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El pájaro carpintero y el Tucán

Hace muchísimos años, en la selva amazónica, vivía un pequeño pájaro carpintero que iba a ser papá.  Los días habían pasado rápido y sus crías estaban a punto de nacer. Necesitaba fabricar un nido en un lugar seguro, lejos de los depredadores;  por este motivo, eligió la parte alta de un tronco centenario, lejos de miradas indiscretas.

Como no disponía de mucho tiempo, se dedicaba día y noche a picotear sin descanso la corteza del árbol ¡Tenía que hacer un agujero grande y confortable para los huevos!

El sonido de su pico golpeando la madera se extendió por los alrededores y llamó la atención de un tucán. Al principio, el ave de colores no encontraba de dónde salía ese repiqueteo, pero indagó un poco y descubrió al pájaro carpintero trabajando, oculto por el follaje de los árboles.

– ¡Hola, amigo! Veo que estás haciendo un nido para tu familia.

– Sí, así es. Tengo que terminarlo cuanto antes porque mis pequeñuelos llegarán al mundo de un momento a otro.

El tucán estaba fascinado. Nunca había visto a nadie trabajar con tanto interés y decidió hacerle una proposición.

– ¿Sabes? Yo no tengo casa y me veo obligado a anidar a la intemperie y en cualquier lugar. Nunca me siento seguro y paso bastante frío. Me preguntaba si podría contar contigo para que fabriques un nido para mí.

El pájaro carpintero dejó por un momento de picar la madera y le miró muy interesado. Sus ojos se posaron en el pecho del tucán, un ave realmente hermosa y colorida.

– ¡Se me ocurre una idea! Si te parece bien, yo me comprometo a fabricar tu nido y a cambio, tú me regalas algunas de tus preciosas plumas rojas ¡Creo que serían el adorno perfecto para mi cabeza!

– ¡Fantástico! Es un trato justo para los dos ¡Cuenta con ello!

En cuanto el pájaro carpintero terminó de construir su nido, se puso a taladrar otro agujero en un árbol vecino para el tucán. Al finalizar la obra, el tucán le felicitó por su buen hacer, se quitó unas cuántas plumas, y se las colocó a su nuevo amigo en la cabeza. Después, los dos volaron hasta una charca que habían formado las lluvias de la mañana. El pájaro carpintero se inclinó un poco para verse y se encontró guapísimo.

– ¡Oh, qué bien me quedan! Muchas gracias, amigo ¡Son preciosas!

– Gracias a ti por construir mi nuevo hogar.

Se abrazaron y entre ellos se creó una amistad para toda la vida.

Dice la leyenda que, desde ese día, los pájaros carpinteros lucen orgullosos un simpático penacho de plumas y que los tucanes siempre encuentran agujeros para vivir, pues sus amigos los pájaros carpinteros se los ceden para que puedan guarecerse y anidar.

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