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Categoría: Ciencia Ficción

Era solo una idea (segunda parte)

Se encontraban los tres en actitudes pensativas y de pronto, como impulsado por un resorte, el más pequeño de los tres se levantó y comenzó a decir apresuradamente: ¡Lo tengo! Hagamos que los jóvenes conozcan la esclavitud de la rutina para que persigan las satisfacciones inmediatas como premio a la domesticidad; establezcámosles programas que les marquen un término en vez de ideales que les señalen el camino para que la meta tenga más importancia que el rumbo y que necesiten saber hasta dónde van y no hacia donde. Podemos hacer que ahora sea preferible un indeciso que no se equivoca nunca a un entusiasta expuesto a equivocarse (pues el segundo podría acertar y el primero jamás) e inculquémosles las tendencias egoístas que empiecen en la prudencia y acaben en la cobardía y que sean escépticos para que se formen subordinados que mendiguen favores a sus superiores, habladores que hilvanen palabras sin ideas, personas sin voluntad que juzguen la vida sin vivirla y todo tipo de personas negativas que pongan piedras en todos los caminos para evitar que anden otros los que ellos no pueden andar.
Se detuvo un momento para tomar aire, levantar la mano hacia adelante y perder la mirada en el infinito como tratando de ver lo que estaba diciendo y prosiguió: …hagamos al hombre incapaz de acción para que sea una sombra que se escurra en el anonimato, agitándose sin pensar lo que hace o reflexionando sin ejecutar lo que concibe, que si llegan a pensar en un ideal, se detengan ante la incomprensión de los demás para nunca digan “hago” y prefieran decir “haré”. Que sean holgazanes que no emprendan nada y pretendan justificarse desacreditando las empresas ajenas y, que si algo comienzan, nunca lleguen al término de su obra “obligados por las circunstancias”. Que ahora los jóvenes se resignen a recorrer caminos habituales para que envejezcan prematuramente y se vuelvan esclavos de la costumbre, sombras de voluntades ajenas, hojas que arrastren todos los vientos, piezas mecánicas de un engranaje cuyo motor desconozcan. Además que se pierda la libre iniciativa para que desaparezca en las personas el carácter. Hay que fomentar a los quietistas que aconsejen dejar a otros la peligrosa función de innovar, reservándose el pacífico aprovechamiento de los resultados y a los que obedecen, pues éstos no se equivocan nunca quedando el error a cargo del que manda y que los jóvenes se conviertan en instrumento pasivo de quien los maneja, sin opinión, sin criterio, sin iniciativa. Poblemos al mundo de jóvenes domesticados que gasten su vida en recorrer las sendas trilladas del pensamiento y de la acción, imagínenselo, y si empezamos con los jóvenes en pocos años el mundo…
Se detuvo tan sorpresivamente como había empezado. Los dos más altos se miraban uno al otro con un gesto de desconcierto dibujado en sus rostros. Entonces Dios se volvió lentamente hacia su ayudante más pequeño y lanzándole una mirada fulminante dijo: ¿Y qué crees que hemos estado haciendo todo este tiempo idiota?

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