~~¡Que alegría tenían todos los animales en el llano!, era un día muy especial. Se realizaría una fiesta agasajando al dios de la naturaleza, a orillas de una laguna, la cual estaba adornada por un bosquecillo de caldenes y piquillines.

Esa noche la luna brillaría con gran esplendor e iluminando todo el lugar. Apenas el sol se escondía en la tardecita, los animales anunciaban su llegada.

~~Los pájaros con todo su fulgor y cánticos le daban a esa tarde momentos musicales exquisitos.

Unos zorros bailaban y jugaban con varios chanchitos jabalíes. Desde lejos se veían presurosos, en gran corrida por la costa de la laguna, ciervos y ñandúes que, altivos y elegantes, marchaban al compás de la bulla de los loros. En el aire hacían piruetas los patos, las chuñas, los teros; se podían ver varias palomas, además halcones, en lo alto jugando con el viento.

La reunión se presentaba muy placentera. Pero la mayor sorpresa la dio un peludo, que llegó exhausto, ya que le tocó ayudar a varios animalitos que no querían faltar.

Cuentan que en el viaje, se encontró con la tortuga que presurosa renegaba porque a pesar del esfuerzo, no iba a poder llegar a tiempo. Así fue que el peludo ofreció llevarla sobre su caparazón.

Mas adelante, se encontraron con un caracol, al cual también ofrecieron llevarlo. Al corto tiempo, a un costado, vieron a la abuela hurón que dolida en sus patas había optado por descansar. Al verla nuestros amigos, también ofrecieron llevarla.

Así fue que presurosos, charlando, riendo, llegaron a esa ansiada fiesta, que animada por la perdiz colorada y un búho, daban la bienvenida a los recién llegados.

Todos se sorprendieron al ver la hazaña del peludo, que debido al cansancio no podía festejar, pero contento aceptó las felicitaciones de todos los demás animales.

Las horas corrían, todos pasaban momentos inolvidables y placenteros, muy felices, unidos sin diferencias. Esta es la ofrenda más valiosa para el dios de la naturaleza.