Cierto cuervo, de los feos el primero, ribó un queso y, llevando su botín en el pico, lo fue a saborear a la copa de un árbol.

En estos momentos pasaba por allí un zorro muy astuto, y comenzó a adularlo con la intención de arrebatarle el queso.

Ciertamente entre todos los pájaros quien tanga la brillantez de tus plumas, ni tu gallardía y belleza. Si tu voz tan melodiosa como deslumbrante tu plumaje, creo con razón, que no habrá entre las aves quien te iguale en perfección.

Envanecido el cuervo por este eogio, quiso demostrar al galante zorro la armoná de su voz. Al comenzar a graznar, dejó caer el queso de su gran pico.

El astuto zorro, que no deseaba otra cosa, cogió entre sus dientes la suculenta presa, y dejando burlado al cuervo, se puso a devorarla bajo la sombra de un árbol.

Por todo lo aqui narrado hemos de deducir que quien a los aduladores oye, encuntra un sin fin de problemones.