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La historia de Luís

 

Luis no es un muchacho diferente a cualquier otro. Todos los días se levanta a las cinco de la mañana. Dando traspiés, se mete al baño y mientras sueña deja que el agua le arranque las últimas caricias de la almohada, sale emparamado envuelto en la toalla, vuelve a meterse en la cama. Así empieza su día, luego, se coloca unos usados pantalones azules y una franelita beige. Que es su uniforme escolar. Tiene unos pies inmensos. Es moreno, flacucho, de manos leves, sonrisa franca. Ojos tristes y mansos como los de su madre, que a veces se le quedan fijos mirando sin ver a la distancia. Es amable y posee una especie de nostalgia en sus silencios. Lo conocí cuando apenas tenía cuatro años. Ayudé sin protestar a cargar sus piñatas, su primera bicicleta, los globos dorados y blancos de su primera comunión, y en alguna oportunidad un camioncito de madera amarillo con el que jugó hasta hace poco. Viví con el su larga neumonía, me acompañó varias veces en mis viajes, fue mi ayudante ocasional. Lo vi guardar silencio ante la ausencia de su padre y añorar esperanzado su retorno. Quedarse fatigado y pálido sin ánimo de hablar o tornarse rebelde y romper a pedradas sin razón los vidrios de una bodeguita. Lo vi vender por la ventana helados que el mismo hacia congelando bolsitas de agua azucarada. O volar unas cometas enormes invariablemente forradas de negro. De repente Lo vi engrosar la voz, profundizar en sus silencios, dejar atrás la niñez, enamorase por primera vez, gastar todos los minutos en una llamada, dejarse raspar todas las materias y recuperarlas en una semana de exámenes. Abrazar a su madre y dejar que el alma se le fuera por los ojos empapada por las lágrimas.
Entonces, un día, sin decir nada, tuve que alejarme y solo en contadas ocasiones volví a verlo. Supe que se aficionó al ciclismo y empezó a soñar con carreras y trofeos, que a veces llora sin razón, que entrena en la autopista con su uniforme azul y sus zapatillas amarillas. Que le va bien en los estudios y que quiere correr pista. Que sigue enamorándose. Pero. por sobre todo, que es el compinche de su mamá.
Luisito hoy tiene 16 años y lo busco cada día en la página deportiva de mi diario.

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