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Trufas de chocolate

Jazmín tiró por accidente al suelo el abrigo de su marido, mientras hacía el aseo de la casa. Cuando lo levantó, de uno de sus bolsillos se asomó una pequeña hoja de papel cuidadosamente doblada. La curiosidad hizo que la mujer lo leyera, aunque sabía que no era lo correcto.



El texto que allí se hallaba era una carta de amor escrita por la amante de su marido, quien le agradecía los buenos momentos que habían pasado apenas una semana atrás.



Jazmín haciendo memoria, recordó que la fecha señalada en la misiva coincidía con el cumpleaños de su pequeña hija. Sin pensarlo dos veces, llamó a su marido al trabajo y le pidió que por favor ese día llegara temprano a su casa, pues debía hablar con él muy seriamente.



En el instante en que él arribó, la mujer le restregó el papel en el rostro y le dijo:



 



– ¡Qué desvergonzado eres Lisandro! No pudiste acompañar a Karen el día de su santo, inventándome que tenías una reunión de negocios muy importante en Miami.



– Mira mi amor, te equivocas. Por favor, déjame que te explique es un malentendido.



– No me interesa nada de lo que tengas que decir, quiero que recojas tus cosas y te vayas de aquí.



Ante tal panorama, Lisandro cambió su táctica y encarando a Jazmín le comentó:



– Pienso que eso que deseas no se va a poder. Te recuerdo que la casa es mía y en todo caso la persona que tendría que irse serías tú. Déjate de cosas, además como si fuera la primera infidelidad de mi parte que ocurre en este matrimonio.



– Tienes razón, perdóname, la que tiene la culpa de que busques calor en otros brazos soy yo. Lo que pasa es que me dolió mucho que le rompieras el corazón a nuestra hija por no acompañarla en su cumpleaños.



– ¿Ya ves como todo se soluciona hablando civilizadamente? Dijo riendo Lisandro, mientras iba camino a su habitación.



Jazmín permaneció unos minutos en la sala pensando cuál sería la mejor manera de vengarse.



De pronto recordó que una vecina le había enseñado varias recetas de repostería en las cuales se usaba el chocolate amargo (la golosina favorita de su marido).



De entre todas las que conocía, eligió la de las trufas de chocolate, pues ahí se podía ocultar fácilmente cualquier sustancia venenosa.



Al día siguiente compró un frasco de veneno y esparció su contenido en la mezcla. Luego usando guantes de tela formó minuciosamente cada pieza y las cubrió con un baño de cacao, para alejar cualquier sabor extraño.



Después fue al colegio a recoger a su hija y la llevó a casa de su abuela.



Aguardó pacientemente a que su esposo llegara y con una sonrisa en los labios le dijo:



– ¿Qué bueno que llegaste?



– Uh, huele muy bien.



– Preparé esta cena romántica para reconciliarnos.



– Muchas gracias mi amor pero… ¿y Karen?



– Por ella no te preocupes, la dejé con mi mamá. Esta noche es de nosotros.



La pareja cenó y rió como hacía décadas. Luego, al momento de servir el postre, Jazmín se levantó de la mesa y le llevó a Lisandro una charola repleta de trufas de chocolate amargo.



 



El hombre comenzó a comer varias de ellas, mientras su mujer sólo se limitaba a observarlo.



– ¿No quieres una Jazmín, están riquísimas?



– No puedo por mi diabetes. Disfrútalas tú, pues en su interior se encuentra lo que siento por ti.



En menos de una hora el veneno hizo efecto, con lo cual Jazmín había consumado su venganza.


Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
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