Ultima imagen de Alfonso

Alfonso Ruiz, moría. El disparo del sicario, le había atravesado el hígado, provocándole un derramamiento de sangre, hacia lo bajo de sus extremidades inferiores. Hizo un esfuerzo por recordarlo todo. Sabía que esta se convertiría en su última vez en que su mente intentaría recomponer el pasado. De algún sitio de sus recuerdos, extrajo el instante en que se bañaba sin tiempo en la chorrera de un río, mientras lo observaba su hermano Luis, con un puño de piedras lizas en las manos. Saltó al momento en que vestido de blanco, recibió la primera comunión, en un recinto religioso recién pintado, ante un cura cadavérico, portador de una mirada enigmática. A esta imagen se remendó la noche en que regaló a su madre una botella de vino, que había hurtado de un supermercado, evadiendo el ojo de la una parpadeante cámara de video. Con sorpresiva nitidez, ubicó el ocaso en que miraba el mar, al lado de Manuela Sánchez, su novia, antes de ésta morir aterrada por los efectos de un ataque cardíaco. Sus recuerdos en blanco y negro, se le volvieron cenizas. Hubo dos imágenes que pudo intercalar, haciendo un esfuerzo sobrehumano. El hombre que le mató a las once y quince minutos de la noche, le había regalado una pila de libros comunistas, a principios de la luna nueva del último año bisiesto. Por influjo de estos y de la situación represiva del país, se había matriculado en una célula del Partido Popular Obrero. En las manos de su matador vio tanto la pila de libros marxistas, como el arma que le había disparado. De esas dos imágenes, antes de expirar, Alfonso Ruiz desechó la traidora y murió con una sonrisa pintada en su boca de manera tierna.