~~Gepetto era un joven como cualquiera: curioso y con ganas de ser libre; si bien no estaba contento con la vida que sus padres lo obligaban a tener, los obedecía y hacia cualquier cosa que ellos le mandaran. Gepetto tenia un verdadero don tallando madera y convirtiéndola en hermosas marionetas, eso era lo que de verdad lo hacia feliz aunque le molestaba mucho para lo que éstas eran ocupadas.

Sus padres eran unos pillos en toda la extensión de la palabra, cada día, en las plazas principales de distintos pueblos, organizaban un espectáculo de distracción con las marionetas, mientras que Gepetto, obligado por su padres, robaba dinero y cosas de valor de las bolsas y bolsillos de la gente curiosa que acercaba a mirar la función. Cuando el espectáculo terminaba, sus padres cerraban el telón, guardaban las marionetas en su caravana y huían del pueblo antes de que el público se diera cuenta del robo.

Gepetto, noche tras noche, se dedicaba a tallar madera y hacer figuras con ellas. Ése era el modo con el que la culpa de robar a los demás y las ganas de reñir a sus padres era más soportable. Añoraba con todo su corazón dejar la vida de ladrón y abandonar a sus padres y sus obligaciones… Tras varios años de soportar la misma rutina, por fin lo decidió: Tomó sus cosas y sin despedirse de sus padres abandonó la caravana.

Tuvo mucha suerte en encontrar un pequeño pueblo en el que la gente era muy bondadosa, y tras explicarles su historia, le dieron una habitación con un taller para que pudiera trabajar. Con el correr del tiempo, Gepetto se convirtió en una persona muy querida por todos en el pueblo, elaboraba muebles hermosos y juguetes encantadores, sin embargo no estaba del todo feliz, su esposa había muerto hace unos años por lo que se sentía muy solo y a pesar de que estaba consciente de que era una persona mayor, añoraba un hijo.

Cierta noche tuvo un sueño muy extraño, un hada azul le ordenaba que hiciera la marioneta más preciosa que pudiera, tenia que tener las medidas, la apariencia y las facciones de la cara de un niño. El hada le prometió que si hacia lo que ella decía, ya no se sentiría solo nunca más. Gepetto despertó algo confundido, sin embargo puso manos a la obra y tras varias noches de arduo trabajo terminó la marioneta y la llamó Pinocho.

La luz del día le dio de lleno a los párpados: se había quedado dormido en el taller. Cuando abrió los ojos, se sorprendió al ver un par de ojitos tiernos mirándolo con una sonrisa. Creyó que todavía estaba soñando, porque esos ojos pertenecían a la marioneta que recién había terminado. Pinocho abrió la boca y con una sonrisa le dijo: “Hola papá” y fue directo a abrazarlo. A partir de ese día Gepetto cuido y crió a Pinocho como su hijo, vivieron varias aventuras juntos y lo más importante: ambos fueron muy felices para siempre.