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Categoría: Terror

La invitada

No se lo podía creer. Iba dando pasos, toda ilusionada y le costaba pensar que era verdad lo que le estaba ocurriendo.
Marina siempre había sentido algo muy especial por Ginés. Desde pequeña le gustaba jugar con él y se sentía muy bien cuando la miraba; si le sonreía o le dirigía la palabra enseguida se ruborizaba y sentía como le ardía todo el cuerpo.
Sin embargo él siempre la había ignorado. Cuando dejaron de ser niños sólo la buscó para aprovecharse de ella y la trató con un absoluto desprecio.
De pronto todo había cambiado. Él la quería, se lo había dicho. Para demostrarle todo su amor había decidido confiarle un gran secreto. Por eso la invitó a asistir a aquella reunión.
Marina caminaba con un gran gozo. Sus ojos estaban a punto de estallar en lágrimas, su corazón parecía que se iba a salir de su pecho de un momento a otro. Nunca había imaginado que sus sueños pudieran hacerse realidad.
Cuando llegó a aquel lugar, Ginés la estaba esperando con una amplia sonrisa. Sus ojos brillaban. Pero Marina se quedó sin habla. Aquello no era lo que ella esperaba.

Los ojos de Ginés brillaban pero de maldad. Su sonrisa no era el gesto amable de un joven enamorado sino la expresión de un ser monstruoso. Marina sintió que se le helaba la sangre.
Había mucha gente en aquella reunión siniestra. Ella se sintió sola e indefensa. Las miradas de aquellas horribles gentes le hacían comprender que todo estaba perdido. Ginés le dirigió la Palabra:
-Bienvenida al Aquelarre.
Su voz era muy desagradable. Expresaba un macabro triunfo que la hizo sentirse todavía más perdida. Miró a su alrededor por si había algún modo de huir de aquel lugar pero todo era inútil. Estaba rodeada de aquellas personas, vestidas con aquel traje extraño de color rojo y negro.
La reunión la presidía un sujeto que cubría su cara con una máscara de macho cabrío. Delante de él había una extraña mesa, como si se tratara de un altar infernal. En el centro ardía una gran hoguera.
-Traedla- Gritó el pretendido sacerdote. Ella notó como su respiración se cortaba. Algo oprimía su pecho y el aire parecía que no podía pasar de su garganta. La condujeron a aquel altar donde la ataron para que no pudiera defenderse por más que lo intentara. El sacerdote sacó un cuchillo, ella vio cómo brillaba su hoja a la luz de la luna. Intentó gritar pero su voz quedó ahogada por el miedo.
De un golpe sintió como la cuchilla rebanaba su cuello y la sangre comenzaba a brotar. Todos empezaron a gritar con gran entusiasmo. Marina sentía que su vida se apagaba. A duras penas, escuchó al sacerdote pronunciar una oración:
-Recibe esta víctima como signo de nuestro deseo de servirte sólo a ti. Cúmplenos así tu promesa de hacerte presente entre nosotros. Hoy es el día en que tú manifestarás al mundo tu poder.
Apenas podía ya ver lo que pasaba a su alrededor. Pero era tan grande la algarabía, que el ruido penetraba totalmente sobre ella, retumbando en sus oídos:
-¡Ven a nosotros, Satán! ¡Muestra al mundo tu poder! ¡Empieza la Nueva Era! ¡La Era de Satán!
Entonces fue cuando vio aquella figura monstruosa que se acercaba a beber su sangre. Con esa repugnante visión cerró los ojos y su corazón dejó de latir para siempre.
Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
  • Media: 5.93
  • Votos: 96
  • Envios: 7
  • Lecturas: 2133
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Comentarios


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4 comentarios. Página 1 de 1
Cecilia Camba
invitado-Cecilia Camba 22-01-2010 00:00:00

Como siempre Celedonio, un excelente relato!! Mis felicitaciones :) Y seguiré leyendo más...

ailim
invitado-ailim 19-08-2009 00:00:00

La verdad es q las cosas pasaron muy rapido, no hubo suspenso por lo tanto no dio miedo, sigue practicando.

Lágrima Azul
invitado-Lágrima Azul 25-10-2005 00:00:00

Celedonio es que me pusiste los pelos de punta!, algo chocó en mi al leerte, buena redacción, buen tema, lograste que sintiera miedo por lo que iba pasar con la invitada, no me fijé en el género de tu cuento, solo te leí, después lo ví, me sorprendiste, te felicito. Un abrazo

Angel F. Félix
invitado-Angel F. Félix 25-10-2005 00:00:00

Cerledonio, con gran maestría, Ha logrado imbuirme el miedo. Yo abjuro de esa fe fementida Que le ofrece al diablo su cieno. Te mereces el 10 a la enésima potencia (“La invitada”, de Celedonio de la Higuera) (Comunico a los lectores en general haber cambiado mi email)

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