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Reencuentro

~Ayer se oscureció el cielo cuando estaba poniendo flores en la tumba de mi tío. Fue un hombre de carácter irascible y yo sólo estaba cumpliendo un deseo de mi madre que, por estar postrada, no podía concurrir personalmente en el primer aniversario de su muerte. Con la luz que desaparecía aceleradamente, me alejé del epitafio de bronce que él había elegido para su tumba: “Aquí estoy contra mi voluntad”. No nos habíamos llevado muy bien. Lo recordaba maltratando al personal de su fábrica y, especialmente, a su pobre hijo Lucas. Mi primo tenía una especial inclinación por las artes, pero su padre le impuso la obligación de continuar con la empresa. Lucas abandonó la Escuela de Música y se convirtió en un melancólico ingeniero. Esta fue la razón más importante por la que dejé de apreciar a mi tío. Entre Lucas y yo había un acercamiento muy especial que languideció cuando renunció a la Escuela. Podríamos habernos enamorado y, de hecho, yo lo estaba; pero no podía perdonarle esa debilidad de carácter que aceptaba sin cuestionamientos la voluntad paterna. Nos seguimos viendo en reuniones familiares y, últimamente, me dio en pensar si no lo habría juzgado con demasiada dureza. Un sonido interrumpió mi meditación. ¿Alguien me sigue? Apreté el paso y aceleré la marcha hacia las puertas del cementerio. En la creciente oscuridad, las figuras de mármol y de bronce que custodiaban los panteones parecían cobrar vida. Las pisadas ya no eran producto de mi aprensión. Se habían acomodado a mi carrera y escuché que alguien pronunciaba mi nombre. Asediada por los fantasmas de mis pesadillas infantiles, corrí espantada hacia las luces de la entrada. Mis piernas me traicionaron y aterricé en el suelo hecha un ovillo. Cuando los pasos se detuvieron a mi lado, no me atreví a mirar. Me defendí a los gritos de las manos que me asían hasta reconocer la voz de Lucas solicitándome calma. Abrí los ojos y miré ese rostro añorado que se acercaba al mío con innegables intenciones. Mientras nos besábamos, tuve la certeza de que aquí estábamos por nuestra propia voluntad.

 

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