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LA MALA SUERTE DE DOLORES

No, Dolores no era una mujer afortunada. Habia sido bella... pero de eso hacia ya mucho tiempo, tanto que de esa belleza tan solo quedaba un recuerdo vago, ilustrado por unas antiguas fotografias las cuales, medio bañadas en lágrimas se conservaban en el fondo de una caja de cartón, la cual, inexorablemente era abierta una vez a la semana, como si de un mágico ritual se tratara, un ritual capaz de devolver la belleza a su dueña, pues era la propia Dolores la que realizaba ese ya habituado ritual semana tras semana, mes tras mes, año tras año.

Al abrir la caja, su mente volaba hacia otros tiempos y lugares en los que en compañia de los suyos su ego se veia fuertemente reforzado; los recuerdos de su niñez y juventud, aderezados de cuentos sobre España y llenos de palabras que endulzaban sus oidos, pero aquello estaba lejos, casi tan lejos que, si no hubiera sido por ese extraño ritual semanal ya hubieran quedado relegados al olvido haría mucho tiempo. Pero ese ritual, ese hacer de muchos años no era capaz de amordazar la congoja interna que Dolores tenía. Si bien con la visión de aquellas amarillentas fotografias su mente se alborozaba en tiempos mejores, no podía evitar que la misma se paseara por lados más oscuros de su historia.

Aquellas relaciones de juventud que en muchos casos la habian dejado con una insatisfacción grande, su escasa educación y que ella percibia como la causante de muchos de sus males, sus fracasados matrimonios, sus intentos vanos de encontrar una felicidad que le era ajena y su imposibilidad para mantener unas amistades que si bien le eran fieles le eran críticas, como debe ser toda amistad y que ella, en su terrible envidia manchaba a poco que las tocara.

Vivia para pocas cosas, es cierto, pero esas pocas cosas, si bien parecía que llenaran su vida interior, no hacian más que vaciarla cada día un poco más, ella se daba cuenta de ello y lo maldecía, inmersa en una espiral de la que se veia incapaz de salir, a pesar de que lo habia intentado varias veces. Su piel se iba marchitando poco a poco y con ella las ilusiones que habia sacado de su tierra el día que la dejó; bien es cierto que volvia a ella con cierta frecuencia y bien es cierto que era facil en esos regresos dar a sus amistades, a su familia una imagen inexistente de felicidad y buena vida, pero no era menos cierto que ella misma dudaba de que esos parabienes fuesen ciertos y sinceros, a fin de cuentas los regalos que llevaba en cada viaje eran los suficientes como para acallar conciencias y conversaciones mientras duraba su estancia en esa su tiera.

Por otra parte, ella misma habia forjado a su alrededor un mundo irreal en el que veia su infancia como la de una princesa de cuento, una princesa a la que todos idolatraban y adoraban, aunque ella sabia, muy en el fondo de su alma, que eso no habia sido así, de ahí nacia ese odio hacia muchas personas de las que podría haber aprendido mucho y que, con su actitud, tan solo alejaba, privandose de unas amistades que la podrian haber devuelto al mundo real, ese del que ella se empeñaba en huir día a día.

No, Dolores no era una persona con suerte y ella lo sabia, tal vez de haber nacido en otro lugar o con una vida en diferentes circunstancias, Dolores podrá haber tenido una vida normal, pero no, esa infancia y esa juventud la marcaban demasiado, imprimiéndole un sello, un sello de fuego, un sello abrasador que, todas la noches, cuando se quedaba a solas con su alma y se enfrentaba con la realidad, le martilleaba el cerebro y el corazón diciendole:

Dolores, esta no es tu vida, pero tu no has hecho nada por cambiarla.

Y asi pasaban los días, uno tras otro, rosario de aburrimiento y vida gris, en un gris pais y con un porvenir más gris todavia. No, definitivamente, no; Dolores no era una persona con suerte.
Datos del Cuento
  • Categoría: Urbanos
  • Media: 6.8
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Comentarios


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5 comentarios. Página 1 de 1
Alejandro J. Diaz Valero
invitado-Alejandro J. Diaz Valero 29-08-2003 00:00:00

Si señor, el cuento tiene su cierto encanto, el cual despues de una insistente narrativa, nos deja una importante lección a enseñar a la juventud actual, que la juventud pasa, y si no cultivamos lo espiritual, nos quedaremos irremediablemente con las manos vacias. En tal sentido, discrepo del autor en su comentario sobre que no había nada que aprender de Dolores. Pues sepa que hay que aprender y mucho, vivir ésta historia y palparla, es aprender a no caer en ella. En todo caso el cuento por su contenido reflexivo es aplaudible, al menos para mí. Saludos. Alejandro J. Dìaz Valero

Irma Aliaga
invitado-Irma Aliaga 28-08-2003 00:00:00

Aunque el estilo y la redaccion es comun y corriente, adolece de redundancias sobre todo en su parte final. La descripcion corresponde a una persona soberbia y vanidosa, muy prevalente en este mundo de egolatria.

Dolores
invitado-Dolores 15-07-2003 00:00:00

que este tío se piense escritor, ja ja ja , no hay una página de "cuentachistes" o algo así? para que se dedique a escribir ahí? y cuentame con este cuento tan malo de donde sacaste tantos votos? de tu manga será.

Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 09-07-2003 00:00:00

Vaya,vaya,vaya, mire Ud. que el mentado Sr. Gustavo Adolfo había escrito este cuento hace un par de meses. De ahí se explica su inspiración en su cuento inspirado en la página. El tipo escribe bien, eso aparte y dicho. Como curiosidad, y ya en el plano personal, tiene un comentario del suscrito que el suscrito no escribió, pues no podría elogiar su ortografía, ya que viene evidenciando un serio aunque corregible problema con los acentos. Ya, chao no más, que es mucho por hoy.

Gianna Cibioly
invitado-Gianna Cibioly 26-04-2003 00:00:00

como expones aquí hay, existen, estamos abarrotados de personas egocentricas y unipotentes, que no saben escuchar, ignorantes del concepto amistad, solubles en la prepotencia he incapaces de ser felices. Pero debemos ayudarles a que sean mejores... algún día. Gian.

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