Cerró la puerta tras de sí adentrándose en aquel lúgubre apartamento hasta dejarse caer casi desplomado en su maltrecha butaca. A través de la ventana entraba una luz de neón, que era casi con la única claridad que se desplazaba por la estancia. Pero en ésta ocasión, encendió la lámpara de la mesita auxiliar y sacando algo de su bolsillo se dispuso a observarlo cuando cayó de sus manos. A sus pies, una pluma, poseedora de una belleza inusitada, se empezó a mover. A cada ademán de recuperarla un palmo más se le escapaba.

- ¿Qué demonios pasa aquí...?
Seguido de un aterrador silencio una voz ambigua respondió:
- Has encontrado algo que me pertenece y vengo a recuperarlo, a cambio, podrás recuperar algo que hayas extraviado tú.

Contra el cristal de la ventana, la silueta amorfa de un hombre rubio con larga y ondulada cabellera le observaba a contraluz.

- ¿Quién eres?- consiguió a malas penas balbucear.
- Soy tu ángel de la guarda, aunque creas que te abandoné, solo te perdí de vista un instante para recuperar esa pluma que has encontrado. Fue la primera que gané y siempre me acompaña.

Los ojos atónitos del muchacho apenas parpadeaban, ese tipo era un loco o quizás un ladrón sorprendido con las manos en la masa? Pero que podía querer robarle, si no tenía nada de valor!

- Toma lo que desees y vete.

El sujeto avanzó un metro hacia la pluma situándose frente a él, y sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos, extendió una de sus alas y la recogió sin necesidad de inclinarse. Dió media vuelta y salió por la puerta de entrada.

El joven se apresuró a abrir la ventana y pudo comprovar como su huésped salía del edificio, alejándose hasta perderlo de vista en la oscuridad del callejón.
En esta misma posición y frente a la ventana abierta pasó el tiempo justo para evitar helarse ya que el sonido del timbre lo hizo volver en sí.

Al abrir la puerta, pudo ver frente a él, que aquello que más quería había vuelto a su lado, y acercándo sus labios suavemente, se fundieron en un largo y apasionado beso.
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Por que creo en la teoría de que están entre nosotros y quién sabe si conocemos alguno sin saberlo, quizás no tenga alas, pero si lo invocamos..., siempre habrá uno dispuesto a ayudarnos.

Dedicado a Luis Jesús, estupendo autor y mejor persona.