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La terrible invasion inminente

Era mediodía cuando la primera emisión extraterrestre de la historia llegó a todas las televisiones del mundo con una tecnología avanzadísima. Su mensaje sembró el pánico:

- Llegaremos a la Tierra en un momento. Os invadiremos y os convertiremos en nuestros esclavos.

El mundo se volvió loco. Todos gritaban y corrían de allá para acá; se despedían abrazándose o se liaban a tortazos.

- ¡Es el fin!
- ¡Ya están aquí!
- ¡Vamos a morir!

30 minutos después, los extraterrestres aún no habían llegado, y la gente seguía gritando, dando gracias por haber tenido al menos media hora para llamar por teléfono a sus seres más queridos y despedirse. Dos horas después, los extraterrestres seguían sin llegar, y la gente continuaba histérica, pero ya empezaba a estar cansada de correr y gritar. A las 10 horas todo estaba en silencio; ya solo quedaba esperar aterrados el terrible momento.

Un día después seguía sin haber rastro de los extraterrestres. Los gobernantes del mundo, esperanzados, enviaron un mensaje:

- ¡Gracias amigos! ¡Qué suerte que os hayáis arrepentido y nos dejéis vivir en paz!
- Nada de eso - respondieron-. Seréis nuestros esclavos ahorita mismo.

Y el pánico se desató de nuevo. Pero, después de otro día más, seguían sin llegar.

- ¿Estáis muy lejos? -volvieron a preguntar los gobernantes.
- Justo al ladito de la Tierra ¡Temblad, enanos! - respondieron.

Los días seguían pasando. Los gobernantes empezaron a enviar y recibir mensajes. Hacían nuevas preguntas tratando de averiguar algo de los invasores y, mientras, buscaban la forma de evitar la desgracia. Los extraterrestres contaron muchos de sus secretos, llegando incluso a explicarles cómo habían aprendido a hablar escuchando a los mejores científicos.

Los años siguieron pasando hasta que, durante una comunicación con la nave extraterrestre, un gran científico reconoció una estrella cercana a la nave.

- ¡Pero si esa estrella está a millones de años de la Tierra! ¡Tardarán siglos y siglos en llegar aquí!
- ¡Bieeeen! - gritaron todos entre abrazos y aplausos.
- ¡Esto hay que celebrarlo! -dijo el científico-. Ahorita mismo voy por unos bombones. La pastelería está aquí justo al lado. No tardo ni un minuto.

Todos le esperaron impacientes, y rápidamente se pusieron de acuerdo para dedicarle una canción por su gran descubrimiento. Pero no salió inmediatamente del edificio, porque hablando con unos y otros tardó más de dos horas en bajar las escaleras. Tampoco la pastelería estaba tan cerca como dijo, sino que el viaje de ida y vuelta le llevó otra hora. Y, como se entretenía con todo el mundo, tardó muchísimo más de un minuto.

6 horas después, sus compañeros seguían esperándole aburridos… Cuando llegó, olvidaron la canción y la sorpresa, y solo dijeron:

- Así que tardabas un minuto porque salías ahorita mismo y estabas justo al lado… Y has tardado 6 horas... - Entonces, señalándolo con el dedo, rieron todos a la vez:

- ¡Ya sabemos qué estúpido científico enseñó a hablar a estos extraterrestres!

Y, habiendo creado tal problema mundial, desde entonces el científico y todos sus compañeros se preocupan por cumplir lo mejor posible todo lo que dicen, y por decir solo aquello que pueden cumplir.
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