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Categoría: Ciencia Ficción

Misión Athena: Cap 6. La subasta.

Samuel Smith observaba con atención la enorme pantalla desplegada en su despacho. La imagen que se proyectaba en ella le devolvía la visión de varios hombres trajeados. Era evidente que se trataba de personas con poder, acostumbradas a tomar decisiones y que éstas fueran respetadas.

La clase de gente a la que no le gusta perder.

-Caballeros, vamos a empezar la subasta.-anunció.

Las patentes y resultados de las investigaciones de Athena eran subastadas al mejor postor entre las corporaciones empresariales.

Samuel creía que éste era un sistema justo que, por una parte, ayudaba a financiar parte de la misión y, por otra, contribuía a transferir las tecnologías descubiertas a las compañías. Por su parte, ellas se encargaban de ponerlas a punto y que estuvieran disponibles en el mercado en el menor plazo posible. De esta manera, los ciudadanos disfrutaban antes de nuevos productos y las corporaciones conseguían importantes beneficios. Todos ganaban.

Uno de los hombres trajeados interrumpió al director del Athena. Manoseaba sin parar una bola de goma, de esas que supuestamente ayudan a controlar el estrés. Era una costumbre que irritaba profundamente a Samuel Smith.

 -Antes de empezar, -dijo aquel hombre- quiero hacer constar en el diario de sesiones el rechazo de la empresa Alastair a este sistema.

Samuel frunció el ceño, ligeramente enojado. Nunca había tenido gran simpatía por aquel hombre. Era un personaje nervioso que le intranquilizaba. No se explicaba como aquel individuo había llegado a ser el director de operaciones de la empresa Alastair, una de las rivales más importantes de Weyland-Yutani. Lo consideraba un cretino sin una formación digna para entender la importancia de las investigaciones que se desarrollaban en Athena. Además, no era científico, sólo un chupatintas más al que únicamente le preocupaban los beneficios y los accionistas. Y siempre daba problemas en las subastas.

-Como director de la misión Athena y responsable científico tengo que recordarle que este tema ha sido tratado en numerosas ocasiones y las reglas están claras para todos.-Sentenció Smith.

Pero el director de Athena sabía que Alastair tenía cierta razón en las quejas que presentaban incansablemente, una y otra vez.

Aunque la Federación de Naciones Unidas era quien gobernaba en última estancia en Athena, y los únicos a quien Samuel Smith rendía explicaciones, la mayor parte del dinero que recibía la misión provenía de Weyland-Yutani. Y Athena era una gran operación de imagen para Weyland: La enorme compañía buscaba limpiar la nefasta percepción que los ciudadanos tenían de ella, a la que culpaban por haber dado origen al problema Alien.

Por esa razón, había aceptado financiar la misión y no intervenir directamente en ninguna de las decisiones relacionadas con la misión. Cualquier injerencia estaba terminantemente prohibida.

Pero los negociadores de Weyland-Yutani eran extremadamente hábiles y sus dirigentes eran codiciosos. Y no se conformaban sólo con que la gente percibiera que hacían algo bueno en Athena. Querían algo más a cambio. Y, dado que ponían los fondos, habían conseguido que la Federación aceptara un tratamiento especial para ellos: a igual precio, la empresa tenía preferencia frente a los competidores a la hora de adquirir y acceder a las tecnologías generadas en Athena. Ese trato preferencial era el que provocaba las continuas protestas de los empleados de Alastair.

Otro de los trajeados, que hasta ahora había permanecido en silencio, habló con voz pausada y serena:

-Weyland-Yutani considera que el sistema de subasta es transparente y justo. Y está aprobado por la Federación.

Samuel asintió, conforme, pero el representante de Alastair respondió airado:

-Los resultados de las subastas anteriores confirman que el sistema no está equilibrado. Más del setenta por cierto de las tecnologías acabaron en poder de Weyland-Yutani.

-Eso ocurre porque nosotros estamos dispuestos a pagarlas a buen precio. –le atajó el representante de Weyland-Yutani.- No es nuestra culpa que ustedes no apuesten lo suficientemente por ellas.

El representante de Alastair no contestó al último comentario, porque sabía que su protesta ya había sido considerada con anterioridad y había sido rechazada.

Sin embargo, seguía convencido de lo injusto del procedimiento. Ellos habían creado el problema y ahora se estaban beneficiando de ello. Además, no existía ninguna empresa con tantos recursos económicos como Weyland-Yutani, por lo que era imposible competir con ellos en igualdad de condiciones.

Por ese camino, el resultado final estaba claro: Alastair y las otras empresas serían cada vez más pequeñas, mientras que Weyland-Yutani, la misma que había provocado la expansión de los Aliens por el espacio, se haría mucho más grande de lo que ya era.

En cualquier caso, no parecía que, mediante propuestas durante las subastas, la situación fuese a cambiar.

Por eso él, como director de operaciones de Alastair, estaba tomando otro tipo de medidas. Más arriesgadas, sí, pero con mejores rendimientos en el caso de que salieran conforme a lo planeado.

Es cierto que había habido muchas complicaciones, más de las esperadas desde luego, pero confiaba en que todo acabaría solucionándose. La persona que había contratado para ejecutar sus planes, Travis Grey, era un profesional en resolver situaciones comprometidas y creía que podría manejar la situación que se había dado en los muelles de LV-200. Su futuro dependía de ello. Estrujó con inusual fuerza su goma anti-estrés, hasta que el jefe de la misión Athena le arrancó de sus cavilaciones.

Samuel quería avanzar cuanto antes, por lo que rompió el silencio.

-Una vez abordadas las cuestiones preliminares, les rogaría que nos centráramos en lo que hemos venido hacer, señores.

Todos los asistentes, incluyendo el representante de Alastair, estuvieron de acuerdo y se pusieron a la tarea. La subasta duró varias horas.

El resultado en esta ocasión fue especialmente doloroso para el director de operaciones de Alastair: Weyland-Yutani les había arrebatado todas las tecnologías por las que había pujado. Era evidente que no podían seguir aceptando esa situación ni un segundo más. Estaba profundamente disgustado.

En cambio, Samuel Smith estaba contento. Los ingresos de esta subasta habían sido elevados y contribuirían al éxito de sus planes sobre LV-201, el asteroide deshabitado.

El director del Athena tenía meridianamente claro cuál sería el siguiente paso de sus investigaciones: Necesitaban saber cómo nacían las reinas Alien.

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