Caminaba por la noche, aún sin creer lo que vieron mis ojos. Entre todas las personas del mundo aquella estrella me tocó.
Por un desnivel en la acera caí al suelo; y tirado en medio de la calle, comencé a respirar reflexivamente, y el perfume umbrío de aquellas escenas, comenzaron a animarse en el oscuro teatro de la noche...
Comencé a llorar, tratando de apagar aquel sentimiento que ardía en mi alma. Nunca había realizado nada especial que hiciera sentirme diferente, y pasó algo asombroso que cambió toda mi vida...
Dicen que contar o expresar lo que uno guarda en su interno es saludable, pues libera las dudas y los miedos; nunca lo había probado, pero dicen también que, nunca es tarde para aprender. Con aquellas ideas me paré, y busqué a cualquier persona que escuchara la experiencia que aún no terminaba por creer...
Aún estaba oscuro y no muy lejos vi en un parque a un viejo indigente. Me acerqué y me senté a su lado... Casi suplicante le pedí que me escuchara; el viejo asintió, y le conté mi historia:
... Yo era un agente de seguros que desde muy joven trabajaba en el oficio, y me iba bastante bien. En este trabajo hay que estar bien con dios, y con el diablo, pues se debe tener una muñeca muy fina, para saber cuando jalar y cuando aflojar, cuando decir si y cuando no... Por ello, tuve el éxito tatuado en mi frente; acopiando el respeto y el aprecio de mis proveedores y clientes. Sí. Mi vida iba cuesta arriba... rumbo al poder. Tenía treinta años, y la ambición por ser algo en la vida. Había asimilado que, cualquier cosa en el mundo, se consigue con dedicación y esfuerzo, y eso se convierte en dinero, y su correcta administración te lleva al poder, y con el poder se obtiene los jugosos frutos del mundo... Esa era mi meta, y la bandera que flameaba en mi barco era: El tiempo es dinero. Fui selectivo con mis amigos, y amigas. Sí. Mi sueño y mi suerte era ese.
Un día, caminando hacia el trabajo, vi a un tipo que llamó mi atención, pues, tenía un rostro sin edad y un par de ojos y sonrisa brillante; y sin razón alguna, cálidamente, me saludo, como si toda la vida me conociera; sin razonar por qué, le saludé, y seguí mi camino. A partir de aquel día, curiosamente, lo encontraba por la calle; o en el metro, o en un parque, o nos cruzábamos por la misma acera, y siempre me obsequiaba un cálido saludo, haciéndome sentir un ser especial.
Un grupo de conocidos, me invitaron a una reunión. Después del trabajo fui, y me encontré con mis mejores amigos. Para mi sorpresa, también encontré al tipo del rostro sin edad, y, como siempre, me saludo como si fuéramos entrañables; traté de no pensar en él y me dediqué a divertirme. Me puse a bailar, tomar y bromear. Todo era perfecto en aquella noche. Fui al bar a prepararme un trago, y me encontré, cara a cara, con aquel especial sujeto.
- Hola - me dijo - ¿Me recuerdas? - lo miré patitieso, y le respondí:
- La verdad es que no. Hace unos días que lo veo por la calle ¿De dónde nos conocemos? -. Él sonrió y me dijo:
- No importa de donde, lo importante es que deseo conversar contigo -. Lo miré suspicaz, y pensé que era gay -. Veo que tienes mente ágil - me dijo sonriente -. No temas, mi intención no es como piensas, simplemente deseo dialogar...
En ese instante llegaron mis amigos, y me alejaron de él. Seguí divirtiéndome; y de vez en cuando lo observaba, y lo veía tranquilo, conversando o mirando despreocupadamente.
Ya pasaba la media noche, y mis amigos estaban bien groseros y ordinarios. En uno de esos alocados momentos, pasó algo que profundamente me hirió. Yo estaba por sentarme y, no sé quién me sacó la silla y, caí al piso como un saco de papas. El dolor en el culo fue intenso, pero, las risas mordaces me dolieron aún mucho más. Desde el piso miré cada satírica figurilla, y algo espantoso pasó por mi cabeza, pues vi reflejado en cada semblante, la imagen de las partes más dolorosas de mi vida... Vi el rostro de mi novia, al dejarme por el amor de una mujer; el rostro lloroso de mi madre, agonizando delante de mí, cuando aún era yo un niño; el rostro alcoholizado e indiferente de mi padre, llegando a casa con diferentes mujerzuelas; la rebeldía mía, reprimida por las inconscientes patadas de mi padre; mi angustioso rostro, por salir de aquel infierno, de aquel oscuro y terrible pasado... Sí. Todo eso vi, en las caras, que desde el piso, me miraban como pálidas mascaras de carnaval.
Me paré hecho un demonio, y cargado de todo el infierno de mi oscuro pasado, les grité:
- !Por qué me han hecho eso a mí! !A mi!; !Por qué se han burlado de un amigo!...!Hijos de puta! - sin pensar, y lleno de rabia, apreté los puños y empecé a golpearlos; éllos quedaron inmóviles y mudos, ante la imagen de un ser poseído.
- !Son todos unos malditos hijos de puta! - grité, y salí como loco corriendo por las oscuras y húmedas calles de la ciudad. No tenía dirección alguna, lo único que sentía era un fuego que me consumía...
De pronto, comenzó a erosionar el peor de los sentimientos, eran tan terrible que, lo único que alumbró mi conciencia fue la oscura idea de matarme. En mi mente apareció un puente que, muchos lo llamaban “El puente de los suspiros”, y pensé: "!Ah! será el puente de mi último suspiro... "
Corrí alocadamente por las oscuras calles, y vi a mucha gente que desde sus coches me miraban, y yo sentía que hablaban: "Mira, que buena carrera", "Mira, seguro es un ladrón", "Mira, seguro necesita auxilio"; así los escuchaba, al cruzarlos con el coche de mi propia existencia...
Cuando llegué al puente me detuve, y comencé a sudar. Me acerqué al borde y miré hacia abajo. No menos de ochenta metros me separaban del suelo lacrado en piedras; y sentí como si la tierra me llamara como si fuera una sirena; todo me daba vueltas, incliné mi abdomen y sentí como si el universo entero me estuviera observando, y pensé: "¿Por qué me siento ahora así... especial, único?". Me inclinaba balanceando mi cuerpo en el borde del puente, como si estuviera jugando, jugando con el umbral de la vida... De pronto, una mano firme y poderosa me cogió de los hombros, y como si me despertara de una pesadilla, escuché una voz:
- ¿Podemos hablar un momento?
Volteé y ante mí estaba aquel tipo del rostro sin tiempo, mirándome y sonriéndome. La ira de nuevo me poseyó, y le grité:
-!Quién mierda eres tu! – No sé perturbó y con gran sensibilidad me abrazó, y jalándome como si fuera un montacargas, me cargó hacia la berma, y me dijo:
- No me recuerdas... No importa...
- !Déjame hijo de puta! !Quién mierda eres tu! – Me soltó de sus brazos y con una profunda seriedad me miró, dejándome la piel de gallina, y asustado le pregunté - ¿Quién mierda eres? !Quién eres tu!
- Escúchame por favor; la vida es un regalo, que está cubierto de alegrías y tristezas. No tires el milagro que aún no has realizado. Hay algo más que aún debes contemplar; y eso es lo has estado ambicionando durante toda tu existencia... el Amor...
- ¡No, nooo, no te creo! ... ¡Y tu... Quién eres!
- Yo... Soy luz... - me dijo, como si fuera el único sonido en todo el universo, y después no supe qué pasó... Pues vi, como su rostro comenzó a brillar y brillar, cada vez más y más, hasta volverse como un Sol... Y ese Sol creció y creció, hasta que toda la noche en que me hallaba se iluminó, y luego, ante aquella escena, me desmayé...
Cuando abrí los ojos aún era de noche. Las estrellas se prendían y apagaban, como si fuera un árbol navideño; y la luna parecía sonreír graciosamente; parecía que los cielos tuvieran música. Me levanté, y me puse a caminar por la noche tratando de asimilar lo que había sucedido...
Apenas terminé de contar mi historia, me puse a llorar como un niño y, alicaído, me apoyé en el pecho del anciano, que aunque olía mal, lo sentí cálido y fraternal... De pronto, sentí como su mano acariciaba mi cabeza de la misma forma que lo hiciera mi madre; me abrasé al viejo, y en verdad no quise soltarlo; pero algo en mi cabeza cambió, me censuró y reaccionó... Las lágrimas se secaron y la aurora comenzó a florecer, acompañado por el canto de cientos de aves que alababan el nacimiento de un nuevo día...
Me levanté y, casi avergonzado, me alejé sin despedirme del anciano. Ya había dado algunos pasos cuando, arrepentido, quise retornar para agradecerle su bondad y atención... Cuando volteé, no encontré a nadie...
Antes de entrar a mi casa, sentí que algo en mi se había iluminado; entendí con alegría, que el amor y la bondad estaban siempre a mi lado... en el fondo de mi soledad. Que la vida era un regalo para mí, que todo tenía sentido cuando un poco de su magia se manifiesta para mí... Haciéndome sentir único, amado… especial.
Joe 20/06/03