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Parábola de nieve i lluvia

En un remoto rincón de la selva amazónica vivia un pueblo feliz. No era un pueblo guerrero, ya que su aislamiento entre el rio Marañón y la intrincada red de afluentes del Amazonas les había librado siempre de posibles enemigos. Sus costumbres no habían cambiado en centeneres de años.¬ Conocían los secretos de la caza con cervatana. Sabían de las cualidades mortíferas o curativas de las substancias vegetales.¬ En especial había una planta de pequeñas hojas redondeadas, que una vez seca masticaban con fines rituales enocasiones especiales.¬ La llamaban "coca". Vivian desnudos, pero no sentían vergüenza por ello. Al paso de los años vivieron ignorantes del esplendor del imperio Inca. No se enteraron de la presencia de Pizarro, Orellana, o Alvar Nuñez Cabeza de Vaca. No supieron de Simón Bolívar "el Libertador", y tampoco de las mortíferas "ayudas" de Ronald Reagan a Nicaragua. Un día unos antropólogos descubrieron la existencia de este pueblo incontaminado.¬ Conscientes de los graves peligros de aculturación violenta, que ha sumido en la miseria y la degradación a tantos pueblos llamados "primitivos", los antropólogos decidieron intentar conservar el aislamiento. Sólo de tarde en tarde enviaban a uno de ellos a convivir una corta temporada.¬ Tomaban notas, aprendían su idioma y sus costumbres, y muy rara vez les aconsejaban en pequeñas cosas, pero sin presentarles ni enseñarles avances tecnológicos que no podrían asimilar de una manera brusca y precipitada. Así las cosas, un grupo de traficantes de cocaína tuvo conocimiento de este pueblo aislado y feliz.¬ Y de lo apropiado del lugar para establecer plantaciones clandestinas de coca:¬ la imprescindible materia prima para su enriquecimiento, a costa claro está, de la ruina física y moral de miles de seres humanos. Invadieron el pueblo, tomaron por la fuerza a sus habitantes, obligando a los hombres a trabajar en el cultivo de la coca, y a las mujeres a prostituirse. Enseñaron a algunos el manejo de las armas de fuego, para que les ayudasen a tener controlados a sus esclavizados hermanos de raza. A otros les instruyeron en las técnicas de procesamiento industrial de la coca para obtener la fina y mortífera "nieve". Cuando llegaba un antropólogo para su pacífica misión de investigación y ayuda, era asesinado para mantener al mundo exterior ignorante de lo que allí pasaba. Pero una vez, uno de ellos pudo escapar a tiempo y pudo revelar los hechos al mundo civilizado. Se enviaron tropas especializadas. Se produjo una terrible lucha en la que murieron casi todos los traficantes y la mayoría de indígenas armados y corrompidos. Quedó un reducido grupo, que hubo de emprender la difícil tarea de reconstruir su antiguo modo de vida. Quemaron los campos de coca y la pequeña fábrica. Pero habían conocido al hombre "civilizado" y sería ya muy difícil poder llegar a olvidarlo.
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Bueno, pienso que éste podría ser un guión bastante válido par una película americana "de acción". Tiene prácticamente todos los ingredientes para ser taquillera: Un poco de erotismo bucólico, con las bellas indígenas bañándose en los riachuelos de la selva. La abnegada labor de los conscientes antropólogos. Una buena dosis de violencia y corrupción a cargo de los traficantes de cocaína. Y por último la imprescindible actuación de los "servidores del orden", con su elevado sentido de la justicia, y su aún más elevado poder de destrucción...
Lástima... Lástima que el guión no sea mío.¬ He de reconocer que lo he copiado. Claro está que he introducido un par de variaciones espacio-temporales. En el original la acción pasaba a unos miles de kilómetros, concretamente en el medio oriente.¬ Y ocurrió hace también algunos miles de años: antes del Diluvio. Sí, el de Noé con su arca, ese Diluvio. Para dar fe de mi honradez literaria transcribo literalment el fragmento del "Libro de Henoc" objeto delplagio:

"Así pues, cuando los hijos de los hombres se hubieron multiplicado, y les nacieron en estos días hijas hermosas y bonitas, y los Angeles, hijos de los cielos, las vieron, y las desearon, y se dijeron entre ellos: "Vamos, escojamos mujeres entre los hijos de los hombres y engendremos hijos". Entonces Semyaza, su jefe, les dijo: "Temo que quizá no queráis (realmente) cumplir esta obra, y yo seré yo solo, responsable de un gran pecado". Pero todos le respondieron: "Hagamos todos un juramento, y prometámonos todos con un anatema no cambiar de destino, sino ejecutar realmente (ese destino)". Entonces todos juntos juraron y se comprometieron acerca de eso los unos hacia los otros con un anatema.¬ Así pues, todos ellos eran doscientos, y descendieron sobre Ardis, la cima del monte Hermón; y lo llamaron "monte Hermón" porque es sobre él donde habían jurado y se habían comprometido los unos con los otros con un anatema. Y he aquí los nombres de sus jefes: Semyaza, su príncipe, Arakib, Aramiel, Kokabiel, Tamiel, Ramiel, Daniel, Ezequiel, Baraquiel, Asael, Armaros, Batariel, Ananiel, Zaquile, Samsapeel, Satariel, Touriel, Yomeyal, y Arazeyal. Esos son sus jefes de decena. Estos, y todos los otros con ellos, tomaron mujeres, cada uno escogió una, y comenzaron a ir hacia ellas y a tener comercio con ellas, y les enseñaron los encantos y los encantamientos, y les enseñaron el arte de cortar las raíces y (la ciencia) de los árboles. Asi pues, éstas concibieron y pusieron en el mundo grandes gigantes cuya altura era de tres mil codos.
Ellos devoraron todo el fruto del trabajo de los hombres, hasta que éstos no pudieron alimentarles más. Entonces los gigantes se volvieron contra los hombres para devorarlos. Y empezaron a pecar contra los pájaros y contra las bestias, los reptiles y los peces, después ellos se devoraron la carne entre ellos, y se bebieron la sangre. Entonces la tierra acusó los violentos. Y Azazel enseñó a los hombres a fabricar las espadas y los machetes, y el escudo y la coraza del pecho, y él les mostró los metales, y el arte de trabajarlos, y los brazaletes y los aderezos y el arte de pintarse los ojos con antimonio y de embellecerse los párpados, y las más bellas y más preciosas piedras y todos los¬ tintes de color, y la revolución del mundo. Y la impiedad fue grande y general, y ellos fornicaron, y ellos erraron, y todas sus voces fueron corrompidas. Amiziras instruyó los encantadores y los cortadores de raíces, Armaros (enseñó) a romper los hechizos, y Baraquiel (instruyó) los astrólogos, Kokabiel (enseñó) los presagios, y Tamiel (el significado) del aspecto de las estrellas, y Asdariel enseñó el curso de la luna. Y en (su) aniquilación los hombres gritaron, y su clamor subió al cielo. Entonces Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel miraron desde lo alto del cielo, y vieron la sangre esparcida en abundancia sobre la tierra y toda la injusticia cometida sobre la tierra. Y dijéronse el uno al otro: "Esta es la voz de su grito que la tierra desolada grita hasta las puertas del cielo".¬ "Ahora es a vosotros, santos del cielo,a qienes se lamentan las almas de los hombres; ellos dicen: "Llevad vuestra causa ante el Más Alto".

La diferncia con mi relato es que Henoc, el bisabuelo de Noé esta narrando un hecho histórico. Perdón... ,la historia empieza con la aparición de la escritura. ¬¬Los Sumerios, creo, con unas tablillas de arcilla llenas de incisiones triangulares. Antes, ya se sabe... , las tradiciones orales. Vaya usted a saber lo que llegaría de estos relatos después de centurias o milenios cabalgando de boca en boca. Pues eso, los mitos de origen, rebosantes de simbolismos, poéticos, a veces hermosos, pero nunca históricos. Por suerte nuestras universidades rebosan de sabios y eruditos que nos apartarán de interpretaciones erróneas, a través de una intrincada maraña de símbolos. Jamás cometeremos el pecado cultural de entender que lo que estos relatos nos cuentan pueda ser simplemente lo que nos cuentan.
Y es que el bueno de Henoc, saliendo de la noche de los tiempos con su increíble historia de ángeles lascivos, hiere profundamente nuestra sensibilidad de hombres cultos del siglo XX, conocedores racionales de nuestra historia y nuestros orígenes.

Quizá algún día nos atrevamos a leer en las páginas no escritas de antes de la Historia. Y quizá entonces Rama, Kukulcán, o el Arcángel San Miguel tengan algo que decirnos.
Datos del Cuento
  • Autor: OriolQQ
  • Código: 17899
  • Fecha: 31-12-2006
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.74
  • Votos: 47
  • Envios: 0
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