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La Manta

La Manta
Autor de esta adaptación: José Luis García

(En la escena vemos una casa en un extremo y en el otro una farola. Estamos en el exterior de una calle cualquiera, de un pueblo cualquiera).
(Entran el Marido y la Esposa).
MARIDO.-
Mi padre lleva viviendo con nosotros 14 años. Ya no lo soporto más.
ESPOSA.-
Pero es tu padre…
MARIDO.-
Él eligió ser padre y cuidó de mí 25 años. Yo no elegí ser hijo y ya llevo 14 cuidando de él. Es insoportable.
ESPOSA.-
No debes olvidar que es tu padre.
MARIDO.-
Porque es mi padre llevo cuidándolo tantos años. Y yo voy a morir pronto si continúa viviendo con nosotros. Me es imposible sufrir por más tiempo.
ESPOSA.-
No puedes echarlo a la calle…
MARIDO.-
Pues lo tengo decidido. O él o yo.
(Entran ambos en la casa).
(El Abuelo y el Marido salen de la casa. Primero el Abuelo, que camina renqueante y luego el otro).
MARIDO.-
Padre, salid ya de mi casa. Te he mantenido por más de 12 años. Vete a donde quieras.
ABUELO.-
Hijo, no me eches. Soy viejo y estoy enfermo.
MARIDO.-
El tiempo ya pasó, padre. Vete y no vuelvas.
ABUELO.-
Dame al menos una manta para abrigarme. Si no, moriré de frío.
MARIDO.-
Accedo a eso, para que veas que buen corazón tengo. -¡Hijo, ven aquí!
HIJO.-
(En off).
-¡Espera que estoy liado con algo!
MARIDO.-
-¡Qué salgas de una vez te digo!
HIJO.-
(En off).
-¿No prefieres que entre?
MARIDO.-
-¡Que salgas, alcornoque!
(Sale el Hijo de la casa).
HIJO.-
Tranqui, papa. Haberme dicho antes que estabas enfadao…
MARIDO.-
Entra en casa…
HIJO.-
Pero papa, si acabo de salir. -¿Me haces salir para decirme que vuelva a entrar?
MARIDO.-
-¡Santa paciencia la mía! Ve al armario y coge una manta y se la das al abuelo.
HIJO.-
-¿Y pa’qué?
ABUELO.-
Tu padre me echa de casa.
HIJO.-
-¡Anda, será bruto!
MARIDO.-
Y date prisa con la manta, si no quieres que te eche a ti también.
(Y dicho esto Marido entra en la casa).
HIJO.-
Mi padre es bruto.
ABUELO.-
Sí, hijo; pero date prisa con la manta, que voy a terminar congelándome. Ya no hay nada que hacer.
HIJO.-
Espera, abuelo; voy a por la media manta.
(Entra el Hijo en la casa).
ABUELO.-
-¿Media manta?
(Sale el Hijo de la casa).
HIJO.-
Aquí tienes la media manta. Ve y sé feliz. Y no te olvides de darme las gracias cuando termine el cuento.
ABUELO.-
-¿Qué dices?
HIJO.-
Que quiero que te alejes. Por lo menos, hasta donde la farola.
ABUELO.-
No te entiendo.
HIJO.-
Tú, arrea…
(El Abuelo, sin entender nada, se aleja del muchacho en dirección a la farola).
HIJO.-
-¡Papá, ven pa’cá, pa’que veas que buen hijo soy!
(El Marido sale de la casa).
MARIDO.-
-¿Qué quieres?
HIJO.-
Que ya le he dado al abuelo la media manta.
MARIDO.-
-¿Qué has hecho?, ve a donde está y dale también la otra mitad.
HIJO.-
Ni harto de bizcochos. La otra mitad la guardo para cuando tu seas tan viejo como el abuelo y te eche también de mi casa.
MARIDO.-
-¿Qué dices?
HIJO.-
Que me has enseñado la lección. Cuando seas viejo, te marcharás de mi casa para que no me molestes.
(Y sin decir nada más, el Hijo entra en la casa).
(El Abuelo al ver que su nieto entra en la casa, se separa de la farola y comienza a alejarse aún más de la casa).
MARIDO.-
(Para si mismo).
-¿Qué he hecho?
(El Abuelo está a punto de salir de la escena).
MARIDO.-
Padre, espere, no se vaya.
(Se acerca al trote hasta el Abuelo).
MARIDO.-
Tiene que perdonarme, padre; no sé qué es lo que me ha pasado. Por favor, vuelva usted a casa.
ABUELO.-
-¿Estás seguro?
MARIDO.-
No he estado tan seguro de algo en toda mi vida. Vamos a casa, que le prepararé una buena sopa para cenar.
(Los dos se acercan hasta la casa y al llegar el Marido entra en la casa).
MARIDO.-
Voy a hacerle una sopa estupenda.
(Entra en la casa).
(Sale el Hijo).
HIJO.-
-¿A qué tienes un nieto listo?
ABUELO.-
No puedo creer que tuvieses un plan así.
HIJO.-
Me lo enseñaste tu cuando me contaste el cuento aquel del Salomón que cortó por la mitad a un bebé que tenía dos madres.
ABUELO.-
No era exactamente así.
HIJO.-
Lo mismo da, abuelo; el truco salió, -¿no?; -¿y qué tienes que decir ahora?
ABUELO.-
Muchas gracias, nieto.
HIJO.-
Eso está mejor, y esta noche, en recompensa, me contarás el cuento aquel del cerdo que se comía a los tres lobitos.
ABUELO.-
No es exactamente así, nieto.
HIJO.-
Bueno, da igual; la cosa es que me cuentes uno de esos cuentos que tú sabes…
(Y entran ambos en la casa).

Fin

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