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Solo en la Quinta.

Solo en la Quinta.




Estoy a un lado de la Quinta Normal, junto al INBA. Quedo la cagá, en verdad la cagué. Todo mal. Estoy dentro del auto de mi suegro. Escapé, huí, pero no se por cuanto tiempo lograre apartarme de todo. La cara que tenía la Naty, la expresión de mis viejos y de la hermana de ella. No se porque lo hice. Estoy mal.
Agarre el auto y partí. La Quinta se ve bien, como siempre la he recordado. No lo puedo entender, siempre hago lo mismo, me odio, demasiado, no lo entiendo, nadie lo debe entender. Sabía que todo estaba pudriéndose desde hacia mucho tiempo. Las cosas no salen como uno quisiera, mi única intensión era poder llegar a casa y sentir que podía estar tranquilo, por una vez sentir que el peso de la culpa no existía. Enciendo la radio del auto, suena Beck con una canción que dice algo así como: Todos conseguimos aprender alguna vez. La apago. Me bajo del auto y camino hacia La Quinta.

Camino por La Quinta, son las siete de la tarde, día sábado. Siempre pense que positivo significaba que todo estaba bien, que era alegre, como propaganda de televisión: “Piensa Positivo”. Pero no. Nunca creí que positivo podía ser tan terrible. Camino y camino. Un día te levantas de tu cama y todo es distinto, un día te levantas y todo se va a la mierda, un día te levantas y ves en el espejo que tu ya no eres el mismo y que todos, por tu culpa ya no lo volverán a ser. Me odio, tengo miedo y quisiera llorar. Solo una noche, solo una noche, una vez basta para que todo cague, no se que me paso. Quisiera estar lejos, quisiera arrancar, perderme, que nadie supiera mas de mi, es probable que tome esa determinación, que lo haga. Quisiera estar muy, muy lejos, pero no se por que estoy aquí, en La Quinta, en el museo de trenes, arriba de uno, con la cuerda de la campana en mis manos, pero sin hacerla sonar. Me bajo y camino. Con La Naty solíamos venir aquí, cuando aun vivía cerca de este lugar, cuando aun era un adolescente. Recuerdo que en uno de los botes de la laguna artificial que hay aquí, me le declare; quería que fuera romántico y perfecto y lo fue. Recuerdo que con ella nos besamos muchas veces, incluso antes de ser grandes, lo hacíamos como un juego de niños sin pensar en lo que terminaríamos. No se como le hice esto, no se como a ella que aprendió a quererme con toda esta culpa, con toda esta tristeza.

Tengo el papel en mis manos, lo miro, lo leo, que increíble, como un simple papel, como una simple palabra puede cambiar tanto las cosas. Camino hacía la laguna, voy a paso lento, casi arrastrando los pies. Debo verme terrible. Creo que no quisiera estar en otro lugar que no fuera este. Cuando era chico venía con mis padres a La Quinta, para mi era genial. Jugaba a la pelota, hacíamos asados, iba a la laguna y me subía a un bote. Siempre recuerdo con agrado este sitio, porque se trataba de una época en que yo era feliz. En que nada nos podía pasar, en donde la niñez te hace ver las cosas de una manera diferente. Después vinieron los problemas económicos, mi viejo vendió la casa y todo se pudrió, como ahora. Este siempre fue mi escondite, mi refugio ante la maldad y las lagrimas que la vida me daba. Me gusta estar aquí.

Los rayos del sol me tocan, me hacen sentir débil, me derrotan a cada paso. No se como enfrentar todo. ¿Que hago?, estoy solo.

La sangre, la sangre fluye, la muerte también. Mi cuerpo esta magullado por la mierda que tengo encima, por la herida permanente que hay en mi corazón. La desilusión es grande cuando te la produce otra persona, pero cuando eres tu el responsable de tu propia desdicha, de tu desgracia ¿Qué haces?. Camino y los recuerdos me acompañan como proyecciones, como pedazos de vida, como imágenes pegadas en el paisaje; en el pasto, yo tirado mirando como anochecía y los guardias empezaban a sacar a la gente de La Quinta; en aquel árbol, cuando me caí y me rompí el brazo, estuve un mes con yeso; en la laguna, cuando quise tomar un papel que flotaba y me caí al agua; en aquella banca cuando le di el ultimo beso aquí, a La Naty, a mi querida Naty; en la entrada, cuando nos despedimos de este lugar, para irnos a vivir lejos, para irnos a morir lejos.

Camino por inercia, como un zombie de alguna película Gore. Paso por fuera del museo de historia natural. Me detengo un momento. El sol pega demasiado fuerte. Una señora esta sentada sobre los escalones de la entrada, se echa aire con el sombrero que llevaba puesto hace unos segundos, la observo; es gorda, muy gorda; a su vez ella mira unas palomas que comen migas de pan que ella misma le da, se entretiene, sonríe, las palomas se le acercan; de pronto se da cuenta de que la miro y se queda pegada, como si me intentara reconocer, como si su memoria tuviese registrado mi rostro pero no mi nombre. Hace una mueca con la cara como queriendo decir que no me conoce y vuelve a mirar a las palomas . Me pongo en marcha y sigo caminando hacía la laguna. Tengo la boca seca. No he dormido, ni he comido nada desde anoche. No se si eso realmente importa después de lo de anoche, no se si realmente algo importa después de lo de anoche.


Llego a la laguna, estoy frente a ella, la cara me suda por el calor. La miro, me hipnotiza. ¿Qué pensara la Naty ahora?, ¿Estará desilusionada, triste, mal?. Me siento en una banca, corre una brisa, un árbol me protege del sol. La Quinta Normal esta repleta de gente que aprovecha la tarde soleada. Miro a unos niños jugar con un perro que corre con la lengua afuera buscando las pelotas que los muchachos arrojan. Personas adultas van y vienen en unos triciclos que tienen forma de Harley. Los rayos de sol se cuelan a través de las ramas del árbol que me protege, y estos me despiertan de este extraño espejismo, en donde creo estar en tiempos ajenos a la realidad, en donde intento introducirme en el tiempo de otro para no ver lo que pasa frente a mis ojos, pero miro el papel que se asoma por el borde del bolsillo de la camisa que llevo puesta y me doy cuenta de que mi realidad es otra.

Una pareja de adolescentes en uno de los botes de la laguna se besa, lentamente, muy lentamente, hacen parecer que el tiempo es eterno, los miro. El contacto de los labios de la muchacha con los del muchacho es tan lento y suave, tan parsimonioso que uno puede adivinar el siguiente movimiento. Sin querer me hacen recordar a La Naty, ¿Dónde estará? ¿Cómo estará?. Una lagrima cae sin previo aviso. Siento mi cuerpo pesado, molido, como si hubiese estado en una fiesta, toda la noche despierto pero sin bailar, sin beber, sin hablar, estoy dolorido. Me duele el alma, el corazón, me duele mi estupidez. Estoy solo. Otra la lagrima acompaña a mis pensamientos.

- Naty- digo en voz alta, sin pensar, sin darme cuenta -, te amo.
- Yo también- responde una voz a mi espalda.

Sorprendido, muy sorprendido me doy vuelta y ella esta ahí. Me mira, sus ojos están rojos, por el llanto supongo. ¿Qué hace aquí?, ¿Qué le digo? ¿Qué hago?. Sentía correr el sudor por la frente. La mire y trate de decir algo, pero mi garganta se atoraba con las palabras que intentaba reproducir. Me aclare, respire e intente hablar.

¿Qué haces aquí?- le pregunte, ella me hace callar con el dedo índice de su mano derecha sobre sus labios. El sol golpea su pelo y lo hace brillar, la brisa lo hace bailar y este se desparrama sobre sus hombros, sobre su cara. Se sienta a mi lado, me mira, posa sus manos sobre mi rostro; sus ojos se ven grandes, extraños. Me siento raro, pequeño, asustado. Mi corazón late arrítmicamente. En su cara veo aceptación, no resignación. Me suelta y mira la laguna, a los adolescentes que se besan.

- ¿Te acuerdas que aquí me pediste pololeo?- me dice sin mirarme.
- Si, cuando todavía vivía por este barrio... ¿Cómo supiste donde encontrarme?
- ....
- Quisiera que las cosas fueran diferentes, pero ¿Qué mas puedo hacer?, estoy solo en esto, no tienes que sentir lastima por mi, por favor, no quiero eso.
- No siento lastima. No estoy aquí por lastima.
- Naty, esto es solo mi responsabilidad, no sé como, pero siempre lo que hago sale mal.
- ¿Qué te puedo decir?
- Nada, no se puede decir nada.
- ...
- ...

Hay una pausa larga en nuestro dialogo. Yo intento pensar en algo que pueda decir pero no se me ocurre nada, mi mente esta bloqueada, siempre me pasa esto cuando ocurre algo grande, cuando la vida juega con nosotros como eternas piezas de ajedrez, cuando el mundo amenaza con estallar en nuestras caras. La Naty sabe que yo soy así, por eso cuando no se que hacer, ella me apoya. A veces no es necesario decir mucho, a veces solo es necesario estar con la persona que esta hecha mierda, como lo hace ahora La Naty conmigo.

Ella me mira nuevamente, de soslayo, pero no veo ninguna expresión en su rostro. Por primera vez desde que la conozco, no se que hacer. Me mira y me mira pero no dice nada, es como si ella también estuviese tratando de robar el tiempo que ya no nos pertenece. Se acerca, se acurruca en mi hombro, yo la abrazo. El sol ya no es tan agresivo, de pronto se oculta y nos da como acompañante al crepúsculo de la tarde, la temperatura empieza a bajar, la angustia también. La luz crea un extraño efecto sobre su rostro, sobre sus redondas mejillas, se ve como opaco, como de otra época, anacrónico. Los guardias comienzan las rondas para avisar a los visitantes que se tienen que ir, el horario de atención ha llegado a su fin, pero nosotros no hacemos caso, nos quedamos tal cual, como si siempre hubiéramos sido parte del paisaje, como lo son un árbol o una banca.

- Naty, creo que ya no volveremos a ser los mismos.
- No lo sé.
- ¿Por qué viniste aquí, como sabias...?
- No lo sé, ¡Ya te dije!.

Silencio. La ultima frase corta el dialogo, en realidad fue el tono de las palabras lo que lo hizo.

Un guardia nos mira pero no nos dice nada. Miro a La Naty, pero ella esta absorta en la laguna, en ese instante me doy cuenta de que esto es mas que un encuentro fortuito, de que la casualidad no existe, yo se lo que va a pasar desde ahora en adelante, y si, todos cambiaremos, ya nada será igual. La abrazo mas fuerte y ella me mira. Esta vez siento que ella también se ha dado cuenta de la situación, me abraza igual de fuerte. Nos quedamos mirando la laguna. Los adolescentes ya no están. El crepúsculo muere mas rápido de lo que quisiera. El guardia de hace un rato se acerca. Nos mira. Vamos a cerrar- nos dice. La Naty me mira y sonríe, con algo de pena en sus ojos. Siempre me gusto este lugar- me dice, mientras se pone de pie. Caminos abrazados hacia la salida.

- ¿Que vamos a hacer con esto?- le pregunto, mientras le indico con la mirada el papel que sobresale del bolsillo de mi camisa.
- No sé- me responde mirando de soslayo, como no queriendo enterarse de lo que le hablo.

Nuestro paso es lento. La tarde se transforma muy rápido en noche. Un día te levantas de tu cama y te das cuenta de que nada será igual, nada. Un día te levantas de tu cama y te das cuenta que todo se fue a la mierda. Un día te levantas y la pena es mas dura, mas destructiva, pero todo es menos doloroso si estas con la persona correcta. Sonrió, creo.

Llegamos a la salida de La Quinta Normal, nos miramos. Hace rato que nuestros pasos son acompañados por el manto agradable de la luna. Su morena piel se ve extraña bajo la pálida luz que proyecta el satélite. Afuera nos encontramos con los adolescentes de la laguna, se besan igual de lento que antes, los miramos. La Naty me mira, sonríe, pero sus ojos no concuerdan con su expresión, yo le respondo con un beso en la cara, ella me aprieta por la cintura. Me siento bien, es raro, sobre todo porque no me debería sentir así. Nos ponemos en marcha, vamos hacia el auto. Ella se ve hermosa, demasiado hermosa, una brisa repentina levanta la negra cabellera que ocultan a sus pensamientos, ellos me rozan y yo respiro el agradable aroma que producen, en ese momento la miro, la distingo y se que ya no es la misma y que nunca mas lo volverá ser y yo tampoco, obvio. La abrazo por la cintura, la aprieto contra mi y pienso que es la persona correcta y que quizás... ya no me encuentro tan solo.

El cuervo__
Datos del Cuento
  • Autor: el cuervo
  • Código: 13123
  • Fecha: 26-01-2005
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 6.32
  • Votos: 53
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2770
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