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Inteligencia emocional

Cuando sufrimos la pérdida, el alejamiento de un ser querido, el golpe inicial, la sorpresa de cómo han discurrido los acontecimientos nos lleva a negarlo, a pretender huir de ello, a no aceptarlo en nuestra vida. Nuestro cuerpo se adormece en pensamientos confusos y careceremos de la sensibilidad suficiente para comenzar a entenderlo, buscamos la evasión y la diversión tratando de demostrar serenidad, seguridad y fortaleza, desapego y desarraigo, pero cuando nos despertamos por la mañana acuden de forma imprevista esas inquietudes que nos mantienen confusos, que nos hacen darnos cuenta de que es algo no entendido, no superado, simplemente escondido.

Seguidamente pasamos a un estado de culpabilidad, de rabia, de desasosiego o de desorientación sin más síntoma que percibir que nuestra mente y nuestro cuerpo están desconectados, sin entendernos, sin entender a los demás, sin satisfacernos con nada, en una postura de introspección, de intimidad, de soledad, de huida, de tristeza. Tras este período de confusión llega la aceptación, aceptamos esa pérdida en nuestra vida al darnos cuenta que no dejamos de vivir por ello, de tomar decisiones, asumiendo que existen límites, zonas de error o de incomprensión que desconocíamos y nuestra vida comienza así a proyectarse hacia nuevas experiencias y cambio de hábitos.
El cuerpo y la mente se conectan de nuevo, se terminan los problemas físicos y los altibajos emocionales y surge una etapa de calma, de madurez y reconocimiento de nuestra propia valía, de nuestros derechos y de nuestras responsabilidades. Buscamos nuevos valores, afianzamos nuevas esperanzas y vuelve a brillar la luz en nuestros ojos.

Y todo eso nos sucede cuando sentimos una pérdida importante en nuestra vida. Son etapas, trayectos en el camino, son naturales, son sanas, son buenas y nos hacen crecer.

¡Qué bella es la vida!

Por eso, si alguien se siente identificado con alguna de esas etapas en el proceso lógico de la pérdida de un cariño me gustaría decirle que viva cada emoción a cada segundo con sencillez, si quiere llorar que llore, si quiere reir que ría, si necesita evadirse que lo haga, tiene suerte, tiene personas importantes en su vida por quién dolerse, a quien tratar de comprender, de superar, en quien pensar y a quien amar, cada día entiende mejor cómo reinventar su vida.

Yo he sentido todo eso por un amigo, en mi caso de forma más caótica por negarme a aceptar que existía amor en transcurso de esa amistad, y hoy viendo mi pérdida emocional en todo ese proceso vivido simplemente me digo: tengo suerte, tuve un amigo importante en mi vida, tan importante como para sonreirle, como para amarle y lo que es más importante aún... como para conseguir llorarle con valentía. Quien llora por haber amado, por haber amado de forma no egoista, tiene más enriquecida su estima.

Esa es para mi la esencia de los buenos valores emocionales en el cuentagotas de esa felicidad que nos empapa en la vida.

Sigo creciendo...
Datos del Cuento
  • Autor: :-)
  • Código: 11224
  • Fecha: 09-10-2004
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 5.54
  • Votos: 96
  • Envios: 1
  • Lecturas: 2006
  • Valoración:
  •  
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