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La gran nevada

Kamal y sus padres se preparaban para ir a esquiar a la nieve. Iban a pasar una semana entera en una estación de esquí enorme. El viaje era largo, así que había que salir temprano para llegar antes de la hora de la cena. 

Era la primera vez que Kamal iba a esquiar a una estación de esquí tan gran como aquella. Estaba muy ilusionado, sobre todo porque iba a recibir clases de uno de los campeones de esquí más importantes de los últimos años. 

Poco después de emprender el viaje les sorprendió una gran nevada. Los padres de Kamal decidieron salir de la autovía y parar en un pueblo cercano a esperar a que dejara de nevar. Aunque llevaban cadenas la cosa no pintaba bien, y no querían quedarse atascados en el puerto de montaña que había unos kilómetros más adelante. 

Justo antes de llegar al pueblo en el que iban a parar a Kamal le pareció ver unas luces en la cuneta.

-¡Papá, papá, mira! ¡Allí se ven unas luces rojas! Para a ver qué es.

-Cada vez nieva más, Kamal, y ya es casi de noche -dijo su padre-. No podemos parar a ver qué son esas luces.

-¿Y si es alguien que se ha salido de la carretera? -preguntó Kamal.

-Está bien -dijo su padre-. Paro y bajo a ver. Pero quédate aquí con tu madre. 

El padre de Kamal se puso el abrigo y el chaleco reflectante y bajó a ver. Cuál fue su sorpresa al descubrir que, efectivamente, había un coche medio volcado fuera de la carretera. El hombre sacó su móvil para pedir ayuda, pero no había cobertura.

El padre de Kamal se acercó y miró. Dentro había una mujer que, al verlo, le dijo, casi sin fuerzas:

-El niño…

El padre de Kamal miró en los asientos traseros. Y lo vio. Un bebé que pocos meses, dormido en su silla. El padre de Kamal intentó abrir, para coger al niño. Pero solo no podía.
-Voy a buscar ayuda. Vuelvo enseguida. No se preocupe.

El padre de Kamal se dio la vuelta e hizo señas, con la esperanza de que, a pesar de la intensa nevada, su mujer o su hijo lo vieran. 

-Mamá, papá está haciendo señas. Ya te decía yo que pasaba algo. No era normal que tardara tanto. 

Kamal y su madre se pusieron sendos chalecos y bajaron del coche. 

-Deberíamos coger la caja de herramientas y el botiquín, mamá -dijo el niño-. Tal vez nos hagan falta.

Entre los tres, y gracias a las herramientas que llevaron, consiguieron abrir el coche y sacar al bebé. Mientras Kamal lo cogía para darle calor, sus padres consiguieron sacar a la mujer.

Con dificultad consiguieron llegar al coche, donde se refugiaron los cinco. El padre de Kamal puso las cadenas a las ruedas del coche y, con mucho cuidado, condujo hasta el pueblo.

Una vez allí llamaron a la primera puerta que encontraron pidiendo auxilio. Enseguida todo el pueblo se movilizó para dar cobijo a los forasteros y atender a los heridos.

-Ya no llegamos a cenar -dijo el padre de Kamal.

-No importa, papá. Esto es más importante. 

Kamal y su familia no abandonaron el pueblo hasta que una ambulancia consiguió llegar para llevarse a la mujer y a su hijo.

Kamal perdió su gran clase de esquí, pero aún así no le importó. Gracias a su perspicacia y su insistencia se habían salvado dos vidas. Sin duda, había merecido la pena.

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