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Categoría: Románticos

Miente Tan Bien...

¿Cómo me hice ilusiones con él? No lo sé…. Todo era tan bello para ser realidad y en el fondo de mi ser sabía que era una vil mentira, una mentira que no podía dejar de creer ue era realidad, que por fin había logrado llamar la atención de aquel muchacho de ojos verdes que me había traído loca desde el inicio de clases… pero fue una estupidez de mi parte creer que podía ser.
El era popular, siempre rodeado de un lote de chicas que lo admiraban en todo lo que hacía… y yo, yo no era más que una simple muchacha que pasaba desapercibida a sus ojos; siempre me refugiaba en la biblioteca, entre libros de anatomía y psicología puesto que no quería que me viera así como el monstruo de los estudios que era. ¿Por qué tuve que ser tan fea? Siempre miraba a mis compañeras y me daba tanta envidia de sus facciones finas, de sus voces claras y sus cuerpos tan torneados… las envidiaba tanto, quería ser como ellas y no ser la regordeta de cara redonda que siempre fui.
Más de nada me servían mis lamentos, con eso no iba a lograr ser quiern quería ser… mucho menos podría llegar a gustarle a Franco, aquel muchacho popular. Y yo no quería soñar que podría haber algo con él, no quería darme cuenta de manera cruel que todo lo que quería realmente era una tontería de mi parte pueto que él y yo estábamos tan cercas pero a la vez tan lejos.
Pero un día ocurrió un milagro: Franco se acercó a mi en la biblioteca… pensé que sería para burlarse de mi, tal y como lo hacían todos los hcicos con los que tenía contacto, pero él se acercó y me sonrió de manera tierna… me miró a los ojos y me sentí la mujer más dichosa sobre la faz de la tierra… y sentí que me quería, sentí el amor hirviendo dentro de mi… y eso se intensificó cuando Franco me llamó por mi nombre.
--Ingrid—dijo, y mi corazón se derritió a sus pies—te he visto desde hace mucho tiempo y quiero que vayas conmigo al baile… tu sabes, el baile del sábado. Alístate para las ocho que llegaré puntual por ti, quiero que la gente sienta envidia de verme contigo y yo sentirme orgulloso de llevarte tomado de mi mano.
Acepté como niña que acepta un estúpido caramelo… me dejé llevar por sus palabras huecas que parecían tan convincentes a la sombra del amor que le tenía. Acepté ir al baile con él para sentir que estaba respirando y viviendo a su lado como una persona bonita, como la persona linda que siempre había soñado ser… le amaba con tal intensidad que me importó un comino que el mundo se terminara el día después al baila.
Y llegó la noche del sábado, me alisté con tal entusiasmo por esperar que mi príncipe de ojos verdes se apareciera tocando a mi puerta para llevarme de su brazo al baile que tanto anhelaba ir. Me puse mi vestido azul y dejé mi cabello suelto… y cuando apenas faltaban cinco minutos para que dieran las ocho de la noche, salí de mi casa y me paré frente a la puerta.
Entonces miré a ambos lados de la calle esperado a que él llegara, y esperé cinco minutos hasta que dieron las ocho en punto….. y no vino. Esperé un poco más, quizás se había retrasado… pero no llegó; esperé, entonces, un poco más mientras mi madre me decía que entrara a casa y esperara ahí por él… pero me negué al mismo tiempo que negaba que él llegara por mi.
Me senté en el pórtico y me di cuenta lo que había sucedido: me había dejado plantada. Pensé que se quedaría conmigo una vida entera después de eso, que después de ir al baile con él le diría adiós al invierno para siempre… que iríamos a la playa y nos daríamos cuenta que las olas del mar eran de magia y no de agua salada. Pensé que seguiría su camino y llegaría hasta el cielo… pero él me mintió en la cara y yo me quedé ciega; me tragué sus palabras mientras él jugaba un juego…. Y aún cuando todo fue mentira, me sentí viva; aún cuando sentí aunque eran falsos su aires, podía respirar.
Mintió tan bien… miente tan bien, que todo me supo a verdad y me enamoré más de lo que ya estaba. Miente tan bien que llegué a imaginar en un momento que mi amor llegaría a quemar su piel.
Franco no vino, nunca llegó… y mi vestido azul se me arrugó. No vino, nunca llegó y yo jamás sabré lo que pasó…. Entré de nuevo a mi casa, despacio, dejando en la calle mi corazón, total que después de eso, no importaba cuanto lo pisotearan, no podía quedar más deshecho.
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.48
  • Votos: 75
  • Envios: 0
  • Lecturas: 3634
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