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Por Mexicali

 Ay mamacita, qué miedo, el Chellín y la Pamella por la autopista.

Pócolo no se daba abasto con tanto sobresalto.

Habían pasado muchos atardeceres desde que acompañó a Norsi-Bo en aquel proyecto que tan gratos recuerdos le dejó pero más aún en el cúmulo de experiencia que pasó a engrosar su capacidad como ingeniero especializado en definir procesos constructivos.

En esa ocasión no fueron pocas las ocasiones que la audacia de Norsi-Bo crispó los nervios casi al límite del colapso y que por primera vez en sus casi ochocientos años de vida, Pócolo conoció los sinsabores de la taquicardia combinada con la hipertensión que redundó en una fortísima cefalalgia que le hizo ver estrellas, cometas y centellas y que cualquier ruido o sonido por débil que fueran resonaría en sus adentros cual estruendo de todas las salvas que pudieran haber saludado al más prominente personaje de la historia.

La aventura en la que se embarcaron en esa ocasión sus otros dos dolores de cabeza virtuales o sea, Pame y Chellín se derivó de la invitación que les hicieron dos primos, bueno hijos de un sobrino de Norsi-Bo o sea que en realidad y de acuerdo a un árbol genealógico resultarían emparentados como primos segundos aunque en eso de los lasos consanguíneos, Pócolo no era precisamente un erudito, de manera que prefirió identificarlos como Marianita y Arma I. Esto de I se debía a un verdadero arrebato de imaginación y que siendo hijo de Armando que a la vez era hijo de otro Armando pues fue poco el ingenio que invirtieron a su nacimiento y su padre decidió llamarlo igual que su padre e igual que él mismo, pero esto de los nombres resulta un verdadero embrollo en el cual no tenía ni la menor intención de invertir un solo instante y menos cuando ya tenía bastante con cuidar de los pasos no siempre confiados de sus encomiendas, Pame y Chellín.

Ya había estado en la Ciudad e Tijuana acompañando, desde luego a Norsi-Bo en alguna otra encomienda ingenieríl de lo que entendía harto, bastante muy poco lo que en otras palabras se acerca a ¡Nada!.

En aquella ocasión y a no ser su estancia en las ciudades que comparadas con la Ciudad de México resultaban algo así como simples pueblos grandes con mucho interés de parecerse a las poblaciones del norte de la frontera y alejarse lo más posible de sus raíces y que decir de las carreteras que en su rectitud, por lo recto, ya que conduciendo un automóvil podía haberse trabado el volante de la dirección sin la menor preocupación de que el vehículo abandonara la cinta asfáltica y por lo tanto resultaban tan aburridas como una clase de Formación Humana situación que animó a Pócolo a iniciar un Diario en el cual se propuso anotar los pormenores de las aventuras de Pame y Chellín.

Empezó a escribir lo siguiente:

 Para disfrutar del descenso de la Rumorosa, primero abandonamos una mañana temprano "La Ciudad de los Peligros" (Tijuana) de tan no gratos recuerdos, recorrimos aproximadamente doscientos kilómetros que separan las ciudades fronterizas de Tijuana y Mexicali (Algo así como Sodoma y Gomorra versión mexicana).
 No, no nos echamos los doscientos kilómetros en una jornada. Lo hicimos en tres y en nuestro camino conocimos algunos lugares interesantes de los que a continuación les voy a platicar.
 ¡Vamos allá!
 Casi una hora nos llevó salir de la ciudad de Tijuana. A pesar de que las seis de la mañana (las ocho en México, la ciudad de México quiero decir, para mi y para muchos, la Ciudad de los Doberman) pudiera parecer una hora muy temprana, la maquinaria que mueve esa gran urbe ya estaba poniéndose en marcha para entonces. Las trabajadoras y trabajadores (como diría uno de los presidentes de este tan bello y sufrido país), todavía medio dormidas (esto lo digo yo o al menos eso aparentaban ya que el que no cabeceaba aprovechaba el tedio de su corto viaje con un último sueñito, o “Coyotito como decía la Abue Pera), se dirigían a sus puestos de trabajo en las zonas industriales por las que caballeros pedaleantes circulaban a lomos de su respectiva jaca de acero a la búsqueda de la carretera libre para Tecate.
 La calma relativa con que transcurrió el paso por la zona urbana se transformó por completo al conectar con la carretera Federal número dos.
 No sé cuánta gente había optado aquella mañana de jueves veintiuno de agosto por la otra alternativa, la carretera de cuota, pero doy fe de que la libre estaba muy animada. Carretera angosta, ausencia de arcén lateral, un par de sustos con mis amigos traileros.
 Todo ello me intimidó de tal modo que recé por que decidieran. ¿Regresarse a Tijuana? , Pero no, lo que decidieron fue buscar cualquier camino posible antes que circular por aquel infierno. Y así pedalearon hasta Tecate (unos cincuenta kilómetros), unas veces por caminos de tierra en paralelo a la carretera principal, otras en sentido contrario a la circulación y las menos, cuando no existía otra alternativa, por la carretera federal monitoreando constantemente el espejo y encomendándome a Diosito para que nos echara la mano en aquellos difíciles momentos.
 Tanta protección y pedaleo "off-road", o sea “Fuera de Carretera” hizo que mis piernas y mi mente solicitasen un merecido descanso, así que cuando llegamos a Tecate no tuve muchas dudas en quedarme a descansar en esa ciudad, también fronteriza. El lugar más económico que encontraron fue el Hotel Juárez, ciento cincuenta pesos, en el número 230 de la Avenida Juárez. Obvio que no es un paraíso y sí acaso se trata de asignarle calificación con estrella no alcanzaría ni un asteroide, pero si uno desea pasar de mojado al otro lado seguro que allí te dan razón.

 En Tecate se encuentra la Cervecería Tecate, una marca de “Chela” o de “Cheve” o “Rábanos” (por su color), como dicen allí, que se consume mucho en Baja California y en Sonora, ambos Estados en el noroeste del país. Como no teníamos mucho que hacer allí nos fuimos hasta la fábrica para ver si nos daban chance de visitarla. En estas que llegamos a la puerta y Chellín le preguntó al custodio, guardia o vigilante:

 "Buenas tardes señor, ¿Es posible visitar su fábrica?"

 Y que le responde:

 "Claro que sí señor. La próxima visita guiada es a las tres. Pásenle y tómense una cerveza de cortesía".

 Totalmente sacados de onda nos dirigimos al Jardín Cerveza y allá nos sentamos a tomarnos nuestras respectivas “Chelas”. Después Alma, una linda mushasha, (Así suena) que se acerca y dirigiéndose a Chellín y que le ofrece una visita guiada completamente personalizada para él solito porque no incluyó a Pame ni a mi, bueno a mi no podía haberme visto ya que por lo general siempre estoy invisible a los ojos de los humanos. Y eso a pesar de que había más personas interesadas).

 La reacción de Pame no se hizo esperar y por poco y descuenta a Alma pero en ese momento ya junto con Chellín habían iniciado tan singular visita.

 Alma le contó muchas cosas acerca del proceso de fabricación de la cerveza, la historia de la marca Tecate y lo llevó a las diferentes secciones de la planta. Chellín, la neta, la escuchaba pero estaba tan sorprendido con la simpatía, la buena onda y la profesionalidad con que desempeñaba su labor aquella mushashita que sólo captaba algunas cosas que luego mentalmente no lograba conectar. Aún con todo, sí nos pudo contar que le llamó la atención la limpieza de todos los lugares por los que transitaron y el alto grado de automatización del proceso de elaboración de la cerveza, que reduce el personal que trabaja en la planta a unos cuantos técnicos encargados del mantenimiento de las máquinas y otros que vigilan la calidad del producto para lo cual es imprescindible que sea “Catada” personalmente por expertos que se distinguen por su desarrollado sentido tanto del gusto como del olfato. Cuando se despidieron, Alma le disparó otra cerveza y le regaló un bidón para que lo llenase de. agua y lo llevase en la bicicleta para la travesía.

 Huelva tratar de explicar la reacción de Pame que durante el tiempo que duró la visita no articuló palabra alguna.

 En resumen, la fábrica Tecate, en general nos causó una excelente impresión. Las visitas guiadas se realizan de lunes a viernes, a las doce del día a las tres de la tarde.

 Tiempo después Chellín comentaba;

 Sí se tiene la fortuna de que sea Alma quien les acompañe en su visita, díganle que a puntito estuvo de hacerme cambiar la Victoria por la Alma, quiero decir por la Tecate.

 Ya vale de "Hacer Publicidad" o lo que es lo mismo aunque diferente; “Basta de Comerciales”.

 Mejor les sigo platicando de cómo continuamos nuestro viaje a La Rumorosa, pequeña localidad de sugerente nombre ubicada entre Tecate y Mexicali. Esa jornada agarramos un poquito más de confianza a eso de pedalear por la carretera y había menos circulación, de modo que lo único que tuve que hacer fue poner un ojo en la carretera y otro en el espejo derecho para observar a Pame y con el izquierdo a Chellín. Él con una sonrisa que tardó varios días en desaparecer y ella con una cara de pocos amigos que también tardo los mismos días en desaparecer.

 Claro que de vez en cuando observaba en el espejo la presencia de un objeto voluminoso acompañado de ese melodioso sonido inconfundible de los traileres mexicanos, el mismo que comienza a hacerse presente en mis peores pesadillas, directamente me salía por voluntad propia del cuadrilátero y retornaba a él cuando la amenaza había pasado. En mi camino (sesenta kilómetros) la mayor población que encontramos fue El Hongo, aproximadamente a la mitad, así como varios ranchos reconvertidos en lugares para el esparcimiento familiar con posibilidad de acampar.

 Entre los kilómetros setenta y dos y setenta y tres de la carretera federal, o sea la libre número dos , poco antes de llegar al poblado de La Rumorosa, se encuentra la desviación para llegar al Sitio Arqueológico El Vallecito al cual se tiene acceso únicamente de miércoles a domingo, de ocho de la mañana a las cinco de la tarde horas y que te cobran una admisión de veintitrés pesos pero que no te dan boleto, solamente te ponen un sello en el dorso de la mano izquierda, pues en este lugar se conservan vestigios de pinturas rupestres. La desviación está junto al restaurante "El Chipo" y se recorren un par de kilómetros antes de llegar a este Sitio Arqueológico.

 Allá nos fuimos con ganas de saciar la sed de pinturas rupestres de las cuales Chellín es un fanático empedernido y más considerando que las de la Sierra de San Francisco en Baja California Sur las habíamos eludido en nuestro recorrido. A pesar de que unos metros antes de llegar al Sitio Arqueológico un cartel anunciaba

"No podrán visitar las pinturas sin la compañía de un custodio".

 El custodio que nos tocó en suerte, después de indicarnos el itinerario a seguir, nos dejó a nuestro libre albedrío, bueno en realidad al de Chellín. Y así nos fuimos caminando entre el Resguardo del Tiburón, el Diablito, el Hombre Enraizado, el Astronauta, el Indio y los Solecitos. Bueno, qué quieren que les diga. ¿La neta? Me gustaron más las piedras sobre las que estaban las pinturas y el espacio donde se localizaban que las pinturas en sí. Aun reconociendo su innegable valor histórico y cultural, algunas de las pinturas me costó trabajo localizarlas, otras de plano no las vi. Claro, como allí no había custodio que me indicase donde estaban "Los Dibujitos".

 Para quienes les gusten las historias relativas a los conocimientos astronómicos de los antiguos pobladores de estas tierras les diré que en el llamado resguardo del Diablito, en el solsticio de invierno por ahí del veintiuno de diciembre, un rayo de luz solar penetra al resguardo por la mañana y toca directamente los ojos de la figura humana pintada de rojo, conocida como el Diablito.

 Y por si alguien se pregunta por el significado de estas pinturas aquí les va lo que leí en una de las placas informativas del Sitio.

"Las pinturas rupestres y los petrograbados no constituyen un lenguaje escrito, sino una forma de comunicación de mensajes que quizá estuvieron relacionados con ciertos acontecimientos, seres mitológicos y puntos geográficos. Es muy difícil desentrañar el significado de las pinturas. ¿Sería éste un sitio ceremonial?"

 En el Sitio Arqueológico El Vallecito es posible acampar. Junto a la entrada hay un lugar con mesas y asadores. También hay sanitarios impecablemente limpios. No es ironía, lo que más me llamó la atención del Sitio Arqueológico El Vallecito, además de las piedras, fueron los sanitarios: limpios, papel para secarse las manos, papel para limpiarse aquí y allá y lo otro. Un auténtico lujo. El caso es que Pame, para estas alturas ya había digerido su enojo, y Chellín empezaron hacer planes para acampar allí pero después de leer el cartel que rezaba

"PRECAUCIÓN.
En este sitio habita la víbora de cascabel. No ataca si no se le molesta"

 Pame exclamó: ¡Miedo!, ¿Y si a una hermana víbora de cascabel, a pesar de no ser molestada por persona alguna, se le antoja una probadita de estas piernas torneadas y esculturales que gasto desde que me encuentro pedalee y pedalee por el México lindo y querido?. No mamacita, mejor salimos La Rumorosa.

 Y así fue como llegamos al Hotel Rumorosa, ciento cincuenta pesos, el único existente en la localidad y convenientemente ubicado al pie de la carretera para que nuestros sueños tuvieran como banda sonora el melodioso rugido de los motores de los tráileres. Mientras Pame y Chellín dormían a pierna suelta aprovechando una de esas raras cualidades naturales con las que habían sido dotados desde su mismo nacimiento, yo trataba de conciliar el sueño y solo estaba pensando en el cartel que, unos kilómetros antes de llegar a La Rumorosa. Anunciaba que nos encontrábamos a una altitud de mil trescientos metros sobre el nivel del mar. Teniendo en cuenta que la ciudad de Mexicali se encuentra a menos cuatro metros sobre el nivel del mar llegué a dos conclusiones: el descenso de La Rumorosa iba a estar cañón y si a la altura a la que me encontraba se sentía calorcito al más puro estilo de Mexicali, que no se encuentra en la costa sino en el interior, debía de ser un auténtico horno. Sabias deducciones que en la mañana siguiente tuve oportunidad de comprobar. La primera sorpresa fue cuando, tras dejar atrás el poblado de La Rumorosa, apareció ante nuestros ojos una carretera de cuota, de esas que llegaron a llamar autopista.

 Pame, siempre precavida echó mano de un mapa de Baja California y por más que lo miraba no encontraba otra alternativa para llegar hasta Mexicali. En España las bicicletas tienen prohibido acceder a las autopistas. En México no lo tengo claro. Como aquí casi todo es posible. ya ves que te puedes para la luz roja del semáforo y no-pasa nada, o te metes en sentido contrario y no-pasa nada El caso es que mejor optó por acercarse a la caseta de cobro.

 Yo temeroso de que fueran a frenar en seco mi deseo de experimentar las sensaciones que sin duda llevaba aparejado el descenso de La Rumorosa.

 Buenos días amigo, ¿Las bicicletas también pagan?.

 No, señorita. Pásele pero se me van por la orilla.

 Gracias.

 Primer obstáculo superado. La bajada de La Rumorosa consta de veinte kilómetros, en los que se pasa de una altura de 1300 metros a otra de más o menos cero metros. Ni las imágenes ni mis torpes palabras son capaces de reflejar lo que se siente encima de una bicicleta bajando por aquel lugar. No se necesita pedalear y yo agarrado a veinte uñas a pedales y manubrio.

 La carretera es de dos carriles para el sentido de bajada y no discurre junto a la de subida sino que cada carretera es independiente como los “Free Ways” gringos. La carpeta asfáltica está impecable, excepto algunas zonas en las que presenta ondulaciones entonces ahí parecía que entrábamos a una cama vibratoria. No existe cota lateral así que uno debe agarrar uno de los dos carriles como si fuera un vehículo rápido. A lo largo del descenso existen varios lugares para descansar y que además son miradores que desde lo alto cual atalaya permiten llenarse la vista de espectaculares que aunque desérticos fijan a la pupila un cierto encanto con una gama en igual color y diferentes tonalidades diferenciando el ocre de la tierra con el azul intenso y sin nube alguna del cielo.

 Pame iba bajando por allí pensando en voz alta:

 Que no venga camión, que no venga camión

 .Yo estaba tan entusiasmado disfrutando del paisaje que me rodeaba que poco me faltó para caerme en un par de ocasiones. Afortunadamente, la libré ya fuera con habilidad o haciendo uso de mis cualidades de duende.

 Conforme vas bajando sientes cómo cada vez un aire más caliente acaricia tu cara, tus manos, tus piernas. Piensas en los frenos de tu bicicleta, imaginas el espesor de las piezas que hacen fricción sobre el rim, su temperatura. Cuando un carro te rebasa sientes que eres afortunado por poder transitar por esa carretera de dos carriles. Al mismo tiempo imaginas el esfuerzo que han debido hacer quienes en lugar de encontrarla de bajada como tú, se toparon con ella de subida. Intentas imaginar cuántos altos en tu camino deberías realizar para subirla, cómo se sentirían tus piernas una vez coronada la cima. Recordé uno de los refranes de la Abue Pera; “De bajada hasta las calabazas ruedan”.

 Y de tan entretenido que estás con todos estos pensamientos, casi sin darte cuenta, llegas al final y exclamas: ¡Ya me gané La Rumorosa! ¡Y sin caerme! De ahí en adelante todo será distinto y no importa que no hayan sido los paisajes que se agarran en la Vuelta a Francia te deja un sabor de boca de satisfacción que nunca podrá ser superado por nada.

 A continuación viene un terreno parejo, con alguna señal advirtiendo de la peligrosidad de las tormentas de arena. Prontito y en menos que canta un gallo llegamos a Mexicali, a sus grandes avenidas, mismas que tienes que recorrer para llegar al centro de la ciudad. Ya estás en "el infierno", en la ciudad del verano de seis meses, la otra cara de St. Paul o San Pablo para Pame. El calendario señala el día de hoy la fecha de veintitrés de agosto.

 Marianita y Armando I ya estaban esperando a sus primos y los recibieron con una jarra de agua de limón de la que dieron cuenta cual náufragos recién rescatados.

 Los abrazos, la bienvenida y el inmediato plan para los días que pasarían con ellos no se hicieron esperar.

 Desde la ventana de la habitación todo parece en calma pero cuando traspasas la puerta, el calor te golpea como un derechazo al mejor estilo de Mouhamed Ali o Cassius Clay para los más viejos.

 Pame y Chellín no se atrevían a salir de esa habitación con aire acondicionado pero ya hacían planes para la próxima semana.

 Mientras yo descansaba y me recuperaba de aquella tan singular travesía en bicicleta pero sobretodo del calorcito que en pocos lugares he sentido.

Pócolo, Verano de 2008
Datos del Cuento
  • Categoría: Sin Clasificar
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