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El osito y el ciervo

Era se una vez en unas montañas maravillosas llenas de animales, ríos y árboles vivía una mamá osa con su osito.

La Osa salía cada mañana a buscar comida para poder alimentar al osito mientras éste se iba a jugar con su amigo el cervatillo jugaban y corrían por las montañas se lo pasaban muy bien juntos.

 

Con el tiempo se les unieron un cachorro de lince, un lobezno y un cachorro de jabalí para jugar. Así que de ser el osito y el ciervo los únicos compañeros de juego formaron una pandilla de cinco buenos amigos.

Pero cuando jugaban al escondite el oso siempre perdía el primero ya que era con diferencia mucho más grande que sus compañeros de juego debido a su gran estatura… Así que poco a poco dejó de jugar al escondite.

Decidieron jugar entonces a pillar, el oso se puso muy contento de cambiar de juego, pero rápidamente se dio cuenta de que el lobo y el lince siempre ganaban por ser muy rápidos, y que el ciervo y el jabalí eran muy ágiles, así que nunca podía atraparlos y también perdía.

Él estaba muy triste porque se acordaba lo bien que se lo pasaba antes con el ciervo antes de que llegaran los nuevos amigos y así una mañana el osito no fue a jugar. El ciervo se extraño mucho que no fuera y fue a buscarlo para saber que sucedía.

¿Por qué no vienes a jugar hoy? – Le preguntó el cervatillo. No quiero ir – dijo el oso – Soy lento y torpe, seguro que os aburrís conmigo y que os reis de mí… Era más divertido cuando estábamos tú y yo solos. Nadie se ríe de ti, lo pasamos bien contigo todos juntos… Tienes muchas virtudes. ¿A sí, como cual? –dijo el oso.

Antes de que el ciervo pudiera contestar apareció el lince en la entrada de la cueva gritando.

¡Oso! Tienes que venir deprisa –dijo el lince casi sin respiración- Al Jabalí se le ha caído un árbol encima y se ha quedado atrapado sin poderse mover, sólo alguien tan fuerte como tú podría moverlo.

El oso no se lo pensó dos veces y salió corriendo detrás del lince, y seguido del ciervo. Llegó a un claro donde vio un gran árbol tumbado, debajo estaba el jabalí que le pedía al lobo un esfuerzo mayor para mover el tronco. Pero el lobo clavaba las zarpas y tiraba sin mover lo más mínimo el árbol.

El oso apretó el costado contra corteza y comenzó a empujar con todas sus fuerzas, lentamente hasta que consiguió sacar el árbol de encima del jabalí. Una vez libre, todos corrieron a abrazar al oso y a agradecerle su esfuerzo.

Podría ser lento o torpe, pero su fuerza había sido la virtud que había conseguido ayudar a sus amigos cuando más le necesitaron.

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