Jesus habla con una mujer de Samaria.

(Historias Biblicas para niños.-95-)

 

Jesucristo y discípulos salen de Judea y se dirigen al norte, a Galilea, pero para llegar a su lugar tienen que atravesar el distrito de Samaria. Son cerca de las doce del mediodía y están cansados por el viaje. Así que se detienen a descansar cerca de la ciudad de Sicar, junto a un pozo que probablemente hizo Jacob siglos atrás, o pago para que lo hicieran. En la actualidad, este pozo todavía existe y se encuentra cerca de la ciudad de Nablus.

Jesucristo descansa junto al pozo mientras sus discípulos se van a la ciudad a comprar comida. Entonces, llega una mujer samaritana para sacar agua, y le dice: “Dame de beber”. [Evangelio de Juan, capítulo 4, versiculo 7].

Debido a prejuicios muy arraigados, los judios no tienen trato con los samaritanos. Así que la mujer, sorprendida, le pregunta: “Cómo es que tu, que eres judio, me pides agua a mi, que soy samaritana?”. Jesucristo le responde: “Si supieras del regalo de Dios y supieras quien es el que te está diciendo ‘dame de beber’, tú le habrías pedido agua a él, y él te habría dado agua de vida”. Entonces, ella le contesta: “Pero, Señor, si ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es profundo. ¿De dónde vas a conseguir esa agua de vida?. Acaso eres tú superior a nuestro antepasado Jacob?. El fue quien nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y su ganado”.[Juan 4:9 al 12].

“Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed - le dice Jesucristo -. El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed. Más bien, el agua que yo le daré se convertirá dentro de él un manantial que brotará para dar vida eterna”. [Juan 4: 13, 14]. Como vemos, aunque Jesucristo estaba cansado, habla con la mujer samaritana de verdades que pueden hacer que vivan para siempre.

Al oír estas palabras, la mujer le dice: “Dame de esa agua, Señor, para que no vuelva a tener sed ni tenga que estar viniendo a este lugar a sacar agua”. En ese momento, parece que Jesus  cambia de tema, y le pide: “Anda, llama a tu esposo y vuelve aquí”, le contesta ella. A lo que Jesucristo le responde: “Tienes razón al decir que no tienes esposo, porque has tenido cinco y el hombre que tienes ahora no es tu esposo”. [Juan 4: 15 al 18]. !Qué impresión debe causarle que Jesucristo sepa tanto de ella!.

Para esta mujer, esas palabras de Jesucristo sólo pueden significar una cosa: “Señor, veo que eres profeta”, expresa maravillada. A continuación, demuestra que le interesan los asuntos espirituales al decir: “Nuestros antepasados [los samaritanos] adoraban a Dios en esta montaña [llamada Guerizim, que no está lejos de allí], pero ustedes [los judios] dicen que hay que adorarlo en Jerusalén. [Juan 4: 19, 20].

Sin embargo, Jesucristo le aclara que el lugar donde uno adora a Dios no es lo importante: “Viene la hora en que ni en esta montaña ni en Jerusalén adorarán ustedes al  Padre”. Y añade: “Viene la hora -de hecho, ha llegado ya- en que los auténticos adoradores del Padre lo adoraran con espíritu y con verdad. Porque el Padre sin duda está buscando a personas así para que lo adoren” [Juan 4: 21, 23, 24].

De modo que lo importante para el Padre es como se le adora, no el lugar. La mujer está impresionada. Reconoce: “Yo sé que va a venir el Mesías, al que llaman Cristo. Cuando él venga, nos lo explicará todo”. [Juan 4:25]. 

Entonces, Jesucristo le revela algo muy importante: “Ese soy yo, el que está hablando contigo”. [Juan 4:26]. !Increible!. Esta mujer que ha venido al mediodía para sacar agua, escucha a Jesucristo decir claramente lo que al parecer todavía no le ha dicho a nadie que él es el Mesías. !Qué gran honor le concede Jesus!.

Justo en ese momento, los discípulos llegan de Sicar, con la comida que han comprado. Encuentran a Jesucristo junto al pozo de Jacob, donde lo dejaron, pero ahora lo ven hablando con una samaritana. Entonces ella deja su vasija de agua allí y se va a la ciudad.

En cuanto llega a Sicar, la mujer empieza a contarle a la gente lo que Jesús le había dicho. Entusiasmada, le dice: “Vengan para que vean a un hombre que me dijo todo lo que yo he hecho”. Y, quizás para despertar su curiosidad, añade: “¿No será este el Cristo?”. [Juan 4: 29]. Esta es una cuestión muy importante que ha interesado a la gente desde el tiempo de Moises. [Deuteronomio 18: 18]. Así que los habitantes de Sicar se dirigen a donde está Jesucristo para verlo con sus propios ojos.

Puede que Jesucristo ya se de cuenta del efecto que ha tenido su conversación con la mujer samaritana. Muchos habitantes de Sicar empiezan a creer en él gracias a que ella les asegura: “Me dijo todo lo que yo he hecho” [Juan 4: 39]. Por eso, cuando llegan al pozo, le piden a Jesucristo que se quede para contarles más cosas. El acepta la invitación y pasa dos días allí.

Al escuchar a Jesucristo, muchos mas samaritanos creen en él y le dicen a la mujer: “Ya no creemos sólo por lo que tú nos contaste. Lo hemos oído nosotros mismos y sabemos que de verdad es el salvador del mundo”.[Juan 4: 42]. Sin duda, el ejemplo que nos dejó la samaritana nos enseña cómo dar testimonio de Jesucristo. Igual que ella, podemos despertar la curiosidad de las personas para que quieran seguir aprendiendo.

NOTA: Esta historia bíblica está tomada del Evangelio de Juan, capítulo 4, desde el versículo 3 hasta el 43 que puedes leerlo en tu propia Biblia. Aquí hemos visto como Jesucristo le predica a una mujer samaritana y a otras personas. Nosotros podemos imitarlo a él al conversar con nuestros familiares y amigos sobre la adoración que aprueba Dios y como debemos de adorarlo, “con espíritu y con verdad”. [Juan 4: 24].