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HUESITOS

_ Tengo que sanar_ Explicaba Genaro.
_ Claro tienes qué hacerlo_ Le había dicho su mamá…
Habían pasado 20 años desde esta última conversación entre Genaro y su madre, ahora él estaba solo. Realmente siempre estuvo solo, ya que la vida que pasó con su madre, ella nunca estaba. Ahora con 3 décadas vividas Genaro habitaba un cuarto, atrás de un hostal. Nunca se habría casado, nunca había estudiado una carrera… había aprendido a leer solo. Era un hombre casi apartado de la sociedad, parecía muy antisocial y andaba muy callado. Los últimos fines de semana estaba muy aturdido. A unas cuadras de su casa estaba una facultad de medicina, y un poco más allá el hospital. En aquella ciudad no había cementerio, nadie sabía por qué. Bueno, Genaro siempre rondaba aquella facultad de medicina y esos días de aturdimiento se los debía a sus “negocios”. Hace 5 años que ocupaba aquel cuarto de una casa abandonada. Cada día salía muy temprano de su cuarto, sacaba unos bidones con un líquido de quién sabe qué cosa, siempre con rumbo al hospital. Compraba algunos panes y casi siempre tenía una bolsa de caramelitos. Bueno y siempre entraba al hospital; ahí era muy conocido por los pacientes… le decían: “El hermanito”. Genaro aunque católico, no tenía vocación de Hermano. Bueno, lo consideraban un Hermano porque él cada vez que venía los saludaba, hablaba y pasaba la mayor parte de su día con ellos. _ El es bueno… El hermano Genaro_ Decían muchos pacientes. Todos los pacientes lo conocían, en especial los “terminales”. Bueno después de estar en el hospital, casi al ocaso, regresaba con los bidones casi vacíos, y unos caramelos menos en su bolsa. Bueno, se metía a su cuarto con un silbido característico. Unas horas más tarde salía a dar un paseo por su jardín trasero, muchos decían que cuidaba algunas “plantas”, la verdad nadie sabía si realmente tenía plantas. Estaba ahí media hora, ya de noche subía y siempre mascullaba estas palabras: _El uno (dos, tres o cuatro) dentro de unos días estará listo_
Ya había pasado un abril, y para Genaro los siguientes meses eran su mejor época. Había empezado el año académico en aquella facultad de medicina. El primer año era difícil porque llevaban Anatomía I, y al otro año llevarían Anatomía II y luego al otro Anatomía III. Y aún era más difícil por las exigencias que tenían.
Genaro paseaba por aquella facultad, los viernes de cada semana. Y a la primera persona del primer año que veía, le decía: _¿Huesitos?_ Raramente ofrecía a más de dos esta propuesta… siempre lo hacía con uno. La última vez le habían pedido ya varios fémures y cuatro encéfalos. Recibía las solicitudes en la puerta de su casa, por un buzón muy discreto. Los encéfalos eran difíciles de encontrar, así que cobraba un precio especial para los mismos; pocas veces le pedían más de cuatro encéfalos pero esta vez los alumnos del tercer año (Que hacían Anatomía III) le habían dejado una notita: HUESITOS: 10 ENCÉFALOS…URGENTE… YA TE HEMOS ADELANTADO, HASTA CUANDO O TE DENUNCIAMOS. Era cierto, hace tres meses antes de as vacaciones, Genaro se había retrasado en dar estos encéfalos, y se había gastado el dinero. Por eso eran sus angustias estos últimos fines de semana. Tenía que encontrar esos encéfalos, o ser denunciado. Tenía cuatro listos, aun le faltaban seis… para el primer día de la semana tendría uno más, pero faltarían igualmente. No dormía mientras pensaba toda la noche, su fuente de partes de cuerpos, tenía que ser mayor; así que esa noche decidió hacer algo que era muy amenazador y muy arriesgado.
Dos días después apareció un gran titular en los periódicos más conocidos de la ciudad: HUESITOS, FUE ATRAPADO. Se explicaba entonces: Genaro cada mañana salía con aquellos bidones, llenos de un refresco envenenado con una fórmula muy bien estudiada por él. Los caramelos que llevaba, muchos eran normales, pero algunos llevaban un fuerte veneno. Como se ve, Genaro habría estado envenenando a sus amigos los pacientes de aquel hospital, y cuando era el momento oportuno les daba el toque final con un caramelo. Se enteraba pronto de la muerte al día siguiente y cambiaba inmediatamente el cuerpo de su víctima por unas bolsas de arena, así los familiares enterraban “polvo” y él se quedaba con los cuerpos que los llevaba a la parte trasera de su casa, donde se descubrió varias tinas llenas de formol y cadáveres: su fuente de muertos, no eran plantas. Ese día en que desesperó, una falla de cálculos le habrían hecho caer. Ese día, había decidido “envenenar” 5 pacientes. Les habría dejado el caramelo a cada uno, como siempre lo hacía: _Bueno, amigo, me voy, pero le dejo un regalito dulce del sabor que le gusta._ Decía Genaro. _ Gracias hermano Genaro, mañana le esperaré y quiero escuchar de lo que sigue en la historia que me relata_ Decían sus amigos los pacientes. _ Esta bien, Chao_ Genaro así se despedía. Y ese día, habría dejado 5 caramelos, y calculo de si las fuerzas y el tiempo le alcanzaría al día siguiente habría sido tomado a la ligera. Genaro no pudo dormir aquella noche. Y al ir rumbo al hospital muy por la mañana, tuvo un muy mal resentimiento, pero tomó fuerzas y continuó adelante. Y como él sabía, habrían muerto los 5, y llevar los sacos de arena sería difícil; pero así lo hizo, cambió los cuerpos, estaba en el cuarto y le faltaba sólo uno, y es cuando hizo una tontería: Descansar. Pero ese no era el problema. Cuando hizo la entrega del ultimo cuerpo, en su caja respectiva a los familiares, hubo alguien que pidió ver al cadáver antes de la sepultura. : _ Quiero verlo por última vez_ Pidió la mujer aquella. _ Señora, pero esto ya esta clavado, lleve el cuerpo a enterrarlo_
Genaro, temblaba al decirlo. _No, Señor abra el cajón quiero verlo._ Las demás personas que rodeaban a la señora pedían lo mismo y uno más atrevido fue y abrió el ataúd, cuando él y todos se dieron con la sorpresa: No estaba el cuerpo, había un saco de arena; Genaro al verse descubierto, lloró profundamente como un niño. Lo tomaron y lo llevaron a la comisaría de aquella ciudad y la policía hizo todas las investigaciones, fueron a la casa de Genaro: Descubrieron un gran laboratorio dentro la casa, y tras la misma lo más aterrador: los cadáveres bañándose en aquellas tinas.
Rau Magdiel
Datos del Cuento
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