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Esperando al Papa.

Esperando al Papa.


No le gustaba mucho la idea, no sabía muy bien que estaba haciendo en ese lugar. La gente esperaba bajo un sol indolente que golpeaba demasiado fuerte para ser otoño. Preferiría estar en casa viendo televisión , pero eso no servía de mucho, todos los canales mostraban la misma noticia una y otra vez: la visita del Papa a Chile. Veía la misma imagen cada vez que giraba la rueda del panel que se encontraba a un lado del televisor. La verdad es que estaba aburrido en casa y eso era raro en el, un niño de ocho años; el problema es que El Juancho y El Michel, sus dos mejores amigos, habían aprovechado el día para ir de paseo con la congregación evangélica a la que pertenecía la familia del Michel, en realidad era el día de bautismo de los nuevos creyentes, pero ellos lo utilizaban como el ultimo día de piscina de la temporada. Así que no le quedo otra que acompañar a su hermano, Luis, a ver pasar por la calle San Pablo al provocador de toda esta extraña efervescencia de fe momentánea. No entendía tampoco, a que se debía que su hermano y sus amigos estuvieran aquí, bajo un sol que ardía tan fuerte como en el día mas caluroso del verano. Su hermano era mayor, tenía quince, no era muy listo y andaba con toda esa estupidez que uno tiene cuando es un adolescente. Lo miraba y escuchaba la conversación que sostenía con sus amigos, sobre que El Papa pasaría en un auto blindado llamado Papamovil, el penso que debía ser parecido al Batimovil, pero no dijo nada. La gente se apoyaba sobre las barreras de contenían a la multitud, todos esperaban con expectación; nadie quería perderse el hecho mas relevante de sus vidas. Todos creían estar cerca de algo divino, de algo sublime, todos se sentían mas buenos aquel día. ¡Bebidas!, ¡bebidas!, gritaba un sujeto que vendía Free; una señora vendía dulces y otra sandwichs. Jorge penso que sería mejor tomar la bicicleta y partir a casa, dejar a su hermano y sus amigos solos, total, ellos ni se darían cuenta. Además, la imagen que veía en televisión no le inspiraba mucha confianza ni motivación. Mostraban a un señor de blanco estrechando la mano del presidente de la república de ese entonces (1987); un tal Augusto Pinochet. Mas tarde, cuando viera nuevamente esa imagen, pensaría que sería una buena representación del bien y el mal, aunque resultaba difícil diferenciar cual era cual. La polera la tenía pegada a la espalda por el sudor. En que estarán El Juancho y El Michel, penso, mientras su hermano le daba el concho de la Free que habían comprado él y sus amigos. No habían clases tampoco. A Jorge no le gustaba mucho ir a la escuela, pero hubiese preferido eso a no hacer nada. Le molestaba que en la tele no pasaran dibujos animados. No había capitán futuro, ni festival de los robots, ni candy por ultimo. Le molestaba que todo el país se paralizara en torno al pontífice que visitaba por primera vez y ultima, nuestro país.

Jorge no lo tenía muy claro, pero según creía, él era católico, su familia lo era y por ende él también debía serlo. Recordaba que su mamá solía ir a la iglesia muy seguido, claro, eso antes de lo que paso hace un par de años, cuando entraron a la casa aquellos soldados. Nunca olvidara la cara de esos tipos, la cara de su hermano cuando tomaban del pelo a su madre y la arrastraban hacia el furgón que estaba fuera. Jorge lloraba y Luis intento hacer algo mientras la mamá de ambos gritaba y gritaba. Luis le dio una patata a unos de los uniformados y este le devolvió un culatazo en la cabeza con el fusil que portaba, aun se le ve la marca. Después de un par de días encontraron a la mujer, caminaba perdida por la panamericana. Entonces ella, decidió olvidarse de las creencias; olvidarse de las mandas; olvidarse de la hipocresía; olvidarse de todo lo que la ataba a una esperanza. Resultaba mas piadosa después del incidente. Nunca se supo que buscaban esos militares tan valientes, o por lo menos, Jorge nunca supo cual fue la razón, con el tiempo sabría eso y muchas cosas mas. Con el tiempo, el gobierno se encargaría de recompensar la fragmentada niñez de Jorge.

En un momento el sol se hizo menos agresivo, la gente estaba aletargada esperando con una especie de resignación somnolienta. El anciano de bondadosa figura no se aparecía por ningún lado. Jorge miro como unas niñas hablaban con su hermano, mientras que sus amigos lo veían con envidia. Respiro hondo, tenía sueño, ganas de dormir, nunca le pasaba eso, solo al anochecer y meterse a la cama, el sueño se hacía presente. Penso que si estuviera durmiendo, esto sería parecido a una pesadilla, creía que esas cosas no necesariamente debían causar miedo, sino hastío y el hastío era el peor de los horrores, sin darse cuenta, sonrió por lo que pensaba. Jorge no hablaba mucho, pero pensaba demasiado, también le gustaba leer de vez en cuando. Comenzó a jugar con la rueda de su bicicleta que estaba en el suelo, la hacía girar con la mano. Miraba a su hermano, veía la marca que tenía en la cabeza, producto del golpe recibido hace algunos años. Es curioso pero nunca hablaron del hecho, siempre hubo una especie de acuerdo tácito entre ambos, de silencio, nunca hablaron tampoco de lo que paso con el Papá, nunca su madre les dijo nada de él. Pero Luis lo conoció, él era el mayor y por ende el que mas ha vivido, o sufrido. Una vez Jorge le pregunto a su hermano por el padre de ambos, pero Luis no le respondió, en su mirada se veía una resignación dolorosa, un vacío forzado y triste. Mientras todos sus amigos hablaban del trabajo de sus padres, Luis guardaba silencio o se alejaba. Una vez un niño le dijo a Luis que su padre era un rojo, que debía estar en Cuba o un lugar parecido, un sitio para comunistas hediondos. Jorge lo recordaba bien porque estuvo presente en el lugar, era un día frío de invierno en la escuela. Vio la mirada de su hermano, vio como sin quererlo le daba la razón a ese niño, se dio cuenta que su hermano culpaba a su padre de todo lo que ocurría en ese entonces con ambos, vio como su hermano tomaba una piedra del suelo y sin soltarla, golpeaba a ese muchacho, vio como los ojos de furia de su hermano se transformaban en llanto.

Jorge estaba absorto recordando, haciendo girar la rueda de la bici, de repente, se dio cuenta de que un desconocido lo miraba atentamente. Entre la multitud había un tipo de facha desgarbada, tenia el pelo largo y apelmazado, sucio, una barba gruesa y oscura, unos ojos cansados y tristes; tenia puestos unos jeans rotos en las rodillas; tenia una camisa abierta hasta la mitad del pecho, dejando ver gran parte de este y una abundancia de pelo igual de negro que la barba. El hombre tenia un semblante cansado, muy cansado. Se veía que no era mayor a treinta y cinco años a lo sumo, pero su talante era como la imagen de una persona que ha sido perseguida por mucho tiempo, que ha huido por mucho tiempo y que ahora no busca libertad, solo tranquilidad. Jorge tubo la impresión de haberlo visto antes, pero su mente no lo lograba identificar, por mas que escudriñaba en su memoria, esta no le daba una respuesta satisfactoria. Entonces, sin saber muy bien por que, se le vino a la cabeza la imagen de un hombre que lo tomaba en brazos cuando él era mas chico. Era la imagen de un hombre ausente. Siempre recordaba esa escena, pero nunca a la cara del hombre que le daba sus cariños a él y a su madre, porque ella siempre estaba presente en esa extraña fantasía que Jorge no sabia interpretar como algo real, o como parte de una larga pesadilla. Entonces Jorge logro recordar. Sabia muy bien quien era ese desconocido. Hizo el atisbo de levantarse de donde estaba, hace un rato que ya no jugaba con su bici. Decidió que debía hablar con aquel hombre y romper aquella barrera de certeza tácita. Pero antes de cualquier reacción se escucho la voz de alguien gritar: ¡El Papa!, ¡El Papa!. La gente se movió, se agolpo nuevamente contra las barreras que protegían la calle donde pasaría el sumo pontífice. Jorge se levanto, busco con insistencia la imagen del hombre de barba y pelo en pecho. Aun se lograba diferenciar entre la fauna humana que corría en busca del icono religioso. Jorge corrió hacia el lugar donde lo había visto, pero la gente se lo impedía. Era como tratar de ver a alguien por la ventanas cuando vas en metro, o como fijarte en las luces que se ven en los túneles por donde pasan estos vehículos; ahora los ves, ahora no. Así se veía la cara de aquel desconocido, que se había dado cuenta de que Jorge lo había descubierto. Se miraron entre la multitud. El hombre le guiño un ojo y desapareció. Jorge entendería mas tarde que a veces las personas deben huir, que a veces su propia gente los persigue, que a veces son los miedos, tanto de unos como de otros, los que persiguen a los que piensan distinto. Entendería que a veces, los mismos que en algún momento juraron protegerte, son los que mas daño pueden hacer. Camino hasta donde había visto la imagen de un ausente, la imagen sombría de un recuerdo.

¿Dónde estabas?- le pregunto Luis. Jorge no respondió, de hecho solo miraba a la gente que, ahora se iba muy rápido, tratando de encontrar a alguien que nunca conocerá, a no ser por los informes sobre los desaparecidos y torturas del régimen militar de Pinochet, elaborado por el gobierno democrático que sucedería a este en el tiempo. ¿Qué te pasa?, ¿Viste al Papa, o no?- inquiría su hermano. Sí, si lo vi, dijo Jorge. Vi al Papá. Luis no entendió muy bien lo que quiso decir, frunció el ceño y le desordeno el pelo a Jorge. Vámonos, le dijo tomando la bicicleta y acercándose a sus amigos. Jorge tomo su bici, pero no partió de inmediato, se quedo mirando nuevamente, pero ahora estaba seguro de no encontrar a la persona que mas tarde macaría su adolescencia, con una sensación de vacío y tristeza, no de recriminación ni odio como su hermano. El calor amainaba. Montó su bicicleta y mientras la ponía en marcha, vio a las hordas de gente con banderitas que tenían el escudo del Vaticano impreso sobre ellas, y también los vio con santos en las manos, que se iban del lugar con una prisa insospechada, penso que probablemente la fe y la alegría se les había pasado tan rápido como lo hizo El Papa, en el Papamovil a unos sesenta u ochenta kilómetros por hora en una calle desierta y perdida en Chile, un país angosto y pequeño de Latinoamérica.



El cuervo__
Datos del Cuento
  • Autor: el cuervo
  • Código: 13122
  • Fecha: 26-01-2005
  • Valoración:
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