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LOS SARNICAROS

Su recuperación mental definitiva vino después de contraer nupcias con este hombre providencial. Desde el día que le conoció sintió su sombra protectora. El día de su boda, recordaba, fue la primera vez que se sintió segura. Miguel era el prototipo del amante perfecto, el hombre hogareño, dulce, humilde, decente, inteligente y honrado, querido por sus compañeros y amado por los vecinos; el policía probo, quien habla con una sonrisa y conserva un saludo para todos. Su vida al lado de Miguel había sido perfecta hasta el día de hoy, hasta la mañana de hoy, cuando vio aquel horroroso episodio.

Queriendo despertar de esta contrariedad, también recordaba su niñez: el susto monumental que pasó en Haití cuando un Bungan del Vudu, hablando lenguas extrañísimas y envuelto en un traje horrible, la columpió, para, supuestamente, sacarle los demonios que se habían introducidos en su conciencia, y que se manifestaban en horrendas pesadillas, fruto de la magia negra que le habían preparado a su madre y que accidentalmente recalaron en ella, Y recordó cuando la llevaron donde un Babalawo cubano, porque también le diagnosticaron que tenia sangre de metresa: -no veo metresa, loases, orishas, guedeses, por ningún lado, señora, los sueños de su hija son normales en personas muy sensibles, tiene un poder extraño, inmanente, que se manifestará en cualquier etapa de su vida-, finalizó el Babalawo, asegurándole a sus padres, al igual que el Bungan que ese poder era benigno siempre que fuese bien utilizado.

Su sueños protervos aminoraron por un tiempo, pero volvían periódicamente, especialmente el de aquel cuervo que entraba volando por la ventana de su habitación, se sentaba en su pecho abría sus ojos encarnados al máximo que alcanzaban sus pupilas y cuando se disponía a sacarle los ojos, rezaba el padrenuestro y despertaba, lo que aún le hacia sentirse desdichada, desprotegida, triste. Fue, repito, su boda con este hombre cariñoso, que terminó con la desdicha de sus pesadillas, Por eso se le hacia tan difícil creer lo que había visto hoy, y no quería pensar que esos poderes de que hablaban los Hunganes y los Babalawos se habían revelado.

Al parecer así era. Miguel acostumbraba a regresar al hogar a las siete de la mañana, ya que en su condición de Policía de los Departamentos de Delitos Monetarios su horario era nocturno. Esta mañana, después de haber amanecido en el trabajo, llego un poco mas temprano. Annie le fue a recibir a la puerta y pensó que el había tenido un accidente ya que su camisa, parte del pantalón y los zapatos estaban manchados de sangre.

-¿Qué te ocurrió, cielo lindo?
-No, … no.., no es nada, sólo llevamos un herido al hospital, tartamudeó Miguel, sorprendido por la pregunta..
Annie encontró extraño el tartamudeo y le miró fijamente a los ojos. Lo que vio la dejo atónita; a través de sus ojos, como si fuera una TV de 36 pulgadas observó a Miguel apuntando con su “45” y su eterna sonrisa a dos hombres que se encontraban arrodillados rogando por sus vidas: –Hey, Chuky, no fuimos nosotros, no fue obra de nosotros, te lo juro, no me mates, no nos mates, piedad, Chuky-, noooooooo, rogaba uno de los hombres. Miguel sonreía con desdén, Los hombres se arrastraron de rodillas con las manos abiertas en cruz, como buscando su amparo; Le disparó sin piedad, alcanzando al primero en la misma frente y el segundo en el pecho, quien logró pararse y abrazarlo, manchándole con la sangre que le brotaba del pecho. Le empujó violentamente, y ya agonizante le remató con dos disparos en la cabeza.

A partir de esta visión, la vida de Annie cambió rotundamente. Dejó de amar a Miguel, pero nunca se lo hizo saber, y poco a poco se fue acomodando a su nueva situación. Su esposo era un asesino. Y a pesar de que le rechazaba en la cama –su sudor le olía a sangre-, se divertía al verlo llegar, mirar a sus ojos para ver a quien había asesinado la noche anterior. Llegó a disfrutar tanto de esta realidad brutal que se aburría cuando Miguel se pasaba la noche en la oficina leyendo el periódico. A través de los ojos de el, escuchaba todas las conversaciones, de esa manera se enteró que Miguel pertenecía al Escuadrón de Limpieza Nocturna “Los Sarnícaros” y le llamaban Chuky, en honor al muñeco diabólico, ya que era el mas sanguinario de todos. Su trabajo consistía en limpiar las calles de ladrones: y atracadores. Pero a través de sus ojos, pudo constatar la gran cantidad de infelices inocentes que murieron bajo aquellas manos criminales.

La felicidad que día a día le ofrecía el espectáculo sangriento a través de los ojos de su esposo no duró mucho. Una mañana se espantó cuando observó a su esposo asesinar a garrotazos a Gustavo, el novio de Rosa, su hermana menor, y luego condujo el vehículo de este hasta el acantilado más alto de la costa donde le empujó, para que en caso de que se encontrare pareciese un accidente. Luego de un intervalo sinuoso, cegador, debido a un parpadeo, lo vio en una cama enorme haciendo el amor con Rosa.

Esta nueva situación le desgarró el corazón. No volvió a ver mas los ojos de Miguel para evitar el sufrimiento, a partir de aquel día todos sus sentidos estaban dirigidos a un solo objetivo. –Venganza; este hombre abusador, asesino cruel e inhumano, también era traidor; un adúltero tan vulgar que no respetó ni a su propia hermana, debería morir. Preparó todo minuciosamente. Ideó matarlo, subir el cadáver a su automóvil y arrojarlo por el mismo acantilado por donde lanzó a Gustavo.

Le colocó el silenciador a la automática que compró, y lo esperó en la mesilla del comedor. Colocó la pistola cargada sobre sus piernas protegidas por el mantel de la mesa. El saludo como siempre fue cordial, un beso en la mejilla y el acostumbrado –tengo hambre- de Miguel. Se sentó y empezó a desayunar tranquilamente. Annie, introdujo el índice de su mano derecha en el gatillo y le apuntó. Podía disparar cuando quisiera, pero una pequeña obsesión se había creado en su conciencia, quería observar de nuevo, por última vez, aquellos ojos. Así lo hizo, y Lo que vio la llenó del espanto más grande jamás imaginado.

Al mirarlo fijamente vio sus propios ojos, luego una luz aterradora zigzagueaba entre la mirada de ambos, como colisionando, rechazándose y absorbiéndose al mismo tiempo, luego advirtió con pavor su propio cuerpo desnudo desprovisto de sus ojos, colgado de un roble gigantesco con una horrible herida en el pecho por donde manaba abundante sangre. En la copa del árbol estaba aquel cuervo horrible que veía en sus sueños de mocedad y adolescencia Y en el tronco estaba Miguel con su eterna sonrisa y un corazón negro sangrando en sus manos.

Su dedo índice derecho, tembloroso, debilitado por el susto provocado por esta nueva visión, apretó el gatillo. Un disparo estremeció el aire. Un solo disparo que asustó a un cuervo que se encontraba husmeando en el marco de la ventana de aquella cocina comedor.
JOAN CASTILLO,
Datos del Cuento
  • Categoría: Misterios
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