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Juguetes en problemas

Aquella noche, como todas las noches, Anita se puso el pijama y se metió en la cama. Y como todas las noches, su mamá le leyó un cuento, le dio las buenas noches y apagó la luz. Al cabo de unos minutos, Anita dormía plácidamente. Entonces todo comenzó.

– Otra vez igual. ¡Todas las noches es lo mismo! Hoy, encima, me ha dejado encajonado contra el baúl y no me puedo mover -se quejó un cochecito de juguete mientras aceleraba intentando, sin éxito, escapar del hueco del baúl.

– No te quejes, que yo estoy colgando de los pelos -se lamentó una Barbie.

– Al menos tienes pelo. Nosotros, cuando Anita no nos recoge, no sabemos ni dónde lo tenemos -dijo un Pinypon

– Sí, yo no encuentro mis piernas… -añadió otro Pinypon -¿Alguien las ha visto? Mr. Potato,
¿No se habrán colado dentro de tu caja?

– ¿Eh? ¿Qué dices? No te oigo. Ha desaparecido mi oreja izquierda… -se lamentó Mr. Potato.

– ¡Socorro! ¡Socorro! Estoy dentro del armario de los zapatos y huele fatal a pies – se escuchó gritar una voz, a lo lejos. Era el osito Teddy.

– ¡Ja! Ahí acabé yo la semana pasada. ¡Te toca ir a rescatarle, camión de bomberos! -rió el coche.

– ¡Voy volando! – anunció un pequeño camión de bomberos de plástico mientras encendía la sirena.

– Camión grúa, ayúdame tú a mí. No puedo salir de este hueco -pidió el coche.

El camión grúa acudió en su auxilio, enganchó sus cadenas entre los ejes de las rueda y consiguió liberar al coche. Sin embargo, del impacto una torre de cajas de construcciones comenzó a tambalearse peligrosamente.

– Ay, no, no, no… ¡Cuidadoooo! – gritó el coche, mientras se ponía a salvo a toda velocidad.

– ¡Hala! Todos los LEGO, al suelo. ¡Qué desastre! -se lamentó Barbie.

En ese momento, una muñeca comenzó a llorar. Su llanto era metálico.

– Bueno, ¿me bajáis de aquí, o qué? -insistió Barbie, quien se estaba impacientando de colgar de una silla.

– ¡Allá voy princesa! – se ofreció rápidamente un superhéroe, mientas pedía ayuda al patito de goma: – ¡Pato! ¡Deja que te use como cama elástica!

– ¿Otra vez? – Se quejó el pato, harto de que siempre le tocaran todos los pisotones.

Pero no le dio tiempo a negarse, pues antes de poder reaccionar, el superhéroe había brincado sobre él, aplastándole su cabeza de goma.

– ¡Agárrate, princesa! -gritó el superhéroe mientras pasaba volando frente a la Barbie. Ella se agarró a él y juntos cayeron sobre el montón de cacharros de la cocinita.

– ¡Qué golpe! Cualquier día de estos me parto una pierna. ¡Que son de plástico del malo! – volvió a quejarse Barbie.

– ¿Estás bien, princesa? -se interesó el superhéroe.

– ¡Que no me llames princesa! – exclamó la muñeca, muy enfadada.

– Pero… ¡cómo no! Tú eres Frozen, ¿no?

– ¡Soy una Barbie!

– Ahí va, qué fallo -rió el superhéroe, algo avergonzado. Entonces, recuperando su tono orgulloso, concluyó: – Bueno, seas lo que seas, siempre serás mi princesa.

– Creo que voy a vomitar – respondió Barbie, entre dientes.

– Y ese bebé llorón… ¿no se va a callar nunca? – preguntó el coche, llevándose las ruedas a los oídos.

– Si es que se le han caído encima la caja del LEGO y le está presionando el botón del llanto. ¡Voy a ver si puedo apartarla!

Con gran esfuerzo, el pinypon consiguió apartar la caja y el bebé muñeco dejó de llorar.

– Esto no puede seguir así. Hay que enseñar a Anita a recoger sus juguetes antes de irse a dormir – señaló Barbie con determinación. -¿A alguien se le ocurre un plan?

El único que respondió a su pregunta fue un juguete, pero lo hizo en chino.

– ¿Qué dice este? – preguntó Barbie, sorprendida.

– No sé. Se lo compraron a Anita en un bazar chino y nadie le entiende -rió el coche de juguete.

– Y ese peluche, ¿qué? ¡Eh, tú! ¡El nuevo! Vaya privilegiado. Nosotros sufriendo y tú ahí, tan cómodo durmiendo al lado de Anita -le gritó el superhéroe a un peluche con forma de pingüino que le habían regalado a Anina hacía pocos días.

– Deja que disfrute mientras pueda. ¡Cualquier día aparece colgando de la lámpara! -respondió el osito Teddy, con sorna.

Todos los juguetes rieron alegremente.

– ¿Quién falta? -preguntó Barbie, mirando de un lado a otro, intentando ver algo en la oscuridad de la habitación. Una voz metálica respondió. Era el marcianito de juguete.

– ¡Yo! ¡Estoy aquí! ¡Anita me ha dejado bocabajo y no me puedo mover!

–  ¡Bomberos al rescate! – volvió a gritar el camión, encendiendo su sirena y ayudando al marcinaito.

– Bien. Ya estamos todos. Venga, cada uno a su sitio – instó Barbie.

Todos los juguetes se dirigieron a su lugar. Uno s se colocaron en la estantería; otros se metieron en el baúl. Algunos se treparon a los pies de la cama de Anita y allí se quedaron.

A la mañana siguiente, como todas las mañanas, Anita se despertó y vio que su cuarto estaba completamente recogido. Y como todas las mañanas ni siquiera imaginó el gran problema que le había ocasionado a sus juguetes por ser tan desordenada. ¿Y sabes por que? ¡Anita creía que era su mamá quien recogía su habitación mientras ella dormía!

Datos del Cuento
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