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La hamburguesa que no quería ser dañina

Erase una vez una hamburguesa muy jugosa que tenía muchas vidas. Había sido comida en muchas ocasiones, incontables ya, pero inmediatamente después despertaba en su hamburguesería.



Así cada día la hamburguesa esperaba ansiosa ser preparada nuevamente por el cocinero y servida en una de las mesas. Ella siempre hacía todo lo posible por estar deliciosa, jugosa y caliente. Disfrutaba sobre todo cuando el cliente se comía el último bocado y sentía cómo se apagaba su último aliento de vida.



La hamburguesa vivía feliz y podía haber seguido así por mucho tiempo más. Hasta un día en que esperaba en el mostrador a ser servida y oyó como uno de los clientes la llamaba “comida chatarra”. Se insultó muchísimo. ¿Cómo podían llamarla así? Ella que era sabrosísima y le gustaba tanto a la gente.



Pasó el tiempo y casi había olvidado aquel incidente, cuando volvió a escuchar en un programa de radio que se volvían a referir de esta manera horrible a ella y a sus hermanas. Investigó un poco más y se dio cuenta de que muchas personas usaban esta expresión cuando se alimentaban de ella.



Entonces fue cuando comenzó a prestar atención a los detalles. La mayoría de los niños que eran sus clientes favoritos estaban más gordos que cuando los había conocido, y los adultos ni hablar. Al final iban a tener razón todos los que decían que era “comida chatarra”. Como aquel despectivo nombre no le hacía nada feliz, ideó un plan para evitar seguir haciendo daño a aquellas personas que tanto placer le habían proporcionado durante su vida.



Cuando uno de los niños que era cliente regular de la hamburguesería llegó al asiento de siempre, esperó a ser servida en su mesa. Una vez que estuvo en las manos del niño y este estaba preparado para darle la primera mordida, se concentró con todas sus fuerzas y deseó no saber a nada. Al parecer sus esfuerzos no habían dado frutos, porque el niño seguía devorándola de manera normal. La hamburguesa siguió igual de concentrada, pero nada sucedía. Ya estaba a punto de languidecer sin esperanzas, cuando oyó al niño exclamar:



-“Buaf. ¡Qué mala está! No sabe a nada esta hamburguesa”.



El plan había funcionado y era perfecto. Luego de este día convenció a todas sus hermanas hamburguesas para que la imitaran y no tuvieran ningún sabor cuando les tocara un cliente que había estado asistiendo con demasiada frecuencia. En cambio cuando pasaran tiempo sin ir, estarían más gustosas y sabrosas que de costumbre.



De esta manera la hamburguesa logró que los niños que se veían regordetes y debiluchos antes, comenzaran a verse con un aspecto mucho más saludable.


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