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La fiesta del año

Miguel, Lucas, Toño y Rubén eran cuatro amigos inseparables. Tenían entre 8 y 9 años y se conocían desde que iban a la guardería. Siempre estaban juntos en el colegio, vivían en la misma urbanización y cada tarde jugaban a un montón de juegos.

Un día, mientras estaban en clase, un profesor informó a todos los alumnos de que se iba a hacer una fiesta en el colegio por todo lo alto. ¡Iba a ser la fiesta del año! Habría música y conciertos, comida para todos, competiciones deportivas, concursos, sorteos y mucha diversión.

Los chicos, muy emocionados, hablaron sobre las actividades en las que querían participar. Miguel lo tenía claro:
- Somos los mejores imaginando personajes y jugando a extraterrestres. ¿Nos apuntamos al concurso de disfraces fantásticos?
- Podríamos hacer unos disfraces de robots. ¡Sería guay! - añadió Lucas
- ¡Sí! ¡Disfrazarnos de robots es perfecto! Sólo necesitamos papel de plata, cartón y alguna cosilla más…Toño, ¿tú qué opinas? - preguntó Rubén
Toño, que ya era capaz de imaginar los personajes, dijo:
- ¡Vamos a ponernos a hacerlos ya! ¡De aquí a la fiesta nos reuniremos todos los días para hacer los mejores disfraces!

Era muy divertido imaginar esos personajes fantásticos y reunirse cada día para hacerlos ellos mismos. Cada día avanzaban mucho y los disfraces iban cobrando vida. Ya sólo quedaban tres días para la fiesta y a cada minuto estaban más entusiasmados.

Como todas las mañanas, los cuatro amigos se encontraron en la puerta del colegio. Pero aquel día Rubén no apareció y Miguel, Lucas y Toño no sabían qué había pasado.
- ¡Qué raro! En cuanto salgamos del cole vamos corriendo a su casa para ver qué le ha pasado - dijo Miguel.

Cuando llegaron a casa de Rubén, se enteraron de que estaba enfermo y muy triste porque sólo faltaban dos días para la fiesta del año y no sabía si podría ir.

Esa tarde, sus amigos se reunieron como era de costumbre. Quedaba muy poco para la fiesta y tenían que terminar sus disfraces. Mientras acababan sus robots, Toño preguntó a sus amigos:
- ¿ No sería buena idea terminar el disfraz de Rubén y así le damos una sorpresa?

A todos les pareció genial, así que trabajaron toda la tarde hasta terminar sus disfraces.

Rubén sólo pensaba en la fiesta y en ponerse bueno, pero ya sólo quedaba un día y parecía que no mejoraba. Hasta que por fin llegó el día que todos estaban esperando.

Miguel, Lucas y Toño fueron corriendo a casa de Rubén con los disfraces deseando que estuviera bien.. Pero el pobre Rubén seguía en la cama y no podía ir a la fiesta. Todos se pusieron muy tristes al verlo.
- Chicos, ¡tenéis que ir a esa fiesta y pasarlo genial ! ¡Con los disfraces estoy seguro de que vais a ganar el concurso! - les dijo Rubén tratando de animarlos. 

Todos sus amigos le hicieron caso, pero cuando estaban saliendo de su casa, Lucas dijo:
- Chicos, la fiesta sin Rubén no va a ser lo mismo. Esto es un rollo...
- Eh, un momento...¿ Y si nos quedamos con Rubén y hacemos la fiesta aquí? Seguro que se lo pasa bien y eso es mucho más importante que ganar el concurso de disfraces…

Todos se pusieron contentísimos, así que fueron a pedir permiso a la madre de Rubén. Al final, la mamá lo dejó salir de la cama un rato y entre todos organizaron una mini fiesta en la habitación que fue mucho mejor para ellos que la famosa fiesta del año.

 

Datos del Cuento
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