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Una navidad para el recuerdo

Buenas noches cariño –le dijo mamá mientras arropaba y daba un beso a Pablo

Mamá, ¿esta noche no me vas a contar un cuento? –le preguntó el niño

¿No eres algo mayor para que te lea cuentos?

¡Por favor mami! – Le rogó Pablo mientras sonreía a mamá

¡Pero mira que eres zalamero! Sabes que no puedo resistirme a tu sonrisa – dijo mamá mientras reía

.

 

De acuerdo, te contaré un cuento muy especial. Cuando era pequeña era mi cuento preferido.

El cuento se titula “Una Navidad para el recuerdo”

Eva estaba nerviosa. En pocos minutos tendrían que salir al escenario a cantar el villancico que llevaban casi un mes ensayando en clase de música. Como eran de tercer curso la profesora había elegido para la clase un villancico bastante difícil. “Adeste Fideles” Era muy largo y además, ¡estaba en latín!

Vamos niños. Nos toca. Tenemos que hacerlo muy bien. Todos vuestros papás os estarán viendo – dijo Ana, la profesora de música.

Eva salió muy decidida, respiró hondo, se colocó en su sitio y el grupo comenzó a cantar.

Fue un completo éxito. Todos los asistentes rompieron a aplaudir incluso alguno se puso de pie.

Después del recital volvieron a su clase y allí celebraron una fiesta donde comieron patatas, gusanitos, bebieron refrescos y tomaron sus primeros turrones y polvorones. Bailaron, rieron, se despidieron y cuando a las doce y media sonó la sirena salieron corriendo de manera desordenada hacia la puerta de salida con gran alegría.

Era 22 de diciembre, los niños de San Ildefonso cantaban los números de la lotería de Navidad y medio país lo escuchaba por la radio mientras los más afortunados se sentaban delante del televisor esperando que saliera el “gordo” y soñando con ser millonarios

Eva estaba tremendamente feliz. Las vacaciones de Navidad habían comenzado y ella las pasaría como todos los años en casa de sus abuelos.

¡Papá vamos! –pidió Eva a su padre mientras esperaba en la puerta con la maleta.

Ya voy cariño, no seas impaciente. Los abuelos no van a ir a ningún sitio – le contestó su padre.

Media hora después habían llegado. Su abuela la esperaba en la puerta y cuando se encontraron se dieron un gran abrazo mientras su abuela se la comía literalmente a besos.

¡Abuela Carmen ya estoy aquí! ¡Qué bien lo vamos a pasar! ¿Cuándo vamos a ir a por la tierra para el árbol? ¿Has sacado ya los adornos de navidad? ¿Vamos a hacer galletas? ¿Iremos a Cortylandia?  ¿Está ya preparada mi habitación? ¿Podré ir mañana a pedir el aguinaldo con mis amigos?

Anda pasa, el abuelo te está esperando –le dijo su abuela con una gran sonrisa.

Su abuelo Ventura estaba sentado en la mesa camilla al calor del brasero.

¡Abuelo! Eva fue corriendo hacia su abuelo lanzándose a sus brazos y plantándole un sonoro beso en la mejilla. Como siempre el abuelo le tenía preparada una sorpresa.

A lo mejor si metes la mano en el bolsillo encuentras algo para ti –le dijo el abuelo divertido

¡Caramelos Pez! Gracias abuelo –le dijo Eva y se lanzó de nuevo a sus brazos.

Después de cenar se encaminaron al dormitorio que fue de su padre cuando estaba soltero. Eva se puso el pijama, ayudó a su abuela a guardar la ropa, se metió en la cama, se bebió el vaso de leche calentita que le había traído la abuela y se durmió casi al instante. Había sido un día agotador.

Al día siguiente Eva se encontró con sus amigos, Silvia y Roberto, y fueron a pedir el aguinaldo por el barrio. En cuanto un vecino les abría la puerta se ponían a cantar un villancico al son de sus escandalosas panderetas. 

¡Trescientas pesetas! –exclamó Roberto. Se repartieron el dinero entre los 3 y cada uno se fue contento a su casa con 100 pesetas en el bolsillo.

Por la tarde Eva y su abuela bajaron al parque con un cubo y una pala y recogieron un buen puñado de tierra para el árbol.

Pasaron parte de la tarde decorando el árbol. El abuelo fue el encargado de poner las luces y Eva subida en una silla puso la estrella en la punta del abeto.

Enciende las luces abuelo, enciende las luces –dijo Eva impaciente

¡Oh! ¡Qué bonito! Seguro que a papá y a mamá les encantará Eva. Les diremos a tus padres y a tus tíos lo bien que lo has hecho este año, y que no se nos ha roto ninguna bola –rió su abuela.

¡Era Nochebuena! Cuando Eva se despertó la abuela ya andaba de arriba abajo por la cocina preparando la cena.

¿Abuela no me has hecho chocolate con churros? ¡Joooo! –preguntó Eva a su abuela con disgusto

Anda ves al salón. Corriendo como una centella se presentó en el salón y allí estaba su desayuno. ¡Qué abuela tan buena tenía! Torrebruno entretenía a los niños en la tele y Eva miraba embelesada.

Por la tarde llegaron sus padres y sus tíos. Su tío Carlos y su tía Mª Carmen con sus respectivas parejas.

Las mujeres se fueron a la cocina a ayudar a la abuela. La casa estaba inundada de ricos olores.

La abuela estaba asando un cordero y la tía y mamá hacían los entremeses, preparaban el marisco y cortaban los turrones.

Era casi la hora de cenar y todos estaban reunidos en el salón, excepto la abuela que seguía en la cocina trajinando con ollas y sartenes.

¿Este año no nos vas a cantar ningún villancico? –le preguntó su tío Carlos

Depende de cómo vaya a ser el aguinaldo –contestó Eva

Una gran carcajada colectiva resonó en el salón.

Mira que listilla ha salido la niña – dijo su padre

“En el portal de Belén han puesto una piedra con pico para que pase mi abuelo y se rompa los hocicos. Ande, ande, ande, la marimorena, ande, ande, ande que es la Noche Buena”

¡Otra, otra, otra! – pedía la familia

Mientras colocaban los muebles para poder poner la mesa grande en el salón Eva iba de un lado para otro esquivando a los mayores.

La cena fue genial. En la tripa de Eva ya no cabía nada más. ¡Qué atracón a comer!

Después de la cena jugaron al bingo, a las cartas y a otros muchos juegos más.  Como todos los años su tío Carlos había traído un cohete que tiraron desde la terraza. A Eva se le cerraban los ojillos pero ella quería aguantar toda la noche.

Al día siguiente amaneció en su cama sin recordar como había llegado allí. Seguramente se habría quedado dormida y papá la había acostado.

El resto de la semana su abuela y ella la pasaron visitando la exposición de belenes que habían puesto en la Plaza Mayor, mirando las figuritas y los artículos de broma de los puestos y mirando los juguetes que le iba a pedir a los Reyes Magos.

El día de Nochevieja amaneció muy frío pero la abuela le había prometido ir a Cortylandia para montar en el tren que habían puesto para los más pequeños. 

Cuando llegaron la fila de niños casi daba la vuelta a la calle así que antes de ponerse a guardar cola fueron a comprar una docena de churritos recién hechos dos vasos de chocolate caliente para aguantar el frío. Dos horas después Eva estaba montada en el tren, diciendo adiós efusivamente a su abuela. 

Vamos hija, que se nos va el 63 y estarán preguntándose donde andan éstas dos – dijo su abuela

La cena fue mucho más tranquila que la de Noche Buena, sus tíos se habían ido de Cotillón, cosa de jóvenes decía su abuela.  Después de cenar  estuvieron viendo en la tele los especiales que se preparaban todos los años y 10 minutos antes de las doce, toda la familia estaba delante del televisor esperando impaciente la llegada del nuevo año.

¡Qué empiezan! ¡Qué empiezan! – gritó Eva

Todos comían las uvas al son de las campanadas.  ¡Feliz año 1984! Al terminar  se besaron y abrazaron deseándose un feliz año nuevo y brindaron con Sidra “El gaitero” El teléfono empezó a sonar estrepitosamente. Y es que todos los españoles se felicitaban el año nuevo a la vez.  El resto de la noche la pasaron viendo el especial que televisión española preparaba todos los años.

¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos, cumpleaños feliz! Era 1 de Enero y Eva cumplía 8 años.

Que poquito quedaba para el día de Reyes. Eva ya tenía escrita la carta. El día cinco fueron a la calle Goya donde los Reyes Magos estaban recogiendo las peticiones de los niños y sus pajes guardaban las cartas.  A las seis empezó la cabalgata y cuando terminó cogieron el metro y luego el autobús hasta casa.

¡Qué nervios! A las diez de la noche, después de cenar y de comerse un buen pedazo de roscón se metió en la cama no sin antes haber dejado frente a la ventana del salón tres vasos de leche, un balde de agua, turrones y mazapanes.

Frente a la puerta de su dormitorio había dejado los zapatos. Esperaba que no estuvieran llenos de carbón…

Evita, hija despierta. Ya han venido los Reyes y te han dejado unas cositas debajo del árbol – dijo la abuela.

Antes de que su abuela terminara la frase Eva saltó de la cama y entró en el salón. Al ver todos los regalos se quedó boquiabierta. Sus abuelos y sus padres contemplaban divertidos como abría los regalos y su carita de alegría al ver que le habían traído todo lo que había pedido.

¡La noria de las barriguitas! ¡La cocinita Rico, con su batidora, su teléfono con sonido y su fregadero! ¡El Nenuco recién nacido! ¡Un estuche de Pumuki lleno de rotuladores Carioca, ceras Plastidecor  y lápices de colores Alpino! ¡Un gran libro para colorear! No se lo podía creer ¡Un Cinexin!

Estaba tan nerviosa que no sabía con que jugar ¡Era el mejor día del año!

Por la tarde llegaron sus tíos con los regalos que los Reyes habían dejado para ella en cada una de sus casas y todos fueron al parque del Retiro donde decenas de niños jugaban felices con los regalos que los Reyes les habían traído.

Eva estaba muy feliz pero a la vez le entristecía pensar que en dos días tendría que volver a su casa y dejar a sus abuelos. ¡Lo había pasado tan bien con ellos!

Eva quería muchísimo a sus abuelos, se sentía especial cuando estaba con ellos. Eran los mejores abuelos del mundo.

El día 8 con lágrimas en los ojos se despidió de sus abuelos y aunque triste sabía que dentro de unos meses podría pasar con ellos las vacaciones de Semana Santa.

Fin.

Qué cuento más bonito mamá – dijo Pablo

Mamá, ¿podré este año pasar las vacaciones de Navidad con los abuelos? –preguntó Pablo

Claro cariño –le contestó su mamá mientras le arropaba y le daba un beso en la frente.

Qué sueñes con los angelitos cariño. Te quiero

Yo también te quiero mamá

Dedicado a mis abuelos Ventura y Carmen.

 

“Os quiero y os querré siempre.

Gracias por haberme hecho tan feliz”

 

Eva Moreno Montilla

4 de diciembre de 2009

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