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La Mitad

Hay ocasiones en las que uno no cree lo que la gente cuenta, pero otras en que no hay necesidad de vivir las experiencias en primera piel para horrorizarse un poco, cuando me cambie de la ciudad a pueblo en el sur de México me sorprendió una relato que me hizo una persona del transporte público cuando note que los camiones dejaban de pasar muy temprano y la gente no se veía por las calles después de anochecer.



Estaban asustados porque según cuenta la historia, cuando inauguraron los servicios de autobuses, era ya tarde, pasadas las siete de la noche, apenas oscurecía, uno de tantos conductores de autobús iba distraído platicando con una mujer que venía detrás de él, el chofer volteo hacia atrás para sonreírle y se escuchó un golpe en el frente del camión, pero este no se detuvo hasta que una de los tres amigos que lo acompañaban en su primer viaje grito –Atropellaste a alguien, ¡párate!- bajaron a ver a la persona herida, pero ya era tarde, había muerto, el golpe del autobús lo aventó hacia enfrente, el chofer al no detenerse le paso por encima, intentaron moverlo del camino, para su terror al momento que lo hacían el cuerpo se partió en dos, quedándose unos con el torso y otros con las piernas.



Se deshicieron del cuerpo arrojándolo a un canal al lado de la calle, tomaron la tierra manchada con una pala y también se deshicieron de ella, como era persona de paso, no hubo quien lo extrañara o reportara su desaparición.



Pero lo malo vendría después pues la gente que pasaba por el rumbo decía que se escuchaba a alguien quejarse, que algo se arrastraba, incluso a más de uno le había tratado de agarrar la pierna, a los días los choferes de la ruta decidieron no trabajar más por la noche porque algo pasaba arrastrándose frente a sus camiones todos los días a la misma hora.



Una de tantas ocasiones el culpable se vio obligado a pasar por ahí en el autobús a la misma hora del accidente, solo quedaba un pasajero, los dos iban con miedo, trataron de pasar muy rápido por el lugar pero lo que tanto temían sucedió, algo se podía ver en medio de la calle, un bulto, cuando se acercaron era la mitad de aquel hombre, que al ver las luces se incorporó, estiró sus manos, con una fuerza sobrenatural detuvo la marcha del camión…



Las personas dentro de este se pusieron de pie sin poder ver nada, por la parte de atrás se escuchó el ruido de unas uñas rascando el metal y el vidrio, la puerta se abrió, la mitad subió antes de que pudieran reaccionar, se arrastraba lentamente  hacia ellos dejando un rastro de sangre detrás, moviendo sus manos como una araña, subió por los costados y se colgó de los tubos en la parte superior… con mucha rapidez llego hasta donde el chofer, la otra persona intento salir, pero pareciera que no le hacían falta los pies para acorralarlos a los dos, aunque su rostro no era más que sangre y piel desgarrada podía verse su expresión de enojo, ensenaba los dientes de forma retadora, asechaba a su asesino como un experimentado cazador tras su presa.



Lo rodeo una y otra vez, disfruto su miedo, lo olio, araño su cara, le sacó las entrañas… lo partió en dos con sus propias manos, se dice que ahora quien se arrastra por las calles no es el visitante que iba de paso, si no el chofer que le quito la vida.


Datos del Cuento
  • Categoría: Terror
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