Juan, el oso y la zorra (Asturias) En una ocasión, un labrador que se llamaba Juan estaba sembrando trigo. Los bueyes eran perezosos y él, enfadado, les decía: -¡Mal oso os coma! A media tarde apareció el oso y le dijo: -Bueno, Juan, ya vengo a por los bueyes. Todo el día andas diciendo: ¡Mal oso os coma! Pues no hace falta que lo digas más. Ya estoy aquí. -Déjame, al menos, acabar de sembrar –contestó, arrepentido, Juan-, que me falta poco. El oso, con la merienda asegurada, se tendió tras unos matorrales a esperar. Al rato, pasó por allí la zorra y, viendo a Juan preocupado, le preguntó: -¿Qué te pasa, Juan que estás tan triste? -Que ha venido el oso y quiere comerse a mis bueyes. -¡Vaya hombre! Te comprendo, amigo. Mira, si me das un corderillo, yo te lo arreglo. -¡Hecho! La zorra, levantando la voz y como si acabara de llegar, dijo: -¡Eh, Juan! ¿Qué es aquello que hay detrás de aquellas matas? El oso, que la oyó, le dijo bajito a Juan: -Dile a esa entrometida que soy un tronco. -Es un tronco –contestó Juan. -No te creo Juan –dijo la zorra-. Si fueses un tronco, lo echarías a la leñera. -Haz como si me echaras –dijo el oso-. A ver si esa fisgona se queda satisfecha. -Además, si fuera un tronco, le cortarías aquella rama que sobresale por allí –insistía la zorra. -¡Qué pesada! –protestó el oso-. Haz como si me cortaras, a ver si se larga de una vez. Y Juan, tranquilamente, se acercó al oso, cogió el hacha y le cortó la cabeza. Al anochecer, Juan y los bueyes se fueron de vuelta a casa. La zorra los seguía para cobrar la deuda. -Espera un momento, que voy a buscarte el cordero –le dijo Juan. Mientras la zorra esperaba, chupándose los dedos al imaginar el banquete, Juan cogió los perros, los metió en el corral y gritó: -¡Ven a ver cuál te gusta más! La zorra entró y los perros se le echaron encima. Quiso subirse al pajar y, como no podía, para animarse, ella misma se decía: -¡Arrea, culo! ¡Arread, zancas, que en este mundo todo son trampas!