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La trampa de Goma

~~Cierto día, una urraca que era muy inquieta y coqueta, revoloteaba y jugaba entre las ramas de un enorme árbol, que se recostaba a orillas de un camino, el cuál los hombres usaban para trasladarse con sus autos. Uno podía ver esa senda recorrer muchos kilómetros serpenteando como una víbora gigante y gris.

Así fue que nuestra amiga, que recolectaba frutos caídos y semillas, se encontró con algo que tenía un sabor muy rico y era muy pegajoso. Creyó que era una especie de semilla o fruto nuevo, así que sin más atinó a comerla

~~


 

Vaya sorpresa cuando lo pinchó con su pico y no lo podía desprender. Hizo mil malabares pero más se enredaba.

Aquel fruto muy engañoso resultó ser una goma de mascar, que alguna persona, en su descuido, había tirado a la orilla del camino.

Muy afligida por no poder abrir su pico, fue presurosa a mostrarle a sus amigos para que le ayudaran, pero fue inútil, ellos por más que lo intentaron no pudieron. Entonces a uno se le ocurrió una idea:

– “Vamos a ver a mamá águila, ella sabrá que hacer”.

En una campaña que llevó unas horas, llegaron al nido de aquella majestuosa ave, y explicaron el problema. Ella trató de cortar esas ataduras pero tampoco pudo. Muy triste y con mucho hambre, en silencio, la urraca sufría su desventura.

De pronto, al verla un colibrí le dijo:

– “Ve al camino y cuando veas a un hombre con ropas verdes, cruzátele, permite que él te ayude. No tengas miedo, él sabrá que hacer”.

Así fue que nuestra amiga, recordando aquellas palabras, muy temprano al día siguiente, se posó en una rama a orillas del sendero y esperó al hombre. La espera se le hacía interminable, hasta que él apareció. Al principio le dio miedo, pero su desesperación era tanta que se le cruzó en el camino, quiso pero no pudo hablarle.

El hombre al ver sus ojos entendió el mensaje. Él era un guardaparque. La tomó entre sus manos, observó su pico y empezó la ardua tarea de quitar esa goma de mascar.

Las demás aves miraban sorprendidas parloteaban entre ellas las destrezas de aquel hombre.

Pasado un tiempo, logró quitar de todo su pico y su plumaje esa trampa de goma. La posó sobre una rama con mucho cuidado y la dejó libre. La amiga urraca empezó a cantar y a revolotear nuevamente, agradeciendo a ese ángel de la naturaleza. Junto con sus amigos, en un jolgorio sin cesar, regresaron a los árboles a comer frutos.

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