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Imperdonable olvido

~Luchamos siempre por tener una posición económica que nos dejara dar algunos gustos, que veíamos que nuestros amigos se daban, de vez en cuando… Nosotros éramos de familia mucho más humildes que ellos, pero no por eso había diferencias, nos sentíamos muy cómodos en la compañía de nuestros amigos. Solíamos juntarnos los sábados por la noche y cenar todos cada vez en un hogar distinto. Éramos cuatro matrimonios, muy divertidos, con los cuales teníamos muchísima confianza entre sí. Nos contábamos todo, un poco más entre las mujeres, y ellos habrán hecho lo mismo, no lo sé, porque eran otras épocas de más reservas, menos abiertas en cuánto al diálogo entre parejas.
Recuerdo haberle contado a Haylen, que nuestro matrimonio estaba un poco tedioso, ya que nos amábamos como el primer día pero era tal el trabajo de ambos, que nos estábamos acostumbrando a no tener diálogo, a darlo todo por sobreentendido, nos faltaba tiempo para hablar de nuestros deseos, estaba notando , que sólo era lo económico, lo que nos unía.
Realmente nos costaba mucho salir con salarios magros, y todos los precios en suba,
en una oportunidad, haciendo grandes sacrificios, juntando dinero muy lentamente, logré reponer un par de muelas, que había perdido a lo largo del embarazo de mi única hija… Ya dije que eran otras épocas, en ese tiempo no se usaban los implantes y sólo se podían reemplazar por una piezas dentales, bastantes dolorosas o al menos incómodas…
Pero con sacrificios todo se logra. Y allá iba por la vida muy contenta, aunque dolorida estrenando mis muelas nuevas.
Haylen, (volviendo a nuestros problemas) acercándose nuestro aniversario de casados, nos sugiere que salgamos un poco de la rutina, que visitáramos un hotel alojamiento (como se lo llamaba entonces) para darle un poco de “aire fresco” a nuestro asfixiado matrimonio… Primero nos reímos, luego la idea comenzó a gustarnos, ya que no conocíamos ninguno (al menos yo)… Y allá fuimos, ellos se encargaron de la beba, y nos regalaron una cena en un restorán muuuuuuy elegante, demasiado para mi gusto. Cenamos, recorrimos la pequeña ciudad, deleitándonos con sus vidrieras de exquisita ropa, conversamos muchísimo, con todo el tiempo del mundo para nosotros. Nos dimos cuenta que nada había mas importante que nuestro amor y nuestra querida familia, que Alma nuestra hija era el sueño que siempre tuvimos, concretado… Esa hermosa rubiecita de ojos almendra, era lo más bello y mejor que nos pudo pasar.
Luego con un poco de vergüenza, fuimos al albergue transitorio, en el automóvil de nuestros amigos.
No voy a contar nada nuevo, por supuesto, ni voy a contar, literalmente… Sólo que era tal la molestia que sentía en mis dos muelas postizas, que las dejé en el baño, esperando que Leo no notara la falta de ellas, así fue. Nadie notó nada. Cuando salimos yo también me olvidé de ellas, pero luego lo recordé y mi falta de “mundo” me jugó una mala pasada, volví a entrar y desde el interior la misma voz que nos había preguntado por cuanto tiempo tendríamos la habitación, me vuelve a preguntar lo mismo. Le contesto que no tomaría la habitación que sólo buscaba mis “dientes” que había olvidado allí.
¿Quieren creer que cuando salimos, al menos la mitad del personal estaba en la puerta asomándose para ver a la anciana que había olvidado sus “dientes”? Nunca sentí tal vergüenza… fue la primera y última vez que visitamos esos lugares…

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