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La gatita despistada, el niño sin voz, el gigante alérgico y el oso do

Érase una vez una hermosa mañana de primavera, en la que el sol brillaba y los animalitos del bosque disfrutaban correteando, saltando y bañándose en el río.

Todo parecía tranquilo y perfecto hasta que, de pronto, Alba, una gatita muy muy despistada, apareció corriendo y gritando que había visto a un gigante estornudando en una cueva muy profunda. Estaba tan asustada que no se dio cuenta de que delante de ella había un niño dando vueltas como si estuviera buscando algo por el suelo, de repente, pataplaf! Los dos chocaron y cayeron al suelo. El golpe hizo que Alba dejase de gritar, se quedó mirando sorprendida al niño que lloraba en silencio. “Perdona, no te había visto. Estaba tan asustada que lo único que quería era salir del bosque” le dijo Alba intentando consolar al niño ”¿Cómo te llamas?” Al ver que el niño no le respondía Alba se enfadó un poco y le dijo “Bueno, vale, como tú quieras, no hace falta que me hables. Tengo cosas mejores que hacer como encontrar a alguien que termine con el gigante que encontré en la cueva” De repente el niño dejó de llorar y la miró sorprendida, a través de gestos consiguió explicarle que no tenía voz, que se la había robado un gigante que estornudaba mucho porque tenía alergia a los osos y, cogiéndola del brazo, comenzó a empujarla por el camino por el que había venido pidiéndole que lo llevara hasta la cueva para poder recuperar la voz. Lo que el niño no sabía era que Alba era tan despistada que no recordaba por donde tenía que ir, dieron vueltas y más vueltas hasta que empezó a anochecer y decidieron volver a casa pero no podían porque ¡estaban perdidos! Después de dar unas cuantas vueltas más decidieron meterse en una cueva y esperar a que llegase el nuevo día. Estaban tan asustados que no hablaban, sólo se oía su respiración…Atchis! “Jesús” Dijo Alba “Gracias” respondió una voz a sus espaldas. Con mucho miedo Alba se dio la vuelta y sus ojos se abrieron como platos tras comprobar que detrás de ellos se encontraba el gigante que había oído por la mañana. Cogió a su amigo por el brazo y empezó a tirar de él, los dos estaban tan asustados que no podían moverse momento que aprovechó el gigante para pedirles un favor “Hola niños, atchis, soy el gigante Alberto, atchis, y como podéis ver tengo, atchis, una alergia tremenda a los, atchis. Detrás de mí cueva, en la casita del árbol, atchis, vive un oso muy dormilón, athcis, he pensado varias veces en pedirle que se mude, atchis, pero no puedo acercarme a él, atchis. ¿Podríais ir vosotros y pedírselo de mi parte? Atchis Es que a mí me resulta atchis mucho más difícil esconderme atchis”. Los dos amigos se miraron, y al ver al pobre gigante secarse los mocos decidieron ir a hablar con el oso dormilón, que una vez hubo escuchado su historia decidió mudarse a casa de su hermano oso, a muchos kilómetros de la cueva y dejar vivir al gigante tranquilo

Datos del Cuento
  • Categoría: Infantiles
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