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Categoría: Terror

Mi niña

Hace ya casi cuatro meses que Jenaro se marchó. Yo estaba muy ciega y no quería comprender que había otra mujer. Nunca sabré si habría podido evitar que él me dejara. Me ha costado mucho trabajo adaptarme a vivir sin él. Soy tan tonta que lo sigo queriendo y estaría dispuesta a perdonarlo en cuanto volviera. Además está mi niña. Mi pequeña Gema. ¡Me da tanta pena pensar que va a crecer sin el amor de un padre! Lo perdonaría aunque sólo fuera por ella.
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Me gusta mirar a mi niña cuando está dormida. ¡Tiene esa carita de ángel! Me imagino sus sueños dulces. Quizás sueña conmigo, con mis caricias y mis besos, tal vez en los sueños siente todavía el calor de su padre. Pobrecita, tan pequeña, tan tierna, ausente de nuestros problemas... Ella tan inocente ya tiene que sufrir el abandono de su padre. ¡Qué injustos y egoístas podemos llegar a ser los adultos!
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No puedo dejar de pensar en mi niña, según pasa el tiempo la veo más sola y más inquieta. Por las noches escucho cómo respira; ya no parece que tenga dulces sueños. Está agitada, como si algo la oprimiese. Yo entro en su cuarto y la beso en la frente. Algunas veces la he encontrado sudando. No cabe duda de que está muy nerviosa; por eso le pregunto al día siguiente qué ha soñado pero ella no recuerda nada. Pobrecita mi pequeña. Yo estoy segura. Es muy duro para ella empezar a crecer sin su padre. ¡Cómo quisiera que él regresara!
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Mi pobre Gema sigue inquieta. Llevo varias noches escuchándola hablar mientras duerme. Acerco el oído a su puerta pero no acabo de entender lo que dice. Cada mañana le vuelvo a preguntar. Pero ella no responde nada. Ni siquiera me dice ya que no recuerda. Simplemente me mira y se calla. Se está volviendo muy distinta desde que nos dejó su padre. Hace días que no quiere que le cuente cuentos y se va a la cama cada vez más temprano y luego cuando se queda dormida empieza a hablar.
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Estoy empezando a preocuparme seriamente por mi niña. Sigue hablando cada noche. Parece que está hablando con alguien. Se me pone el vello de punta de pensarlo. Hasta le cambia la voz. ¡Dios mío! Me cuesta reconocerlo, pero creo que mi hija se está volviendo loca. Mi pequeña Gema ya no es la niña tierna y dulce que siempre había sido. Es muy duro para ella crecer sin su padre, y su débil mente se está trastornando.
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Anoche entré en su cuarto cuando la oí hablar. No debí de hacer eso. Al menos seguiría pensando que mi niña estaba trastornada. Me habría evitado el horror que contemplé y seguiría mirándola con ternura aunque la encontrase extraña. Pero abrí aquella puerta y contemplé lo que estaba ocurriendo. ¡Dios! Es espantoso lo que pude ver. Cuando abrí la puerta encontré a mi pequeña sentada sobre la cama. No estaba dormida. Inmediatamente me miró con unos ojos que no parecían los suyos. Su cara no era la de una niña tierna. No sabría como explicarlo, es como si ese dulce rostro se hubiera hecho más adulto. Su mirada era de odio.
Me habló con una voz ronca. Sí; era la voz de un hombre. Pensé que me hablaba con la voz de Jenaro, que su débil mente había recreado a su padre para no sentirse sola. Pero pude reconocer esa voz. Era la voz de José Luis. En ese momento me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Apenas pude distinguir lo que me decía.
Yo tenía ganas de gritar pero me había quedado sin voz.
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Jenaro es camionero y se marchaba con el camión al extranjero. A veces tardaba en volver más de quince días. Y una vez vino José Luis para hacerme una pregunta. Yo estaba tan sola y tan necesitada de cariño que no dudé en hablar con él de estas cosas y él, a su vez, me contó algo parecido. Así fue como casi sin darme cuenta caí en sus brazos. Fue sólo una vez. Me hizo muy feliz, pero después sentí que no me había portado bien con Jenaro y nunca volvimos a vernos.
Yo no había hablado a nadie de esto. Para tranquilizar mi conciencia me entregué a mi marido apasionadamente y por eso cuando me quedé embarazada de mi niña siempre pensé que Jenaro era su padre.
Hace más de dos años que murió José Luis. Una terrible enfermedad se lo llevó en menos de dos meses. Tengo que reconocer que en mi interior sentí alegría, porque así nadie más que yo sabría lo que pasó.
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Mi niña me miraba con ojos de odio, me decía palabras que ella ni siquiera conocía con esa voz de hombre tan sonora.
- El padre de esta criatura soy yo. Nunca me dejaste verla, nunca fuiste capaz de reconocer que me amabas. Ni siquiera estando enfermo tuviste compasión de mí. Por eso ha llegado el momento final. Tú también tendrás deseo de abrazar a tu hija y no podrás hacerlo.
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Ahora tengo miedo cada día. Ella no me habla y yo a ella tampoco. El sentimiento de culpa por lo que hice se ha apoderado de mí. Ya no quiero que vuelva Jenaro. Tampoco me atrevo a mirar a los ojos de mi niña.
Cada día me siento más sola y más vacía.
Desde aquella noche mi vida se ha convertido en un infierno. Lo único que hago es esperar, por si esto pudiera terminar de alguna forma.

FIN
Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
  • Media: 5.7
  • Votos: 90
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Comentarios


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5 comentarios. Página 1 de 1
Lébana
invitado-Lébana 29-05-2004 00:00:00

Me hizo recordar El exorcista y sentí un escalofrio. Saludos

Cecilia Camba.-
invitado-Cecilia Camba.- 13-12-2003 00:00:00

Querido Celedonio: Me declaro culpable de hace tiempo no leer un cuento tuyo. Pero luego de pasados los días, fue el primero que leí el presente relato: muy bueno. Esa es mi opinión. Me atrapó desde un primer momento, me gustó la forma en que lo redactaste, y también el desenlace que le diste... Pobre mujer, esperando por un futuro incierto y sin duda alguna escalofriante. ¡Felicitaciones! Cecilia.-

Mia
invitado-Mia 16-10-2003 00:00:00

Me gustó mucho el relato, esta bien redactado, y engancha hasta el final, para saber que es lo que le pasa a la niña. Es muy bueno. Un saludo.

Crystal I
invitado-Crystal I 16-10-2003 00:00:00

(como siempre)y una redacción estupenda. Estuve enganchada hasta el final del relato que por cierto me gustó mucho. Es algo que no te esperas porque yo pensaba que la trastornada era la madre. En fin: felicidades de nuevo

Angel F. Félix
invitado-Angel F. Félix 16-10-2003 00:00:00

Gema revive a su padre. Su padre no es Genaro, es José Luis. Y con desespero aprende su madre: que el engañar acaba por herir. ("Mi niña", de Celedonio de la Higuera)

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