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Esto era una vez un tigre al que se le borraron las rayas. Fue al pasar un río. Entró en él con rayas y salió sin ninguna, con la piel de un solo color.
-Caramba. ¿Qué puede haber pasado?
Decidió volver al río y atravesarlo de nuevo, pero a la inversa. O sea, entró en él sin rayas. Y cuando salió al otro lado las tenía de nuevo.
-¡Venga ya! ¡Esto no puede ser!
Corrió hacia la óptica de su buen amigo el puma Gilberto,
-¡Mírame los ojos, Gilberto!
El óptico se los miró bien mirados.
-Los tienes perfectamente, Nicolás -que era como se llamaba el tigre.
Su amigo lo miró deprimido.
-Pues en el río me veo con rayas en un lado y sin ellas en el otro.
El óptico soltó una carcajada.
-¡Jajajaja…! Eso es porque cruzas el río Tacaño. ¿Sabes por qué lo llaman así?
-No.
-Porque siempre se queda con algo de quienes lo atraviesan. Aunque si vuelves de inmediato, está obligado a devolver lo cobrado, tal y como marca la ley.
El tigre Nicolás no volvió a cruzar nunca un río. Por si todos se llamaban Tacaño.
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