacer fotos.

-Eso es porque no has esquiado conmigo, hago unos giros muy divertidos y voy a pistas con mayores y me lo paso bien alcanzándolos. 

-No sé…

-¿No será que tienes miedo?

Carlos se quedó en silencio.

-Ven, prueba conmigo y luego ya si lo pasas mal te acompaño hasta aquí y esperas a que vengan tus padres. 

Antes de que Carlos respondiera Aurora ya había ido corriendo a coger unos esquís de su hermano. Le ayudó a ponerlos y en el momento en el que Carlos se vio con ellos puestos se sintió como un superhéroe. Ya había dado un gran paso.

Aurora le cogió de los brazos y lo arrastró hacía delante y Carlos sintió la nieve deslizándose bajo los esquíes y le parecía magia poder moverse tan fácil. 
Se rieron mucho y luego Carlos se quedó de pie y solo, no lo podía creer. Aurora le cogió la cámara de fotos de la mochila y le sacó una foto. Se movieron un rato más despacio y luego ya se los quitaron y fueron hasta la zona donde se habían conocido. Cuando Carlos llegó hasta la tienda con los esquís puestos sus padres aparecieron y le miraron con los ojos muy abiertos:

-¡Carlos! ¿Has estado esquiando? -le preguntó su padre.

-Sí, teníais razón. Tengo una amiga nueva y me ha ayudado a perder el miedo. A partir de ahora creo que podré esquiar con vosotros. 

Los padres lo abrazaron y agradecieron a Aurora la ayuda y todos fueron a tomar un chocolate a la cafetería de la estación de esquí mientras veían las fotos de la cámara de Carlos.

Datos del Cuento
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