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La pesadilla de los hermanos Green

Los gemelos Jacobo y Guillermo llevaban años viajando con sus padres, que formaban parte de una de las compañías de circo más importantes de Europa. Los Green formaban un dúo perfecto sobre el trapecio, un dúo que emocionaba a todo el que los veía volar. Pero debido a una enfermedad de la madre, la familia decidió volver a España e instalarse en la vieja casa familiar. 

Jacobo y Guillermo tuvieron que ir a la escuela. Hasta entonces habían aprendido de sus padres y de otros compañeros, siguiendo un programa de estudios especial para niños como ellos. Pero cuando el circo se acabó, los hermanos Green tuvieron que ir a la escuela, como todos los demás. Esto supuso un duro golpe para ellos, pero enfrentaron la nueva situación como reto más. 

-Damos la bienvenida a dos nuevos compañeros, Jacobo y Guillermo Green -dijo la maestra el día que los hermanos se incorporaron a clase. 

-¡Mira, si tenemos una pareja de escritores entre nosotros! -dijo Antonio, el graciosillo de la clase-. Me encantó el del soldadito de plomo, aunque ese del emperador que sale desnudo a la calle es muy bueno también.

-Esos cuentos son de Andersen -le dijo Jacobo.

-¿De quién? -preguntó Antonio, que se sentó al ver cómo todos se reían de su ignorancia.

-Sentaros, chicos, por favor, vamos a comenzar -dijo la maestra, intentando quitarle hierro al asunto. Pero el asunto estaba al rojo vivo.

-Me las pagaréis, payasos -pensó Antonio. 

Durante días, Antonio y sus compinches estuvieron mofándose de los hermanos Green. Al principio Jacobo y Guillermo se lo tomaron como una broma pesada, incluso intentaron seguirles el juego, a ver si se aburrían de una vez, pero tras varios días se dieron cuenta de que había algo que no encajaba.

Un día, Jacobo descubrió lo que pasaba. 

-Guillermo, creo que lo que pasa es que confunden nuestro apellido, Green, con el apellido de los famosos escritores alemanes del principio del siglo XIX, los Hermanos Grimm. 

-¿No es posible? -dijo Guillermo-. Yo pensé que lo decían por hacer la gracia. Pues menos mal que no se han dado cuenta que nuestros nombres en español son los de los Hermanos Grimm pero traducidos al español, Jacob y Wilhelm, que si no….

-Tendríamos que decírselo, ¿no te parece? -dijo Jacobo.

Los hermanos Green explicaron a sus compañeros las diferencias entre Grimm y Green, pero para su sorpresa, Antonio se enfadó aún más.

-No pasa nada, hombre, es una pequeña equivocación -dijo Jacobo, intentando apaciguar a Antonio. Pero este, sin mediar palabra, se le echó encima. 

A Jacobo le dio tiempo a esquivar a Antonio, que se dio un buen trompazo contra el suelo. Esto hizo reír a todos los que lo habían presenciado y atrajo las miradas de otros niños. 

-¡Vámonos, corre! -dijo Guillermo a su hermano. 

Y ambos se marcharon de allí, mientras Antonio les gritaba:

-La próxima vez no tendréis tanta suerte.

Jacobo y Guillermo intentaron evitar a Antonio y a sus secuaces todo lo que pudieron, pero al final les pillaron a la salida del colegio y les rodearon.

-Somos ocho contra dos -dijo Antonio-. A ver qué hacéis ahora.

Jacobo y Guillermo se miraron. Uno dijo:

-Tocamos a cuatro.

-Intentemos no pegarles, que luego nos la cargamos nosotros.

Nadie lo sabía, pero Jacobo y Guillermo eran expertos en artes marciales. En el circo habían hecho interesantes números de lucha acrobática. Y sin tocarles un pelo, consiguieron dejarlos a todos K.O.

-¿No crees que deberíamos dejar esto ya, Antonio? -dijo Jacobo.

-Hagamos las paces -insistió Guillermo.

-¿Las paces? ¿Y quedar como un pringao? -dijo Antonio.

-No digas bobadas -dijo Jacobo-, no vas a quedar como un pringao. Si insistes en meterte con nosotros y vuelves a… en fin, si nosotros….

-Está bien, hagamos las paces -dijo Antonio, dándose cuenta de que pegarse con ellos no iba a ninguna parte-. ¡Pero vais a tener que ayudarnos a explicar todos estos golpes!

-¡Claro! Siempre podemos decir que os enseñábamos artes marciales -dijo Guillermo.

-¡Eso nos hará parecer guays! ¡Buena idea! -dijo Antonio. Y todos se fueron a dar una vuelta.

-¿Habrá terminado la pesadilla? -preguntó Jacobo a su hermano.

-Para nosotros tal vez sí, pero para miles de niños en este país y en otros mucho me temo que no.

Datos del Cuento
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